El presidente del Gobierno ha decidido que el Gobierno recurra ante el Tribunal Constitucional (TC) una iniciativa que insta al Parlament a declarar la independencia de Cataluña. La decisión se produce cuando desde ERC y desde Junts se ha informado de que, en las negociaciones que se están llevando a cabo fuera de España con mediador incluido, se ha puesto ya sobre la mesa la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
¿Qué hay detrás de este movimiento del presidente?
Lo primero que hay que decir es que cuando la Mesa del Parlament aprobó la iniciativa a favor de la independencia, el pasado 20 de febrero, el Gobierno le restó importancia. La tesis, entonces, era que propuestas similares ya se habían llevado a la cámara catalana sin ningún efecto práctico. Vamos, que no tenía ningún interés.
El 20 de febrero aún no se habían convocado elecciones en Cataluña. El anuncio lo hizo Pere Aragonés el 13 de marzo.
La diferencia, por tanto, es que en febrero al Gobierno le interesaba rebajar la importancia de la iniciativa (avalada por ERC y Junts) y ahora le conviene darle bombo para evidenciar que Sánchez no piensa ceder ni un milímetro ante las pretensiones independentistas de sus socios de gobierno.
La remisión al TC de la iniciativa del Parlament sobre la independencia de Cataluña sólo tiene un objetivo electoral
No hay más que oír lo que dice Salvador Illa (candidato del PSC) y otros líderes socialistas, como el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, para detectar que lo que buscan de cara al 12-M es atraer al voto españolista. La palabra Constitución no se les cae de la boca.
¿Por qué este amor repentino al texto constitucional? ¿A qué se debe ese abierto rechazo a la reivindicación que los independentistas han puesto como prioridad de sus programas, una vez lograda la amnistía?
Ese giro obedece a algo que apuntan los sondeos: el independentismo no suma para gobernar, pero el PSC se queda muy lejos de lograr la mayoría absoluta. La única forma de asegurar el éxito del 12-M es ofrecerse al electorado catalán como la garantía de que no se va a repetir un 1-O.
Las encuestas, aunque no siempre aciertan, sí que apuntan la opinión de los ciudadanos en un momento dado. La publicada por La Vanguardia este lunes 25 de marzo es especialmente útil.
Según el sondeo de Ipsos, el 54% de los catalanes está a favor de la amnistía, mientras que un 42% está en contra. Ese porcentaje se altera si la pregunta la responden los votantes del PSC: un 53% está en contra, mientras que un 43% está a favor. Eso sí, el 90% de los votantes independentistas están a favor de la amnistía. Por otro lado, hay un 51% de los encuestados que piensa que la amnistía mejorará la convivencia en Cataluña, mientras que un 44% opina lo contrario.
Es decir, que una operación como la de aprobar una ley de amnistía, que cuenta con el rechazo de casi la mitad del Congreso, de la mayoría absoluta del Senado y de la mayoría de los españoles, en Cataluña sale respaldada por una insignificante mayoría.
El sondeo al que he hecho referencia (realizado por un medio bastante afín al Gobierno) demuestra gráficamente que la amnistía no tiene otro fin que asegurarle al presidente la mayoría del Congreso.
Dicho esto, en las siete semanas que nos separan del 12-M, vamos a presenciar un ejercicio de reconversión constitucional por parte del Gobierno y de los dirigentes del PSC que ya me hubiera gustado ver hace unos meses, cuando Junts condicionó su apoyo a Sánchez a la aprobación de una medida (la amnistía) que, antes de las elecciones generales, el propio presidente afirmaba que no cabía en la Constitución.
Este ejercicio de postureo político en nada afectará al desarrollo de las negociaciones, paralizadas por razones electorales, con ERC y Junts.
Lo que opine Sánchez de un posible referéndum de autodeterminación estará en función de su cálculo electoral tras el 12-M. Y podría suceder, no es la primera vez que esto ocurre, que algo nítidamente inconstitucional se transforma en abiertamente constitucional si la mayoría parlamentaria que sustenta al presidente corre peligro.
Por tanto, no le den mucha importancia a este gesto, hecho para la galería y para ganar votos. Porque convicción en esta remisión al TC no hay ninguna. Bien lo sabe Conde Pumpido.
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