“Me he casado con un tieso”, reconoció Susana Díaz, con cierta cosa de moza casada con un zapatero, aquella vez que le preguntaron por su marido. Y es que el marido, el tieso, estaba colocado como auxiliar administrativo, o colocado sin más, igual que un almanaque de alcayata, entre el personal o los bultos de los cursos de formación que daba un sindicato y subvencionaba la Junta de Andalucía. Aquel marido tieso o arrecogío, mileurista de carpetilla de goma floja, consorte que manejaba la fotocopiadora como otros los Maseratis, no era un simple trabajador modesto, sino lo que en aquel socialismo de levantiscas molineras y pobres bienaventurados llamarían una “criaturita”. Con la suma de todas sus criaturitas de carpetilla o carretilla se levantó el exitoso y corrupto clientelismo andaluz. Fue la suma de todas esas tiesuras fundantes, ejemplares y subvencionadas lo que otorgó tamaño, gravedad y escándalo a aquel PSOE de los ERE y lo demás. O sea, que yo creo que todavía sería peor que el novio de Ayuso fuera un tieso a la cola en vez de un hortera vestido de tenista.
Nuestras musas de la política ya no se enamoran de tiesos, quizá Susana fue la última que llegó con novio de FP, matrimonio de ermita y piso con butano. Los políticos ya son un poco famoseo y tienen relaciones de famoseo, con empresarios diluidos y como panameños, con cantantes achampanadas (Albert Rivera) y, en cualquier caso, gente del taco o del fotocol, que un novio de Ayuso quizá tiene que ser ya más como un novio de Rosalía que como un marido de Ana Pastor. Aunque yo creo que venir con novio del instituto o del pueblo, con la carpetilla del curso de ofimática, luego es peor porque al tieso hay que darle dignidades u ocupaciones acordes con su pareja y lo más fácil suele ser una fotocopiadora o un tarjetero de lo público.
Los tiesos consortes en política no suelen ser tiesos de la bohemia, poetas de los fideos y pintores de los caliches que seguirán haciendo lo mismo hasta morir operística o shakesperianamente, con la bufanda como una toga romana ensangrentada o cagada. Lo malo de los tiesos consortes es que suelen ser tiesos con perspectiva, como los “parados con perspectiva” que decía el PSOE andaluz cuando cerró la fábrica de Delphi en Cádiz. El tieso con perspectiva casi seguro que no deja nunca de ser un inútil, pero puede llegar a un negocio o negociado, o a un ministerio, o a una agencia a la sombra apalmerada que le deja su churri político. La verdad es que, me doy cuenta ahora, lo más parecido que tenemos al tieso de Susana es quizá Begoña Gómez. Ampliando un poco el concepto, también Koldo tiene algo de consorte con perspectiva, que a lo mejor hay que admitir como amor incondicional esa relación de amistad viril, íntima, devota, productiva y peluda con Ábalos.
El error de Ayuso no ha sido pecar en ese lujo trufado de grasilla y macarrería empresarial, que es un poco como pecar en un yate, o sea casi inevitable, sino empeñarse en defender la inocencia del maromo
Pedro Sánchez sigue insistiendo en el novio de Ayuso, o sea acusando a la presidenta madrileña de algo así como fraude fiscal venéreo, fraude que se contagia como la viruela del mono, al encamarse o incluso al entoallarse juntos. Yo creo que el error de Ayuso no ha sido pecar en ese lujo trufado de grasilla y macarrería empresarial, que es un poco como pecar en un yate, o sea casi inevitable, sino empeñarse en defender la inocencia del maromo. Aun así, yo creo que en esto de Sánchez con Ayuso hay sobre todo celillos, no ya esos celos del guapo por la guapa, aunque sea la guapa archienemiga, sino esos celos que siente el que defiende el concepto o la tradición del consorte con perspectiva, del tieso de Susana, frente al concepto del consorte que ya viene empaquetado con su dinero, su éxito, sus chanchullos y su lujo atigrado, como si más que un empresario fuera Sergio Ramos.
Resulta que la tradición no había acabado en Susana, que ahí está todavía Begoña Gómez, una colocada también de carpetilla o de chufla, con inglés de curso para los parados de Delphi, éxito a mesa puesta y cierta imagen prefabricada de una Lady Di que factura, a lo Shakira pero con marido. Claro que no se puede decir que doña Begoña tenga precisamente sueldo, quehaceres y rutas de mileurista. Nuestra primera dama nos parece accesoria, anecdótica, algo ridícula con sus ínfulas transmitidas igual que las verrugas, pero la tiesura o la inutilidad con perspectiva son una institución fundamental en nuestra política, y más significativa que el empresario listillo que dedica a las facturas las mismas trampas y atenciones que a la seducción. Sin embargo, no creo que esto sea sólo por Begoña, la más alta consorte con perspectiva, ni por el concepto abstracto de la criaturita o el amancebado de partido. Yo creo que también es por él, por el propio Sánchez, que se sabe un tieso que encontró su fotocopiadora, la mejor de todas, y no va a soltarla.
El personal sigue pensando en los rulos de 500, en las vacas asadas con billetes como pichones barrocos, pero no hay nada que le salga tan caro al Estado como la suma de todas esas criaturitas arrimadas a lo público. Además de que no sé cuántos novios de Ayuso, cuántos empresarios con peste a esturión, bufete y gominilla o cuántos futbolistas con tigre o chimpancé harían falta, por ejemplo, para igualar el fraude y la malversación del procés, tan limpiamente amnistiado por pura conveniencia. El novio de Ayuso podría ser el novio de una animadora o de Chenoa, como el marido de Susana podría ser un tieso sin más, o Begoña una cursillista sin curro. Es el sitio, estar en la fotocopiadora o en la marisquería de lo público, lo relevante. Y no sólo por el dinero del contribuyente que se malgasta, sino porque el concepto patrimonial de lo público desemboca en lo que ya estamos viendo, funcionarios y fiscales que trabajan para una jefatura política y con un objetivo político. Sí, eso es lo relevante. Lo demás es folleteo particular, con sacramento o con látex, con butano o con Maserati, con bata de cola o traje berenjena.
“Me he casado con un tieso”, reconoció Susana Díaz, con cierta cosa de moza casada con un zapatero, aquella vez que le preguntaron por su marido. Y es que el marido, el tieso, estaba colocado como auxiliar administrativo, o colocado sin más, igual que un almanaque de alcayata, entre el personal o los bultos de los cursos de formación que daba un sindicato y subvencionaba la Junta de Andalucía. Aquel marido tieso o arrecogío, mileurista de carpetilla de goma floja, consorte que manejaba la fotocopiadora como otros los Maseratis, no era un simple trabajador modesto, sino lo que en aquel socialismo de levantiscas molineras y pobres bienaventurados llamarían una “criaturita”. Con la suma de todas sus criaturitas de carpetilla o carretilla se levantó el exitoso y corrupto clientelismo andaluz. Fue la suma de todas esas tiesuras fundantes, ejemplares y subvencionadas lo que otorgó tamaño, gravedad y escándalo a aquel PSOE de los ERE y lo demás. O sea, que yo creo que todavía sería peor que el novio de Ayuso fuera un tieso a la cola en vez de un hortera vestido de tenista.