Óscar Puente acudió el pasado lunes al confesionario de Carlos Alsina y denunció que los opinadores españoles le han rebozado en insultos últimamente. Entre otras cosas, se han metido con su físico. "Al presidente le critican por guapo y a mí por feo, qué se le va a hacer", vino a decir, queriendo evidenciar la falta de originalidad de los columnistas de los que brotaron esos adjetivos, que ciertamente no son mucho más sofisticados que las referencias escatológicas para ilustrar sobre las filias y fobias. El 'caca, culo, pedo, pis'. Periodismo de vanguardia. La edad de oro de la prensa española. La revolución digital.

Debería saber Puente que en la capital del Reino se critica por sistema y casi por afición, hasta el punto que nadie que asome la cabeza por encima del cuello de la camisa puede estar plenamente seguro de que no se va a llevar un capón. Hay quien es famoso por insultar y por señalar. A unos por feos y a otros, por lo contrario. No es una cuestión de cánones, sino de mala leche, que abunda. A días, rebosa.

A Puente no le odian por feo, sino por deslenguado. La belleza no tiene nada que ver. De hecho, Pedro Sánchez tiene buen porte, pero también se le critica porque detrás de sus gestos de suficiencia se intuye que sufre de la inseguridad de Narciso, siempre bien enmascarada con altivez, pero generalmente destructiva, dado que genera monstruos con cara de ángel. Sus enemigos le llaman 'Pedro el guapo' por eso. Saben que así le hacen daño.

Ser guapo no es sencillo cuando quieres dar la imagen de estadista, pero ser feo es peor. Hay que saberlo llevar con dignidad y a veces resulta imposible, dado que la fealdad aboca al rechazo y eso a la larga puede avinagrar el carácter y pudrir el alma. Los feos llegan al galope donde los guapos lo hacen al trote. Los primeros lo intentan sobre-compensar con el desarrollo de otras capacidades. Eso a veces crea genios, pero, otras, monstruos. Personas que -por inseguridad- nunca evitan una bronca, no toleran las críticas y no pueden resistir sin pronunciar la última palabra en una discusión.

Mr. Handsome y Óscar Puente

Ahora bien, ¿qué es peor? ¿Sufrir a quien describe tus defectos y deformidades o lamentarse porque no ensalzan tus atributos? Pagaba Ferraz hace no mucho -y quizás todavía lo hace- a una señora para que gestionara una cuenta en las redes sociales que se llamaba Mr. Handsome. La citada community manager -barda de Ferraz- estaba dedicada a subrayar la belleza del presidente. Lanzaba piropos a sueldo y ensalzaba la belleza del líder. Algo va mal en el guapo cuando necesita que se lo digan. Quizás sea ego frágil o quizás vacío interior. A lo mejor se despeña el presidente por una pendiente pedregosa cuando se compara con otros y comprueba que es sólo un hombre atractivo, pero no el más atractivo; y desde luego tampoco el más brillante.

Cuando la jauría detecta esa oquedad en el alma del político odiado u odioso -sea quien sea, como dijo Alsina-, se lanza a por ella. Así que a Sánchez le llaman 'Pedro, el guapo' porque es evidente que esa cualidad le perjudica en algunos ámbitos. Por dentro y por fuera.

A Puente tampoco le llaman feo por serlo, del mismo modo que los apreciados comentaristas de quien firma estas líneas no se refieren a él como "donante de pelo" por calvo. O a lo mejor sí, según el caso. Sea como sea, todo va en el sueldo y no hace falta encargar a nadie que recopile las críticas e insultos que recibe, como reconoció Puente a Alsina. Porque a quien opina le rebaten y, en ocasiones, le faltan al respeto. Puente lo ha hecho con sus rivales -que pregunten en el PP de Valladolid- y hay veces que se la han devuelto con recargo e intereses de demora.

Un Gobierno que busca el enemigo externo

Aquí el problema no es ni la belleza ni los insultos, sino la actitud. Los periodistas buscan audiencia y, a veces, a toda costa (y nadie estamos libres de pecado), aunque eso implique insultar. Frente a ellos, el Gobierno peca desde hace un tiempo de la angustia hipócrita del gobernante que ve peligrar su posición y se tiraniza. Se vuelve intolerante a las críticas e inventa conspiraciones y organizaciones enemigas. Le ocurrió a José María Aznar durante su última legislatura, cuando se acaudilló y comenzó a perseguir rivales y, si le hubieran dejado, a torear coches en la autopista. Quien dijo eso de "progres de pacotilla", dejó de soportar incluso la más lógica crítica parlamentaria. Napoleón se desató.

Sánchez y su tropa se sienten débiles y observan el futuro con preocupación. Da la impresión de que, hagan lo que hagan en Cataluña y en País Vasco, y elijan a quien elijan para gobernar esos territorios, el Ejecutivo va a resultar herido de muerte. Huelen a decadencia y ésta siempre puede aceptarse con digna resignación o esquivarse con mil atajos. En este sentido, se puede culpar al apuntador del declive; o se puede emprender una campaña contra los periodistas críticos -y eso engloba a los buenos críticos y a los mamarrachos- y definirlos como “el sindicato del crimen” o “la fachosfera”.

La actitud de Sánchez, Puente y compañía recuerda a la de Juan Luis Cebrián en sus últimos días como presidente de Prisa, cuando empezó a referirse a sus opositores como peligrosos empresarios con intereses indeterminados. ¡Cebrián, que había recurrido a todo tipo de estrategias para sobrevivir! El día que le arrinconaron, en un cómico arrebato de dignidad liliputiense, se levantó de su sillón en el Consejo de Administración y afirmó: "Me voy a ver al rey". Todos dedujeron que el tirano débil había disparado su última bala, que ya era de fogueo.

Aquí sucede lo mismo: se intenta atribuir la situación complicada del Ejecutivo a la capacidad de intoxicar de la prensa crítica. La facha. La que miente y falta al respeto. Hay quien incluso, como Puente, entra al trapo; y claro, en un ecosistema con sobrepoblación de hienas, como es el de la prensa madrileña, sabana seca, selva cruel, nunca faltarán candidatos para atizarle. Para llamarle feo o incluso guapo si eso le duele más. Óscar, pero mira que eres guapo, le dirán sin sarcasmo si ven que reacciona como niño picajoso.

Lo que resulta bastante gracioso y motivo de sorna es que tenga la piel tan fina el diputado que antes de ser ministro, durante el intento de investidura de Núñez Feijóo, saltó a la tribuna del Congreso como un toro revirado para despotricar contra el PP. O quien, durante su época de alcalde de Valladolid -buen regidor, por cierto- utilizaba Twitter para despotricar contra unos y otros; y era capaz de emprenderla contra los ciudadanos que criticaban los atascos. Muchas veces, con estilo zafio. Como el que ahora le duele.