Si preguntáramos a pie de calle cuál es el significado de RASD, muy probablemente serían pocos quienes respondieran que es el acrónimo de República Árabe Saharaui Democrática. Ahora que se cumplen cuarenta y ocho años del nacimiento de dicho Estado, parece oportuno volver la vista atrás.
La vergonzosa entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania por los Acuerdos de Madrid de 14 de noviembre de 1975, y el deseo de llenar el vacío dejado por España y buscar reconocimiento internacional, llevaron al Polisario a crear la RASD, poniendo el acento sobre la unidad del pueblo y sobre su derecho a vivir independiente. Así, pocas horas después de que España abandonara oficialmente el Sahara, en la noche del 27 de febrero de 1976, es proclamada en Bir Lehlu la nueva república. Los dieciocho artículos del Acta constitucional provisional la retrataban como islámica y socialista; en ella la soberanía pertenecía al pueblo, el árabe era la lengua nacional, la justicia social era un objetivo fundamental, y los ciudadanos eran iguales ante la ley.
Tras la proclamación, Madagascar se convirtió en el primer país en reconocer al nuevo Estado; le seguirían Burundi y Argelia, mientras Marruecos y Mauritania rompían relaciones con Argel.
El apoyo argelino a la RASD era evidente, pues al permitir a los saharauis exiliados instalarse en Tinduf no sólo les posibilitaban escapar de la represión mauritano-marroquí, sino que les ofrecían una base desde la que programar sus ataques contra el enemigo y a la que regresar una vez concluidos. El apoyo libio, por su parte, se concretaba en sanidad, formación, armas y dinero.
La naciente república buscó inicialmente poner a salvo al mayor número posible de saharauis e intentar frenar los miles de bajas producidas por los ataques de la aviación marroquí durante la diáspora. Una vez refugiados en la durísima hamada de Tinduf, y partiendo de la nada, el abastecimiento argelino y la ayuda humanitaria de la Cruz Roja y la Media Luna Roja permitirían mejorar la situación sanitaria.
La organización política y administrativa de los campamentos sería asumida desde el primer momento por los saharauis, e imitaría el modelo argelino.
En el terreno militar, la derrota infligida al ejército mauritano permitiría a la RASD firmar en 1979 un acuerdo de paz que aprovecharía Marruecos para ocupar la parte sur del Sahara. Poco después, Rabat iniciaba la construcción de los llamados muros defensivos, pensados para detectar al enemigo y aislarlo de la población. Los muros separarían a los saharauis que no habían podido huir de los que podían moverse por los llamados territorios liberados de la RASD o acceder a Tinduf.
Ha mantenido viva la justa causa saharaui durante casi medio siglo pese a la indiferencia de muchos países y la vergonzosa actitud de otros como Francia, Estados Unidos, Israel, Arabia Saudí y, tristemente, España
La cumbre de la OUA celebrada en Nairobi en junio de 1981 iba a ser la del reconocimiento de la RASD. Sin embargo, Hassan II sorprendió a todos al aceptar celebrar un referéndum de autodeterminación, lo que frenó momentáneamente el ingreso.
Al finalizar 1982, la república saharaui tenía una asignatura pendiente: en Europa, sólo Albania y Yugoslavia la reconocían. Ese año llega al poder el PSOE de Felipe González. El antiguo defensor de la causa saharaui aprovechará los ataques a embarcaciones españolas en aguas de la RASD para cerrar la oficina del Polisario en Madrid.
Los buenos oficios de la OUA y las garantías dadas por la ONU llevarían a la RASD en 1991 a lo que devendría en un incomprensible espejismo, en expresión de Brahim Ghali, actual presidente de la república saharaui: aceptar un alto el fuego confiando en que la ONU obligaría a Marruecos a celebrar el referéndum prometido. La disconformidad con el censo fue la excusa de Mohamed VI para desligarse definitivamente del mismo ante la permisividad de un Consejo de Seguridad supeditado a los designios de Francia y Estados Unidos.
A partir de la firma del acuerdo pesquero UE-Marruecos de 2006, se abriría un nuevo campo de batalla para la RASD que espera su resolución para dentro de escasas semanas: considerar ilegal cualquier acuerdo que afecte a sus riquezas y del que no se beneficie el pueblo saharaui.
Harta de esperar una solución que no llegaba, la república saharaui considera anulado por los hechos el alto el fuego, y retoma las armas el 13 de noviembre de 2020, unos días después de que Trump apoyara una inviable autonomía dentro de Marruecos como ¿solución? para el conflicto saharaui. Con algún ligero matiz, Pedro Sánchez, que había acogido meses antes a Ghali en un hospital, haría suya también esta propuesta en la controvertida carta del 18 de marzo de 2022.
A día de hoy, la RASD es un Estado fundador y miembro activo de la Unión Africana (antigua OUA), y reconocido por más de ochenta países. Su moneda oficial es la peseta saharaui, y el idioma español comparte con el árabe la oficialidad. Entre las críticas que se le hacen está la dificultad para que los jóvenes lleguen a ocupar las más altas instancias del Estado. Entre sus logros innegables está el haber mantenido viva la justa causa saharaui durante casi medio siglo pese a la indiferencia de muchos países y la vergonzosa actitud de otros como Francia, Estados Unidos, Israel, Arabia Saudí y, tristemente, España.
José Ignacio Algueró Cuervo es doctor en Geografía e Historia y autor de El Sahara y España. Claves de una descolonización pendiente.
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