Estábamos tan inmersos en la guerra de trincheras, en la crispación y en el odio fratricida, que nos habíamos olvidado de que otra forma de hacer política es posible. Luis Abinader, un suponer. El candidato del partico Revolucionario Moderno, o el partido renovado de Francisco Peña Gómez, Hipólito Mejía y de Luis Abinader, ha ganado las elecciones de forma clara y rotunda en República Dominicana y en Ultramar. Y lo ha hecho planteando una campaña desde la moderación, desde el respeto a las reglas del juego democrático y hablando de las cosas del comer. En un tiempo en que el debate público se ha reducido al fango, a la payasada en bucle, al tuit de brocha gorda, al juego sucio y a la distopía y el montaje (todo por influencia del trumpismo de nuevo cuño), se agradece que vuelva el perfil del estadista razonable y sensato con su nuevo estilo de gobernar, con un ese que parecía definitivamente superado y pasado de moda por influencia del haterismo y la polarización extrema.
El gran plan de la extrema populista de Leonel, maestro del populismo o autoritarismo democrático (dictadura democrática tal como personalmente lo defino en mis trabajos de investigación sociológica) que consiste en demoler el Estado de derecho desde sus cimientos mismos, empezando por la buena educación y terminando por convertir la democracia en un ring violento donde el juego limpio (fair play) a la hora de intercambiar ideas y opiniones ya no tiene cabida. Toda esa nueva ola (new wave) ultra se la ha saltado Luis Abinader sin dedicarle ni un solo minuto. Durante los 15 días de mítines y actos públicos no le hemos visto entrar al trapo de los insultos que le iban cayendo siempre por los mismos, o por el mismo tanto dentro como fuera. Y no será porque Alianza Rescate RD, no le ha dado candela tratando de provocarle para que se echara con ellos al fango de la política. Él hacía oídos sordos, pasando de todo y de todos, yendo a lo suyo y a vender su "libro". Hay que tener mucho temple, mucha contención, mucho coraje y sangre fría cuando el mitinero de turno te "mienta a la madre", te implica en un asunto de corrupción que nada tiene que ver contigo o te arroja a la cara la vieja historia que nada tiene que ver contigo. Hay que tener los nervios muy de acero y las espaldas muy anchas para no revolverte con todo ante una provocación o injusticia y responder a un exabrupto a otro que sí tiene historia aun pendiente de exponer y confesar al pueblo dominicano.
¿Estamos ante un hombre con la sangre de horchata? En este mundo no hay nadie a quien no le remueva el orgullo por dentro. Nos encontramos más bien ante el último representante del estoicismo clásico, un Séneca a la dominicana. Vivimos tiempos convulsos en los que la filosofía ha quedado para cuatro contemplativos, numismáticos o románticos de la historia del pensamiento humano. No hay más que echar un vistazo al personaje, a ese rostro serio, curtido e impertérrito, a ese busto romano de mármol marchito algo pasado de su inteligencia, para entender que ahí hay un político especial, un ser peculiar, y a su vez atractivo por lo que tiene de original, de íntegro, cuando en su oficio en general la integridad ya no se lleva, de señor a contracorriente.
A Luis Abinader, más que metido en la guerra cruenta de la política, uno lo ve deambulando por la estoa de la vida, entre columnas dóricas y plácidos jardines, con un libro de Herodoto bajo el brazo y sumergido en sus propios pensamientos. Ya no quedan políticos así, se extinguieron todos en la edad de Pericles. Pero debemos felicitarnos de que los Abinader, los rebeldes silenciosos, los revolucionarios del alma y del mundo interior, que son los que más falta hacen en este convulso siglo XXI, estén de vuelta otra vez. ¿Para qué sirve la filosofía?, nos preguntamos a veces. Para esto, para esculpir a cincel a un hombre egregio que es un bloque de oro macizo en bruto en medio de un desierto humano. Para aunar en un solo estadista todo lo bueno de la democracia y la política. El estoicismo es más necesario que nunca, mayormente para que los y las dominicanos y dominicanas no terminen en manos de ese "disfrazado rescate", o sea a manos de "trileros" como fueron los gobiernos anteriores de Leonel y Danilo. No podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar lo que pensamos y llevarlo lo mejor posible. Autocontrol, autodominio, razón y superación de las pasiones, del placer, del dinero. Solo así se llega a la felicidad (eudaimonía), a la tranquilidad de espíritu, al cielo en la tierra, a la justicia y a la igualdad real.
Con ese programa electoral tan sencillo, con la lección de la afabilidad, la tolerancia y la amistad por banderas, sin gritos ni estridencias, se ha llevado de calle el candidato del Partido Revolucionario Moderno a millones de dominicanos. Y los electores, confundidos, aturdidos y descolocados ante un hombre diferente que no vociferaba, que no insulta y que seguirá avanzando con su nuevo estilo en favor del pueblo dominicano.
Sin duda, Abinader es el personaje político más interesante de nuestro tiempo en la Republica Dominicana. Un estadista singular digno de estudio para los entomólogos de las tertulias televisivas. No me extrañaría "que tenga la costumbre a ponerle un perejil a San Pancracio" ante las citas trascendentales de la vida. No nos extrañaría. Ya no hay nadie que haga estas cosas (los modernos influencers le ponen velitas a San Google), y el santo romano de la buena suerte y el azar (no hay un juego más aleatorio que la política), sabe ser generoso con quienes menos tienen, que van camino de ser los nuevos menesterosos escasos de votos, los nuevos cristianos perseguidos por el neronismo fascista. No será el más, tal vez, inmediato pero sí el más listo.
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