Para el presidente del Gobierno, Javier Milei es un retrógrado populista que forma parte de la fachosfera global. Es como Orban, Meloni, Abascal o incluso Díaz Ayuso. Alguien que sólo piensa en recortar derechos, además de gastos. Un error de la historia.
Pedro Sánchez no había definido hasta ahora dónde quería fijar el eje de la campaña para las elecciones europeas. Pero ahora, ese problema ya lo tiene resuelto. Será el paladín del combate contra "el auge de la ultraderecha" y utilizará al presidente argentino como un icono al que fustigar y ridiculizar.
Mientras que el Rey Felipe VI acudió a su toma de posesión el pasado 10 de diciembre, el gobierno español no estuvo presente en el acto. Fue toda una declaración de intenciones. Después, a través de las redes sociales, o en mítines e intervenciones públicas, distintos ministros e incluso el propio Sánchez no se han cansado de calificar a Milei de ultraliberal populista y, en privado, no se han recatado en tildarle de "loco".
Después vino el comentario de Oscar Puente, en el que le atribuía el "consumo de sustancias" para explicar algunas de sus diatribas. El ministro no pidió perdón, sino que simplemente se arrepintió de haber dicho lo que dijo porque no pensó que pudiera tener tanta repercusión.
Milei no es un político al uso. Hizo su campaña con una motosierra en ristre, tiene una relación especial con un perro (Conan) que ya murió, pero con el que se sigue comunicando,.. En fin, no es Churchill.
Pero es el presidente de Argentina, un país con el que España mantiene una intensa relación tanto económica como cultural y de ciudadanía (los argentinos no necesitan visado y hay cientos de miles de argentinos viviendo en España y viceversa). Tradicionalmente, España y Argentina han sido socios y amigos. Por todo eso, el presidente argentino merece un respeto.
Con sus gestos, Sánchez demuestra más debilidad que fortaleza y evidencia que para él la política exterior es sólo un instrumento de la política doméstica
Milei llegó a España para asistir a un acto de Vox en Madrid. No pidió reunirse con nadie del Gobierno, ni tampoco con el Rey, cosa que podía haber hecho al ser jefe de Estado. Venía a lo que venía. Primero, antes de acudir a la plaza de toros de Vista Alegre, se reunió con un grupo de empresarios. Estaban todas las empresas importantes, pero ninguno de sus presidentes. Es un dato. Por si las moscas, Botín, Pérez, Torres, Galán, etc. no se hicieron la foto con él. Mandaron a sus segundos o terceros espadas.
El presidente argentino vino a echarle una mano a su amigo Abascal y sabía que nada podía hacer más feliz al líder de Vox que él le diera un repaso a Sánchez donde más le duele.
Metió la pata, sin duda, al llamar corrupta a Begoña Gómez aún sin mencionarla. No debió hacerlo y el gobierno hizo bien en llamarle la atención.
Pero todo tiene un límite. Albares pudo convocar al embajador de Argentina para mostrar el disgusto del gobierno. O bien, llamar a consultas a la embajadora española en Buenos Aires. Hacer las dos cosas es ya un tanto excesivo. Pero el tono subió ayer al anunciar el titular de Exteriores la retirada de la embajadora. Lo cual quiere decir que María Jesús Alonso Jiménez ya no es la representante de España en Argentina, ni podrá volver a serlo a no ser que Albares la vuelva a nombrar embajadora, lo que necesitaría el plácet del gobierno de Milei.
Mientras que en Madrid el conflicto diplomático escala, en Argentina las cosas se toman con un poco más de calma. Ayer, la canciller Diana Mondino calificó el encontronazo como "una anécdota", y descartó la retirada del embajador en España o tomar otras medidas para responder a Sánchez.
Estamos ante una sobre actuación evidente e interesada que sólo tiene un fin: calentar la campaña de las elecciones europeas y afearle al PP que no saliera corriendo a darle un coscorrón a Milei.
La diplomacia está para rebajar tensiones, no para azuzarlas, que es lo que está haciendo el gobierno español, con un Albares presto siempre a cumplir los deseos de su jefe.
Si Milei sigue sin pedir disculpas al gobierno, cosa que estén seguros que no hará, ¿cuál será el siguiente paso?.
El gobierno no sólo ha sobreactuado al responder desproporcionadamente a los comentarios de Milei, sino que ha cometido algunos errores de bulto, como, por ejemplo, convertir a la mujer del presidente en "una institución". Además, ha confundido el honor herido del presidente con una afrenta a la nación. De ser sincera esa vocación de defensa a ultranza de España, no se explica la pasividad con la que Sánchez soportó los improperios de López Obrador, o los dedicados al pueblo español por el presidente colombiano Petro. Por no hablar de los insultos que sus socios de coalición dedican de vez en cuando a la Monarquía, llamándola "corrupta".
Sánchez ha demostrado más debilidad que fortaleza con este incidente. Una vez más demuestra que para él la política exterior no es más que una herramienta para usar en política doméstica. Y, lo peor, es que, con su comportamiento, deja sentado que son las críticas o acusaciones a su esposa lo que más le preocupa. Su verdadero talón de Aquiles.
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