La obsesión de Ada Colau por encontrar su pequeño hueco en la historia de Cataluña ha hecho saltar por los aires los presupuestos, precipitando un adelanto electoral con el que casi nadie contaba hace tan sólo unas semanas.
Pedro Sánchez, viendo venir el peligro, encomendó a Yolanda Díaz la tarea de bajarle los humos a la líder de los Comunes para que los presupuestos de Pere Aragonés salieran adelante. Pero, al final, el partido de Colau ha votado con Junts, Vox, Ciudadanos y PP una enmienda a la totalidad que ha derrotado a la suma de ERC y PSC (a los que se agregó la diputada no adscrita Cristina Casol). Otra prueba de la inutilidad de un partido llamado Sumar, sobre todo para los intereses del presidente del Gobierno.
La derrota de los presupuestos de ERC/PSC demuestra, además de que Díaz para las cosas importantes es totalmente prescindible, que la lucha cainita entre los partidos independentistas marca por encima de todo la política catalana y puede echar por tierra cualquier planteamiento avalado por Junqueras pero que no cuente con el respaldo de Puigdemont.
El adelanto electoral para el 12 de mayo tiene una consecuencia inmediata para la política nacional: el Gobierno no podrá aprobar los presupuestos generales para este año, como era el deseo de Sánchez tras la aprobación de la ley de Amnistía. En plena campaña electoral, pactar con Madrid tiene un coste que ni ERC, ni por supuesto Junts querrán asumir. María Jesús Montero, que había metido la directa para negociar las cuentas públicas cuanto antes, tendrá que cambiar de planes y de discurso.
Si el PSC no gana y los independentistas suman mayoría absoluta, el plan de Sánchez habrá sido un rotundo fracaso
Sin embargo, lo más importante de este adelanto electoral es que va a suponer la prueba de fuego para conocer el efecto político de la ley de Amnistía en Cataluña. Es verdad que los comicios se celebrarán cuando la ley aún no esté en vigor, pero el PSC podrá esgrimirla como su principal activo.
Sánchez, que ha vendido la ley de Amnistía como una apuesta por la reconciliación y un antídoto contra el independentismo, se la juega el 12-M. La única forma en la que el presidente podría afirmar que su arriesgada apuesta ha sido un éxito sería con un triunfo del PSC y la posibilidad de gobernar junto a ERC. Cualquier otro supuesto sería sinónimo de fracaso. Si los independentistas suman mayoría absoluta, lo más probable es que acaben pactando, a pesar de que se odian. Ya lo han hecho en el pasado y lo volverán a hacer. ERC sólo pactaría con el PSC si gana y Junts obtiene un mal resultado.
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