El presidente Joe Biden y el expresidente Donald J. Trump serán los candidatos en las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre. Los resultados del Supermartes consolidan sus posiciones y serán elegidos antes de que acabe el mes, salvo fuerza mayor. Ésta es cada vez más amplia, ya que incluye cuestiones de salud de dos candidatos veteranos, causas judiciales pendientes con acusaciones de insurrección o deudas fiscales, sorpresa aritmética o elección a la contra -durante las respectivas convenciones- por parte de los delegados ahora elegidos. No hay que sobrevalorar estas sorpresas, pero en la carrera electoral de 2024 todo está por decidir. La certeza de la repetición del duelo electoral de 2020 nos deja otras incertidumbres por el camino.
Los candidatos no despiertan entusiasmo. Uno de cada cinco votantes preferiría que ninguno de los dos fuera en las boletas de noviembre. El 52% de los votantes piensa que el candidato Biden será mayor para ejercer la presidencia 2024-2028. El 59%, en cambio, piensa que Trump es peligroso en la Casa Blanca. Esta coyuntura de inapetencia, junto a la impredecibilidad de los votantes independientes, genera un escenario imprevisible.
En 2020, muchos electores votaron "contra Trump", pero ¿podrán Biden sacarlos de sus casas en la nueva cita? Cada voto cuenta en los estados bisagra (swing states) como Arizona, Georgia o Wisconsin, donde la diferencia entre candidatos estuvo por debajo de los 20.000 votos. Estos 37 votos del colegio electoral podrían ser decisivos.
¿Qué hará el 35-40% de los electores republicanos que dieron su apoyo a Nikki Haley? Cuatro de cada cinco anuncia que no votará por el ex presidente
La decisión de Nikky Haley. La candidata ha ganado solo en dos citas, Vermont y Distrito de Columbia. A todas luces, es insuficiente para ganar la nominación. Representaba la esperanza de un Partido Republicano institucional, sin estridencias ni hiperliderazgos. Ella aguantará cuanto pueda, pero acabará por retirarse. Es improbable que se presente como independiente o que apoye a Trump. Entonces, ¿qué hará el 35-40% de los electores republicanos que le dieron su apoyo? ¿con quién se identifican? A pie de urna, cuatro de cada cinco anuncian que no votará al expresidente, si resulta nominado.
El votante republicano ha dejado de ser conservador. Ahora es trumpista. El 36% tiene más de 65 años, 12 años más que en 2016. Ha envejecido a gran velocidad y se su base joven se estrecha. La cuestión identitaria está presente en dos variables. El 52% se autoproclama "muy conservador", 20 puntos más que en 2016, mientras que el 51% se ubica en posiciones de cristianos evangélicos.
El perfil, alejado del voto urbano, anticipa el problema principal de la campaña trumpista. No atrae a moderadores, centristas e independientes. Sin ellos, no puede ganar.
El presidente Biden presenta un problema similar con un crecimiento número de votantes "no comprometidos", esto es, demócratas que podrían cambiar de opinión. En Michigan (19%) se achaca al rechazo de la población musulmana a la respuesta tibia de Estados Unidos ante la situación de Gaza. Pero no tenemos un análisis similiar para Minnesota (19%), Massachussets (9%) o Colorado (8%). La tendencia comienza a preocupar a los estrategas de campaña.
¿Y si fuera ella? Las mujeres serán decisivas en noviembre. Los derechos reproductivos, el aborto y la identidad están sobre la mesa. Pero "las mujeres" están lejos de ser un bloque homogéneo, porque la revisión "Roe vs Wade" moviliza en las dos direcciones. El movimiento trumpista cuenta con un 46% de representación femenina, un ligero crecimiento respecto de 2016. En el lado demócrata, el género se cruza con la edad, por lo que se ensancha la base electoral. La idea es clara: si las mujeres menores de 40 años salen a votar, Biden gana con soltura.
¿Y si fuera la economía? El balance de la presidencia Biden arroja números extraordinarios, similares a la prepandemia. Crece la economía, mejora el empleo, suben las exportaciones, se rebaja la dependencia energética y tecnológica.
El Inflation Reduction Act ha servido al fin previsto, sobre todo en Estados donde las inversiones en infraestructuras, energía verde y tecnología han generado empleo por encima de la media (Arizona, Nuevo México, Texas). Sin embargo, los bidenomics no seducen al electorado. El 32% ve estos resultados positivos, pero el 45% piensa que la situación ha empeorado. La inflación asusta al electorado joven, donde cunde el pesimismo. La clase trabajadora sin estudios, con o sin unión sindical, no ha decidido su voto.
Trump seduce al 58% de los votantes sin estudios universitarios. También es el preferido en dos segmentos sociodemográficos fundamentales, afroamericanos y latinos. Entre 2012-2022, el 25% ha dejado de votar demócrata. Esta década pérdida tiene efectos de largo alcance y recupera la idea de unos Reagan democrats sureños.
En síntesis, el Supermartes nos ha legado una repetición electoral, una suerte de segunda vuelta, pero no garantiza que tengamos un semestre de campaña tranquilo, previsible o aburrido. Ahora sí, bienvenidos a los seis meses que durarán cuatro años.
Juan Luis Manfredi es catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown University
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