En una gala como de Antonio Gala, entre la orfebrería de chorritos, los encajes de piedra y la morería de catálogo de Córdoba, los barones del PP han firmado ante Feijóo una declaración obvia y breve contra Sánchez que parece que necesitaba más losa que papel, más fotografía que texto y más ritual que teoría. Después de un retiro o unos baños, los barones han ido pasando por la pluma como por una espada y por los cinco folios marmóreos como si fueran la tumba del Cid, que a veces la única diferencia entre lo sublime y lo tonto es la ceremonia. Es posible que Sánchez ya esté acabado o condenado, y en ese caso no hay necesidad de dedicarle estos conjuros y conjuras. Y es posible que Sánchez resista con todo lo que le queda, y en ese caso habría que tener preparado algo más que siete puntos como siete pecados capitales en un papel con evocaciones de diploma de delegación de turismo. O quizá es que Feijóo, igual que Sánchez, asume que nada está en sus manos, que ambos dependen sólo de lo que vayan queriendo o dejando Puigdemont y Ábalos para el presidente. Así que, mientras tanto, juegan al Gobierno y a la oposición como a moros y cristianos.
Yo creo que estamos todos parados y esperando, incluido Feijóo, que, por hacer algo, se dedica a hacer por Córdoba un Camelot de bolis de diputación y desfiles de caballeros con cuello vuelto y duro, como yelmos de caballero negro (algo así parecía Moreno Bonilla). Feijóo es especialista en esperar a que lleguen el destino y las decisiones siempre más por fatalidad que por voluntad, pero es que Sánchez, de alguna manera, ha colocado toda la política fuera de nuestro alcance, o sea que tampoco hay mucho más que se pueda hacer. Sánchez no necesita las elecciones vascas ni europeas, no necesita a su propio partido, no necesita a la opinión pública, no necesita la verdad, no necesita gestión, no necesita nada salvo votos que puede ir comprando y olvido que confía en poder ir amasando. Se diría que Sánchez es políticamente inatacable, intocable, como si volara por encima de las nubes en un campo de batalla de espadones y maceros. Yo creo que no lo haría caer ni la imputación de Ábalos (ya lo verán), sólo la decepción o la venganza de Puigdemont, el único que maneja sus mismas armas.
Sánchez no necesita las elecciones vascas ni europeas, no necesita a su propio partido, no necesita a la opinión pública, no necesita la verdad, no necesita gestión, no necesita nada salvo votos que puede ir comprando y olvido que confía en poder ir amasando"
Feijoo, a quien uno veía en Córdoba como subido a una antigua, bella e inútil catapulta de Da Vinci, ha pronosticado la caída nazarí o wagneriana de Sánchez por las propias contradicciones en sus pactos y actos, que es justo lo que le pasa al dios Wotan en El anillo del nibelungo. Pero esto, claro, deja a Feijóo como mero narrador de la saga sanchista, mientras vemos al presidente dominando el escenario entre trompetazos y truenos, buscando el anillo a pesar de su maldición, sacrificando a su propio partido como a su propia progenie, incluidos héroes y valquirias osados o sólo bobos, y por fin cayendo inevitablemente en sus propias trampas. Eso sí, después de un par de legislaturas larguísimas, como un par de jornadas de óperas de Wagner. A lo mejor Feijóo ha pensado que él también debería montar su propia ópera, que es lo que me parece a mí esta reunión en Córdoba, con los barones un poco como maestros cantores de jarchas o de penas.
Siete puntos tiene esta Declaración de Córdoba, siete puntos como las siete maravillas de Feijóo, como siete días cósmicos o bíblicos de Feijóo, como siete enanitos arquetípicos, como siete sacramentos católicos e isabelinos, como siete chacras que purificarse o protegerse o abanicarse, como siete caños de fuente milagrosa. Me parecen pocos si vencer a Sánchez depende de una lista de verdades, evidencias u objetivos, y me parecen excesivas la parafernalia y la letra gótica si el destino de Sánchez ya sólo depende de Puigdemont o del Hado. Ver al PP intentando hacer todavía política, partido y juramentos, preparando programas y elecciones y preocupándose por sus barones y concejales, todos como toboseños, queda un poco naif o ridículo en esta era sanchista megalómana y nuremburguesa. Y, sin embargo, no hay otra cosa que pueda hacer.
Ya sea en la Córdoba alicatada por moros y romanos o en la calle Génova alicatada por fantasmas, a Feijóo no le queda otra que seguir haciendo política hasta que vuelva la política. Eso sí, hacerlo con ideas y planificación sería mejor que hacerlo con ocurrencias, escapadas de fin de semana, festivales de vihuela, ferias medievales y exposiciones de barones como si fuera una exposición de botijos. Eso de que los políticos se vayan a limbos de monasterios, jardines o murallas para que su sombra les preste inspiración de monje encapuchado o de príncipe enturbantado a mí me parece una cursilada y una estafa. Claro que es más fácil llevar a todos los barones del PP a Córdoba que llevar la prisa o la determinación hasta el torreón de Génova donde Feijóo espera que las llamas se coman la Moncloa como el Valhalla.
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hace 10 meses
Gracias por su certera referencia a la megalomanía nuremburguesa del Sanchismo. Pareja de la práctica Goebbelsiana del muy eficiente aparato de propaganda del sanchismo. Ambas son referencias que nos pueden dar pistas sobre nuestro porvenir.
Los fastos de Nuremberg y la propaganda de Goebbels ayudaron a Hitler a mantenerse en el poder, y ya sabemos las consecuencias que tuvo sobre aquel crédulo pueblo alemán.
Salvando las distancias, no parece que Sánchez vaya a poner en marcha un holocausto, bueno, salvo que sea imprescindible para mantenerse en el poder, se trata en ambos casos de iluminados manipuladores de sociedades en crisis, ya estamos padeciendo las primeras secuelas que el paso por el poder de Sánchez nos va a dejar a este incauto pueblo español.