El lunes 15 de marzo de 2004, la figura exultante de José Luis Rodríguez Zapatero apareció en el cementerio civil de Madrid para visitar la tumba de Pablo Iglesias, entiéndase, del fundador del PSOE. Los cadáveres políticos de momento no reciben sepultura.
ZP no fue solo al camposanto, sino que lo hizo acompañado de quien entonces era uno de sus grandes amigos, que también estaba convencido de la necesidad de honrar al líder del partido tras la victoria electoral. Ese individuo era Javier de Paz, exsecretario general de Juventudes Socialistas y actual consejero de Telefónica. Ilustre miembro de la beautiful people asociada al partido, tan bien tratada en estas últimas legislaturas, gorda de poder y agraciada con sueldos que están muy por encima del SMI.
De Paz llegó a Telefónica en 2007 junto a Manuel Pizarro. Ambos se beneficiaron de esa filosofía tan singular que mantuvo César Alierta, que pasaba por mantener contentos a los partidos a partir del reparto de sueldos entre militantes, simpatizantes o, al menos, relacionados. Unos engordaban su patrimonio, los accionistas pagaban.
José María Álvarez-Pallete no es Alierta, y eso es muy evidente. De hecho, tras su llegada rompió varios de los contratos políticos, ante el pasmo de algunos que no le entendieron porque consideraban que los criterios subjetivos eran tanto o más importantes que los objetivos. De Paz -empresario- sobrevivió a esa purga y todavía sigue allí como consejero externo y como parte de algunas de las estructuras de decisión del grupo. En el órgano de gobierno de Telefónica compartirá espacio a partir de ahora con Carlos Ocaña Orbis. También en la Comisión Delegada, que no es poca cosa.
La tesis de Pedro Sánchez
El nombre y los apellidos de este último figuran en el libro La nueva diplomacia económica española, que versa sobre el mismo tema -con partes exactamente iguales- que la tesis de Pedro Sánchez Castejón, presidente del Gobierno y hombre profundamente enamorado de su mujer. Ocaña fue jefe de gabinete de Miguel Sebastián y su sombra ha planeado en los últimos años por varias 'entidades afines', desde Paradores hasta Prisa, lo que demuestra su influencia, su valía... o que es 'culo de buen asiento'.
Su incorporación a Telefónica evidencia varias cosas. La primera es que el PSOE no siente la necesidad de caminar de puntillas llegados a este punto. Impone, ejecuta y trocea sin mayores miramientos porque considera que su misión sobre el Estado es la buena y única válida.
Allí nadie parece cuestionarse la conveniencia de gastar 1.400 millones de euros para tomar una participación en Telefónica -pese a no disponer de Presupuestos Generales del Estado- o incluso de haber anunciado su intención de estudiar una posible operación con Naturgy. Por supuesto, la vigencia del escudo anti-OPAs tampoco puede discutirse, como tampoco la creación de una Comisión Nacional de la Energía, el establecimiento de impuestos o terminología tan chafardera como la que habla de “beneficios caídos del cielo”.
Podría alguien pensar que esta política invasiva nos conduce irremediablemente hacia el fracaso, dado que las sociedades prósperas son aquellas en las que los gobiernos facilitan las relaciones comerciales entre sus individuos; y no las que poseen gobernantes que quieren ser el perejil de todas las salsas. Así sucede en España. De ahí que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales se haya hecho con el 7% de Telefónica. Y de ahí que haya designado como consejero -sin miramientos y sin escrúpulos- a quien fue asesor de Miguel Sebastián e 'investigador privado' para Pedro Sánchez.
¿Sálvese quien pueda?
A partir de ahí, esto puede interpretarse de dos formas, tal y como sugerían fuentes cercanas a la operadora de telecomunicaciones este martes. Por un lado, se puede pensar que Pedro Sánchez y el PSOE están dispuestos a avanzar en su estrategia para tomar el control de las empresas estratégicas y quizás para cumplir su propósito de crear un 'campeón nacional' que incluya a Telefónica, Indra e Hispasat, controlado desde la SEPI. Ése era, de hecho, el proyecto inicial e incluso hay quien considera que tiene cierto sentido en estos tiempos, en los que la geopolítica obliga a redoblar esfuerzos en el terreno de la defensa nacional.
Pero, por otra parte, hay quien piensa que 'el de Moncloa' es un zombi político y que con estas acciones apresuradas -y sus consiguientes órdagos- lo que está haciendo es asegurar posiciones en consejos de administración para que su partido mantenga cierto peso cuando pierda el gobierno y para que nadie de los suyos se sienta zaherido o abandonado, en una acción peronista que -desgraciadamente- ya no extraña por estos lares. De Paz entró en Telefónica con ZP en el Ejecutivo y ahí sigue, con su trono reluciente, más reforzado que nunca. Lo mismo ha sucedido con los Sebastián, Pepe Blanco, José Montilla y compañía en otras cotizadas. No se confundan: el hecho de que alguno pontifique en las tertulias no significa que se aplique el cuento para sí mismo.
No parece que un Gobierno que ni siquiera es fuerte en el Parlamento -y con un socio descompuesto- tenga la fortaleza suficiente como para llegar a dominar las cotizadas, pese a derroches de dinero público como el que ha realizado en Telefónica. Ahora bien, si pierden el poder (si ocurre), alguno tendrá que quedar. Deberá Ocaña entonces obedecer a la nueva SEPI, pero tampoco le pagarán mal. A él y al resto. Que les quiten lo bailado.
Una cosa es rendir culto a Pablo Iglesias y al socialismo clásico... y otra cosa es querer ser pobres. Defender el socialismo no implica el ser idiota.
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