El gobierno de Pedro Sánchez ha anunciado que existe la voluntad de reconocer a Palestina como Estado independiente. Este hecho ha levantado polémica, y la oposición lo ha visto como la enésima cortina de humo por parte de la Moncloa. Tal como dijo el portavoz del Partido Popular en el Congreso, Miguel Tellado, se ha de buscar de paz y la solución pasa por los dos Estados, pero sin protagonismos. Por su parte, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha declarado que el lugar de Palestina está en la ONU. Ha dicho que España lo reconocerá como Estado soberano y que espera que esté en la ONU como tal.
De los 193 Estados presentes en la ONU reconocen a Palestina 139. A Israel tampoco lo reconocen todos: en total, 164. En el caso de la Unión Europea solamente nueve países de los Veintisiete reconocen a Palestina. Son los siguientes: Bulgaria, Chipre, Eslovaquia, Hungría, Malta, Polonia, República Checa, Rumanía. La gran mayoría lo hicieron en 1998 y pertenecían al antiguo bloque comunista.
Pero antes de Palestina, cuyas fronteras aun están a debate entre los diferentes organismos internacionales, sería relevante abordar la situación de Kosovo. España es uno de los pocos Estados europeos que no reconoce la independencia kosovar. El resto son Rumanía, Moldavia, Eslovaquia, Grecia, Serbia, Chipre y Bosnia-Herzegovina. Esta última porque la minoría serbia bloquea el reconocimiento.
Además, hay una contradicción importante en la posición española, igual que en la de Grecia, Rumanía y Eslovaquia. Desde el 1 de enero de este año Kosovo forma parte del espacio Schengen, y, por lo tanto, todo ciudadano kosovar puede desplazarse sin necesidad de visado por todos los Estados suscritos al mismo tratado de libre circulación, a pesar de no formar parte de la Unión Europea, igual que el resto de los Estados de los Balcanes, como Albania, Bosnia y Herzegovina, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia, todos ellos reconocidos internacionalmente. Así pues, el hecho de que España abogue por que Palestina esté en Naciones Unidas como Estado soberano e independiente, profundiza más la contradicción con no reconocer Kosovo.
La invasión rusa de Ucrania también ha provocado tensión en los Balcanes occidentales, donde el presidente de Serbia cada vez sitúa su retórica ultranacionalista en un plano principal. Las críticas de Aleksandar Vučić hacai la Unión Europea y la OTAN, a los que reprocha su ayuda a Ucrania, a pesar de no estar ni en la UE, ni en la OTAN, cada vez dan más pie a erigirse como un nuevo Orbán en Europa del Este.
El contexto geopolítico demanda que la Unión Europea debe estar unida, sin posiciones dispares sobre cómo hacer frente a los retos en Ucrania o en Israel. Sánchez, por su parte, ha reconocido que Albania estaba haciendo un gran progreso para formar parte de la Unión Europea, y Bosnia-Herzegovina ha recibido el visto bueno por parte de las instituciones europeas para abrir las conversaciones de Estado candidato.
Así pues, las cosas se aceleran en los Balcanes. Por un lado, se reconoce a Kosovo como Estado vinculado al Espacio Schengen, y por lo tanto se reconoce el pasaporte kosovar. Mientras que, por otro, se abre la puerta a que Bosnia-Herzegovina entre en la Unión Europea, mientras Albania avanza hacia la adhesión. En este contexto Kosovo no pude quedar en tierra de nadie.
Serbia, por su lado, está retrocediendo en cuando a libertades civiles y políticas, tal como ha confirmado el último informe de Freedom House, y ha cerrado acuerdos de seguridad y cooperación con Rusia en plena invasión de Ucrania. Sería recomendable pues, que la UE coordinara su posicionamiento al respecto, si Serbia decide ir más allá, sin saber qué será el más allá. El presidente Vucic dijo que pasaría a otra fase si Kosovo era miembro del Consejo de Europa, y por lo tanto fuera reconocido como un Estado más.
La situación en Palestina es grave, hay una profunda crisis social y humanitaria como consecuencia de la invasión israelí de la Franja de Gaza, pero ésta solamente ha profundizado más los problemas humanitarios y políticos que había. Pero también fue importante la crisis social y política de Kosovo, y allí España participó dentro de la KFOR hasta 2009, cuando se retiró de manera extraña, al no consensuar con el resto de las fuerzas de la alianza atlántica que lo haría. Y aun así no reconoció al nuevo gobierno de Pristina. Por su parte, en el Congreso se han apoyado iniciativas que avanzaran por el reconocimiento de Palestina donde el PP y el PSOE han votado a favor, y han contado con casi la unanimidad dentro de las Cortes.
Francia reconoce a Kosovo aunque teme el secesionismo corso mientras Italia sigue teniendo el Tirol del Sur
Y aun así no ha habido movimiento diplomático alguno. Otro sinsentido de los reconocimientos diplomáticos, mientras que por un lado no reconoces a quien ayudas y a quien reconoces el pasaporte, por otro tardas en reconocer a quien se consensúa para hacerlo. Hay quien puede pensar que es por la situación que tiene España con los secesionismos vasco y catalán, pero Francia lo reconoce teniendo a Córcega, Italia también teniendo el secesionismo del Tirol del Sur, incluso lo hace Turquía teniendo el secesionismo kurdo. Reino Unido también, teniendo el secesionismo escocés. Pero reconocer a un Estado no te obliga a reconocer otro.
En conclusión, si España avanza en el reconocimiento de Palestina, también debería avanzar en el reconocimiento de Kosovo. Se acercan tiempos difíciles en los Balcanes con la invasión rusa de Ucrania, y con la deriva ultranacionalista de Milorad Dodik, presidente de la República Srpska, y la de Vucic, presidente de Serbia. Aliados ambos de Rusia en muchos aspectos.
No reconocer a uno de los Estados clave no ayuda a sumar esfuerzos con el resto de la Unión Europea. En la misma posición debería estar Rumanía o Grecia, pues la fraternidad ortodoxa que presentan con Serbia no es, ni será correspondida, por el esfuerzo económico y militar de ambos países con Ucrania. Si urge, como dijo Sánchez, reconocer Palestina, tanto o más deberíamos reconocer a Kosovo.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado
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