Recuerdo cuando Feijóo quería “galleguizar” Cataluña, que sonaba un poco a apaciguarla dulcemente con lluvia y grano. Ahora, sin embargo, parece que lo que quiere es desokuparla a cachetazos de Albiol o de esos seguratas bulbosos que se dedican a la cosa llevando hasta cinturón de bricolaje para las hostias. De repente, todo el problema de los nacionalismos de la lluvia fina, de la pela fina o de la amnistía fina ha desaparecido y ahora la prioridad, el miedo, es el inmigrante. Sí, parece una preocupación no ya de Abascal sino de la señora Marta Ferrusola, con los moritos de África o de Andalucía sentados en sus parques, descalzos como pescadores de perlas o ladrones de Bagdad. Hasta Borja Sémper ha abandonado su pose de profe guay de ética y su bicicleta de Verano azul para coger las estadísticas de delincuencia y los colores Pantone y empezar a hacer reveladoras correlaciones. Yo no sé cómo andará Feijóo con lo de galleguizar Cataluña, pero diría que va más o menos igual que con lo de encontrar su opinión y su destino.
Lo de galleguizar Cataluña, o galleguizar el PP, a lo mejor sólo se refería a dejarlo todo en el aire hasta que Feijóo decidiera qué quería hacer con el partido y con España. O hasta que las cosas cayeran por su propio peso, como una cosecha. Es una manera de pensar muy de Rajoy, muy de mirar al reloj de cuco esperando que te haga el trabajo como se mira la olla exprés esperando que te haga la comida. Yo creo que Feijóo no quería entonces galleguizar nada, ni ahora tampoco quiere robarle realmente a Abascal ni el discurso ni la espada asacristanada de los reyes matamoros. Yo creo que Feijóo sólo quiere comerse algo en Cataluña, un rosco o un calçot, y no sabe muy bien cómo, así que simplemente imita a los que cree que van a comerse algo más que él. A mí me parece que el problema de Feijóo es que no se va a plantear nada, ni qué pensar ni qué hacer, hasta que no haya ganado. Claro que así lo mismo ni gana. Feijóo está esperando a ganar para saber qué tiene que hacer, y eso está entre la pereza, la cobardía y el delirio. Mientras, improvisa o copia, como los malos estudiantes.
Feijóo no sabe todavía qué hacer, pero quiere ganar y está acojonado por no ganar. Quiere crecer en Cataluña, quiere ir acosando a Sánchez con la sombra o la patita, así que opta por el atajo demagógico
Feijóo no sabe todavía qué hacer, pero quiere ganar, está impaciente por ganar y está acojonado por no ganar. Quiere crecer en Cataluña, quiere ir acosando a Sánchez con la sombra o la patita, así que opta por el atajo demagógico como Romanones optaba por el duro mohoso. Este discurso sobre la inmigración y la delincuencia lo puede defender Sémper con la hoja de cálculo o con el bigote de cepillo, pero es el ariete falaz de la ultraderecha, que además siempre canta muchísimo, porque se ve pronto que están más enfocados en la pureza que en la legalidad, en señalar al colectivo con el prejuicio que en atajar el delito con medios o con leyes. La ley, como no discrimina, o no debería, no es tan buena solución ni propaganda para estos patriotas, que prefieren los filtros preventivos, sean cromáticos, geográficos o culturales. Por eso suelen hablar de gente que “no acepta nuestra cultura” o “no se integra”, cuando no se trata de la cultura sino de la ley. Pero estamos hablando de xenofobia cuando yo creo que lo del PP en Cataluña no es xenofobia sino desorientación y canguelo.
El PP copia a Vox en Cataluña porque es lo que tiene al lado, como el estudiante que decía yo, estudiante no necesariamente malo sino a lo mejor sólo vago, o inseguro, o demasiado gallego para Cataluña o quizá para toda España. Bueno, el PP copia a Vox y a Ferrusola y a Sílvia Orriols, la candidata de Aliança Catalana (es difícil destacarse como ultraderecha en la derecha catalana, pero ella lo lleva con naturalidad y lujo, como un cucharón de plata en la mesa). En realidad la xenofobia no tiene que ver con el espectro ideológico sino con la realidad de la episteme nacionalista. Es decir, que no creo que Puigdemont sea mucho más xenófobo que Junqueras, ni Abascal que Puigdemont, ni Orriols que Abascal. El nacionalismo no puede existir sin enemigo exterior, así que el colono o el invasor son tan necesarios como la bandera, la historia, la pela y el corazoncito. Hasta el PSC es nacionalista, por complicidad y por complejo (es así sobre todo desde Raimon Obiols). Pero estamos hablando de nacionalismo cuando yo creo que lo del PP en Cataluña no es nacionalismo sino desorientación y canguelo.
La galleguización de Cataluña quizá sólo intentaba copiar un poco el nacionalismo (el regionalismo tanxugueiro de Feijóo o el nacionalismo colillero del PSC). Y la desokupación de Cataluña quizá sólo intenta copiar un poco la derecha de trabuco de Abascal, que por lo que sea tiene más éxito allí que la derecha de reloj de cuco de Feijóo. Pero esto parece mucho copiar, que a Feijóo sólo le queda copiar a los indepes (aunque ya se acercó a Puigdemont, tontería que le obligó luego a fingir un susto o un calambre). Bueno, también le queda intentar copiar a Ciudadanos, que llegó a ganar en Cataluña haciendo algo completamente nuevo que ahora parece, a la vez, completamente olvidado y completamente imposible.
Seguramente el PP no es que quiera galleguizar ni desokupar Cataluña, es que tiene miedo. Feijóo tiene miedo, quiero decir. Tiene miedo a decidir porque tiene miedo de perder, tiene miedo a hacer porque tiene miedo de equivocarse, tiene miedo a ser porque tiene miedo de desaparecer, y son ya muchos miedos, mucho tembleque y muchas torpezas para alguien que aspira a gobernar España. Para no caerse de Cataluña o para no caerse del torreón maldito de Génova, donde a cada líder parece que le espera un rayo, Feijóo puede empezar a dejar a su partido sin criterio y sin pie. Diría que Feijóo va a acabar por copiar a Sánchez, si no me pareciera una decisión demasiado brutal y tajante para alguien tan indeciso.
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