Es curioso que colono y colonizador tengan la misma etimología y, sin embargo, las cargas para cada una de ellas sean distintas. Ya lo siento por los que estén buscando un componente invasor originado a finales del XV, pero ambas vienen de colonus y que aplica tanto para labrador como para habitante. Así que, parafraseando a Les Luthiers, “Don Cristóbal no ha pasado por aquí”.

Digo lo de las cargas porque colonizador tiende a utilizarse relacionado con una invasión, mientras que colono tira más hacia apertura de territorios, establecimiento, labranza y cuidado de la tierra. Para que cataloguen lo peyorativo del tema, los primeros 13 estados de EE.UU eran colonias británicas, pero si hablamos de procesos de “descolonización”, nos referimos al fin del colonialismo en África y Asia.

¿Ven? Las cargas son distintas: colono, bueno y colonizador, malo.

¿Quieren otro ejemplo? Un microorganismo que crece en un huésped pero sin invadirlo, dañarlo o generar una respuesta inmune (no lo combate), se dice que “ha colonizado” ese huésped. Si le vulnera de alguna forma, entonces es una infección. Ahora, si tras una colonización el huésped se ve alterado… también es infección. Esto deja “infección” como el peor de los escenarios, pero no se asusten, no voy a hablar del panorama político en términos de “infectados”. Sería una mala ilustración y, lo peor de todo, sensacionalista.

Pero sí les diré que hay conceptos que se han expandido hasta colonizar conciencias que no esperaban ser invadidas siendo, ahora sí, una de ellas la amnistía. Esas conciencias se negaban a la amnistía como solución a nada. Igual que antes lo hicieron con los indultos y mucho antes estaban de acuerdo con el 155.

El segmento social que ha sufrido esa expansión se une a otro segmento que veía en la amnistía, no ya en el indulto, la posibilidad de vivir con cierta tranquilidad en alguno de sus casos y, en todos ellos, la revancha contra el Estado.

El independentismo catalán jugó a desafiar al Estado y el Estado actuó, no sin varias advertencias antes. En ese momento pudieron considerarlo un fracaso, especialmente aquella declaración de independencia por segundos que pasó a quedar suspendida por el mismo Puigdemont. Aquella foto del antes y después, tenía en la primera un momento exacerbado que auguraba más enfrentamientos, no menores, si no se hubiera suspendido. De hecho, tras ese suspenso el Gobierno preguntó qué había ocurrido, porque lo primero que hay que hacer es escuchar las intenciones reales.

El resto ya lo conocen y pasa por un 155 votado en el Senado por PP y PSOE y una huida a Waterloo en un maletero o no… francamente la anécdota me importa poco. Más me importa que la ciudad haya perdido su connotación estratégica, su momento Wellington frente a Napoleón (de hecho debería pedir una indemnización por colonización mental de concepto no deseado).

Así que, a ese segmento social, se une ahora el de los votantes socialistas que ven en Sánchez la corporeización del rechazo al PP y lo mismo estaban antes convencidos de que amnistía no igual que Bildu no (si quiere se lo repito 20 veces), como ahora lo defienden por ser el mejor camino hacia la concordia o por cualquiera de las racionalizaciones que, de forma inevitable, terminan en “que se fastidie el PP, que hemos conseguido ser más”.

De hecho el propio Félix Bolaños ha negado al Senado su papel de representante de la soberanía nacional en una entrevista con Alsina el viernes por la mañana. Tan directo iba a defender una mayoría de escaños en el Congreso frente a la mayoría de conciencias contrarias a la amnistía, que ha rebuscado un argumento tan espurio (concepto tan de moda que uno no se resiste a incluirlo) como que cada circunscripción elige 3 sin atender a cuestiones de tamaño de población, olvidando que el PSOE ha perdido, elección contra elección, 21 senadores y el PP ha ganado 37 y la mayoría absoluta de la cámara.

Unos alegrándose de que Jordi Turull diga que la amnistía ha sido fácil y que ahora van a por la autodeterminación y el otro, poco menos, que no queriendo saber quién es Jordi Turull ni qué significan esas palabras

… Bueno, eso y que las encuestas no ofrecen dudas sobre el rechazo a la amnistía. Tanto que el CIS ni pregunta por ella.

Pero esos dos segmentos siguen en colonización: unos alegrándose de que Jordi Turull diga que la amnistía ha sido fácil y que ahora van a por la autodeterminación y el otro, poco menos, que no queriendo saber quién es Jordi Turull ni qué significan esas palabras que salen de su boca. Unos valorando la amnistía como la extrema humillación de Estado y los otros considerándola la victoria de un bando.

El problema, no lo neguemos, es que en dos de tres escenarios, esas conciencias se llevan el gato al agua: una si todo se vuelve pacífico y, dos, si deciden estirar el chicle durante un tiempo porque se vive mejor amenazando pero sin ejecutar. La última depende de lo incentivada que esté la población a buscar una DUI, de los CDRs, una nueva CUP… o la antigua, vaya usted a saber.

Mientras esto no pase, el PSOE podrá argumentar “¿Ven? No era para tanto”, pero en ese estirar el chicle, se van a ir muchas cesiones, concesiones y presupuestos mientras se reconstruye un independentismo más sólido y sin necesidad de malversar, porque ya, ni el delito existe, ni la financiación será por detrás.