Sumar, el partido persona, el partido íntimo, el partido cajoncito, más caricia que política y más espejo que programa, celebró su primera asamblea, que tuvo algo de baño de espuma con velitas, solitario pero pleno. Uno dice Sumar pero piensa Yolanda, claro, que lo de Sumar parece sólo el nombre de drag que se ha puesto ella. Así, Yolanda con Yolanda no debería dar otra cosa que soledad y conformidad, y al final eso es lo que salió en esta asamblea desangelada pero consoladora, hecha toda de ecos, chapoteos y reflejos de cuarto de baño. En la votación no participó ni el 12% de los inscritos y la asistencia era un poco de fin de curso en mi pueblo, pero eso no importa.
Al fin y al cabo, Sumar salió de Yolanda hablando con ella misma, o con los animalillos del bosque, más algunas sabias reverberaciones de Pedro Sánchez. Yo creo que hubiera sido lo mismo si sólo hubieran votado o asistido unas cuantas ardillitas dibujadas, un par de sobrinos vestidos de árbol y un helicóptero de Bolaños. Pero no sé si a Yolanda la van abandonando ya hasta las ardillitas de la izquierda, y el sobrino que es Errejón, o sea que se ha quedado sola con la alcachofa y la playlist.
Sumar, partido bolsito, partido karaoke en la bañera, en realidad no es tanto un proyecto personalista o carismático sino un contenedor con la cara de Yolanda, como un joyerito con la cara de Hello Kitty. Yolanda parece más un testaferro que una visionaria y Sumar parece sólo una empresa pantalla, de las que nos gustan tanto aquí. Sumar no surge de una reflexión con humareda en la sesera de la izquierda “verdadera”, esas reflexiones después del desastre y el desengaño que les llevan siempre a repetir exactamente lo que hicieron la última vez.
No, Sumar surge más bien de la necesidad de Sánchez de tener una izquierda instrumental, pegatinera, adherible a su chupa de sábado noche, pero sin la roña de fanatismo y chusmerío que había dejado Podemos. Sumar es Podemos sin la franquicia pablista, sin el gineceo pablista, sin el macarreo pablista, sin las purgas pablistas, con nueva actriz como si fuera un nuevo ángel de Charlie. Sumar es la izquierda rebañada de su perol requemado y vendida con la cara de Yolanda como si fuera una magdalena de La Bella Easo. Y este truco entre el márquetin y la croqueta es lo que no sabemos si funciona del todo.
Sumar es la izquierda rebañada de su perol requemado y vendida con la cara de Yolanda como si fuera una magdalena de La Bella Easo"
Sumar, partido como de despedida de soltera en noches de despedida de soltera, escuchaba a Yolanda entre burbujas, que ya digo que esto es más bien un pleonasmo, que Sumar es Yolanda entre cortina y cortina, al menos en lo que se refiere al escenario o la cabalgata. Otra cosa es lo que pasa dentro de ese contenedor o dentro de esa casita de muñecas, que mientras Yolanda hace izquierda de solista de arpa, las tribus reclaman lo suyo. Es normal, porque esa izquierda que vive en Yolanda, no como pajarillos en una falda de molinera sino como un termitero hambriento, se unió a ella para sobrevivir. Y tener a Yolanda en la vicepresidencia como una sirena en un acuario no les sirve de nada.
Por eso los comunes de Colau, que tienen algo de fanáticos cromwellianos, le han dado la vuelta a la legislatura, no por poner o quitar un bingo sino por demostrar su poder. En cuanto a Más País, que es sólo Más Madrid con extensiones como falsas y californianas, de momento tiene cuota ministerial, pero tampoco va a dejar que Yolanda mande donde sólo puede mandar el ojo guiñado o el ombligo guiñado de Errejón, el gran superviviente de Pablo Iglesias, el que ha demostrado ser más correoso y más flotable que el Jesucristo García de la nueva vieja izquierda. Izquierda Unida, por su parte, bastante tiene con quedar en la memoria, como la Mirinda.
Yolanda ha tenido su asamblea, que uno diría que ha sido como hacerse trenzas de novia en el balcón, ante los paisanos de convite, escasos, perezosos y mirones. Sumar nació de Yolanda, como esos seres mitológicos y artificiosos que nacen de la cabeza o la sangre de los dioses, pero la izquierda no aguanta demasiado tiempo ni siquiera a sus propios dioses. Sumar sigue siendo un partido contenedor, un partido pantalla o un partido festivalero, como sólo para la Eurovisión o el sabadete de Sánchez, y lo demás son tribus al acecho por las orillas.
A Sánchez, por cierto, tampoco le vale una Yolanda que se limita a pasear en la barcaza de Cleopatra, que no puede controlar a un movimiento o partido que es incontrolable a través de la autoridad, sino sólo a través del poder. Y Yolanda parece que pierde poder, carisma de marca y manga de ángel o manga pastelera. En Galicia, esa tierra que es como un naufragio de escaparate, como esos naufragios que parecen los ultramarinos, ella naufragó. Y donde Sumar tiene más pujanza es por las tribus locales, no por su liderazgo de señorita con antorcha en los cuadros y en las peanas.
Yolanda tuvo su asamblea pero Sumar no parece llenar más que representaciones tristes y pobres de Caperucita Roja, o cumpleaños de muñecos, o de niña sin muñecos. Sumar sobrevivirá si sobreviven sus tribus y sus patrocinadores, o sea mientras haya cuotas y poder que repartir y a Sánchez le sirva esa pantalla para tapar el pelotazo de la Moncloa, que es como el pelotazo de un campo de golf (Yolanda nunca le dirá que no a Sánchez, no importa lo que ella proclame en sus juramentos ante pompas de jabón).
En cuanto a la izquierda, verdadera o cosmética, cuando vuelva a fracasar estallará en una nueva explosión de pureza y todo volverá a empezar. Aunque a lo mejor Sumar, partido polvera, partido cajita de zapatos, ni siquiera es la izquierda verdadera. A lo mejor tiene razón Pablo Iglesias en su vocación y en su apuesta, y la izquierda verdadera está en el bar, haciendo las guerras eternas de los botellines, los altramuces, la calderilla y el serrín.
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