El PP va a montar una comisión de investigación sobre el caso Koldo en el Senado, donde tiene mayoría absoluta, y el PSOE, con la ayuda de sus socios, va a montar otra comisión sobre la compra de material sanitario en el Congreso, donde tienen mayoría.
El caso Koldo tiene su origen en la compra de mascarillas y material sanitario durante la pandemia, por lo que habrá una duplicidad en el objeto fundamental de investigación en las dos comisiones. Por cierto, los convocados que estén investigados judicialmente pueden acogerse a su derecho a no declarar.
Si miramos lo que está pasando desde una cierta distancia llegaremos fácilmente a la conclusión de que el único fin de las dos comisiones es poner a caldo al adversario político. En las comisiones que se han llevado a cabo hasta ahora en el Congreso (y han sido bastantes) nunca se ha sacado nada en limpio. De la del caso del ex gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, por ejemplo, apenas si queda aquel recuerdo de las duras palabras del diputado socialista Hernández Moltó: "Señor Rubio, míreme a la cara, de frente. Me recuerda, ¿no?".
Era puro teatro. Había que escenificar la decepción hacia el hombre por el que habían puesto la mano en el fuego y creyeron que lo más apropiado era tratarle como a un guiñapo.
Las comisiones de investigación siempre han tenido ese aroma de auto de fe en el que el partido de la oposición buscaba castigar al gobierno a cuenta de un caso de corrupción que ya había cobrado cierta notoriedad.
Las comisiones de investigación del Congreso y el Senado sólo tienen como objetivo echar basura sobre el adversario
Pero lo que ocurre ahora es inaudito. Dos comisiones al mismo tiempo, una en cada cámara y con un objetivo en parte coincidente.
La utilización de las instituciones con fines espurios es uno de los males que aquejan a nuestra democracia. En este caso, esa instrumentalización es tan burda que hasta da un poco de vergüenza ajena. El descaro con el que se planifican supera todos los límites. Como siempre, la clave está en las comparecencias. ¿A quién se va a poner a los pies de los caballos? ¿A quién se librará de la vergüenza de tener que escuchar reproches y acusaciones que luego, si alcanzan el volumen adecuado, se reproducirán en todos los medios de comunicación?
El objetivo del gobierno es que el duelo quede en tablas, que el ruido sea tan potente que los sufridos ciudadanos terminen por apagar el televisor o la radio exclamando el socorrido: "¡Todos son iguales!". PP y PSOE se miran de reojo. Hasta ahora sólo se han filtrado algunos nombres, aunque todavía la lista oficial no sea más que una amenaza. Si el PP sube el listón hasta llegar a Begoña Gómez, esposa del presidente, o al mismísimo Pedro Sánchez, el PSOE hará comparecer no solo a Isabel Díaz Ayuso, sino incluso al propio Núñez Feijóo.
¿Qué objetivo tiene todo esto? Lograr titulares y machacar al contrincante.
La política española ya está suficientemente inflamada como para que echemos más gasolina al fuego. Ayer, Carlos Alsina entrevistó al líder de Compromís, Joan Baldoví. El motivo de la conversación era saber su opinión sobre la decisión del juez de exculpar a Mónica Oltra de un presunto encubrimiento del delito de abusos sexuales de su ex marido. No había hecho más que empezar a hablar cuando Baldoví arremetió contra la presidenta de la Comunidad de Madrid. Fue un episodio revelador de hasta qué punto lo único que le interesa a muchos políticos es denigrar al contrario, aunque no venga a cuento.
Oltra dimitió como vicepresidenta de la Generalitat fundamentalmente porque el entonces presidente valenciano, Ximo Puig, forzó su salida, cosa con la que estuvieron de acuerdo algunos líderes de Compromís. ¿Verdad, señor Baldoví?
Compromís puso el listón de las dimisiones en la imputación del cargo público. Ese criterio fue el que llevó a la izquierda valenciana a arremeter con furia contra Rita Barberá. Sin embargo, algunos sólo lo ven la paja en el ojo ajeno. Como bien demostró ayer el señor Baldoví.
Si los líderes políticos fueran conscientes del daño que este intercambio de basura hace no sólo al Parlamento, sino a la democracia, pondrían freno a esta locura.
Yo he perdido toda esperanza de que la sensatez se imponga. Nos esperan unas semanas de brocha gorda, insultos y poca sustancia. Lo único que le hacía falta a nuestra clase política era la puesta en funcionamiento de este circo de dos pistas. Por cierto, con elecciones vascas, catalanas y europeas de fondo. Ganar, ganar, eso es lo único que importa.
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