El periodista y líder opositor socialdemócrata bielorruso Ilhar Lednik murió en prisión el 20 de febrero. Era una de las principales figuras políticas bielorrusas y un firme opositor de la dictadura de Aleksandr Lukashenko. Según datos de Viasna, uno de los principales centros de Derechos Humanos de Bielorrusia en el país hay 1.420 presos políticos. Y a esto debemos sumar toda la ciudadanía con causas penales abiertas por cuestionar al presidente, al gobierno o llevar símbolos opositores. Esto último está castigado con dos años y medio de restricción de libertad, sin llegar a ser condena de cárcel. Es la misma pena que participar en una manifestación opositora.
La lista de personas encarceladas por el régimen de Lukashenko la integran hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, de toda condición social y cargo.
Uno de los principales grupos que sufre la represión del régimen de Lukashenko es la comunidad cristiana del país. Un ejemplo de ello son el bloquero Ihar Losik; el padre Henrykh Akalatovich, de 70 años; el catequista Uladzislau Beladzed, quien fue torturado y su juicio ha empezado meses después de su detención; el pastor baptista Vital Chychmarou; o el pastor evangélico Maksim Stasilevich.
A parte de pasar por prisión, o seguir estando en ella, también diferentes sacerdotes cristianos han sido multados o intimidados por las fuerzas de orden del régimen por sus sermones. Según Viasna, en los últimos tres años 74 sacerdotes han sido arrestados, multados o deportados.
El hecho de que alguno haya dirigido oraciones por Ucrania también los sitúa en la diana de los aparatos represores del régimen. Son católicos como Viacheslau Barok, en el exilio en Estonia, pero también hay protestantes y ortodoxos. Tal como afirmaba el líder opositor bielorruso Pavel Latushko, los campos penitenciarios del gobierno de Minsk se parecen a los gulags soviéticos, donde se combinan torturas, confinamientos solitarios y trabajos forzados.
Entre las facciones cristianas opositoras se encuentra también el Frente Joven, de carácter demócrata cristiano, cuyos miembros son considerados activistas por parte del régimen a pesar de ser una organización juvenil.
Por estos motivos la oposición al régimen de Lukashenko se encuentra principalmente en una diáspora, cuya comunidad política está organizada alrededor del Consejo Coordinador de Bielorrusia, dirigido por Svetlana Tijanovskaya. Su marido, Sergei Tijanovski, se presentó a las elecciones presidenciales de 2020, pero fue arrestado como los demás líderes de la oposición. Debido al fraude electoral en esas elecciones, y la imposición de exilio forzado por parte del régimen, Tijanovskaya fue reconocida por Lituania como jefa de Estado legítima de Bielorrusia.
El Consejo de Coordinación para la Transferencia de Poder está formado por 64 miembros, y siete líderes. En torno al Consejo de Coordinación se ha unido toda la oposición a Lukashenko, incluida la Rada de la República Democrática de Bielorrusia, órgano opositor en el exilio, continuador de la asamblea parlamentaria de 1917 disuelta por los soviéticos.
Actualmente, el gobierno en el exilio está formado por Tijanovskaya como jefa de gobierno en el exilio, seguido de Pavel Latushko, exministro de Cultura de Lukashenko y una de las primeras espadas del exilio actualmente; Valery Kavaleuski, representante de Asuntos Exteriores; Valery Sajashchik, quien dirige los asuntos de Seguridad y Defensa en el exilio; Alina Koushik, encargada de la Cultura y Educación en el exilio; Vladzimir Astapenka, vicerepresentante de Asuntos Exteriores; y Volha Harbunova, quien ostenta la figura del ombudsman en el exilio.
También hay que destacar el papel de Artsiom Proskalovich, como vicepresentante de Asuntos Legales, y Yuri Gubarevich, como vicerepresentante de asuntos de personal. Todos ellos han sido expulsados de Bielorrusia después de ser perseguidos por las autoridades como violentos extremistas.
El Regimiento Kasutos Kanouski, formado por voluntarios bielorrusos, luchó en Kiev, Irpin, Bajmut y ahora combate en la contraofensiva
Como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, de la que se cumplen ahora dos años, y la vinculación que existe entre los regímenes de Moscú y Minsk, se formó el batallón Kastus Kalinouski, actualmente Regimiento Kastus Kalinouski formado por voluntarios bielorrusos contrarios a Lukashenko. Este regimiento fue de los que luchó en la batalla de Kiev, en la batalla de Irpin, en la batalla de Bajmut, y actualmente en la contraofensiva ucraniana.
En noviembre de 2022 el Parlamento Europeo expresó su apoyo al regimiento bielorruso como defensor de Ucrania, junto con muestras de apoyo al gobierno bielorruso en el exilio. Una de las figuras más relevantes, y que ayuda entender la vinculación entre la oposición interna y externa del país, es Denis Iosifavitx Urbanovich, líder del Frente Joven, organización juvenil democristiana citada anteriormente, y también miembro del Regimiento Kastus Kalinouski.
La líder opositora Svetlana Tijanovskaya tiene cada vez más apoyos en la comunidad internacional. Desde Estados Unidos y la Unión Europea ya se está empezando a hablar de una Bielorrusia post Lukashenko. El reconocimiento de pasaportes expedidos por la oposición, cuestión que se está debatiendo, muestra el nivel de relación con los organismos internacionales.
Actualmente, el gobierno de Lukashenko exige que el ciudadano que quiera renovar el pasaporte tenga que hacerlo en Bielorrusia, un hecho que la oposición no se puede permitir al estar exiliados. Unos 62.000 bielorrusos se verían afectados, y estarían sujetos a persecución, prisión y posibles torturas si vuelven al país. Pasaron por lo mismo los estonios, letones y lituanos en tiempos de la URSS.
En conclusión, no debemos olvidarnos de Bielorrusia. Este domingo son las enésimas elecciones donde la oposición no tiene sus derechos garantizados, ya que sigue perseguida y brutalmente reprimida por el régimen de Lukashenko. Es el mismo régimen que declaraba una guerra híbrida a la Unión Europea empujando a miles de personas a la frontera polaca para desestabilizar la política comunitaria. Y el mismo que sirve de base para que Rusia pueda atacar a Ucrania desde el norte, como lo hizo en 2022, y también es un punto estratégico para los misiles rusos. Es un régimen que coordina ciberataques contra infraestructuras comunitarias mientras busca sobrevivir a base de represión constante.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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