“Somos muy pobres, pero cuando vimos llegar a todas estas personas con miedo en los ojos, olvidamos nuestra pobreza”. Así me lo expresó un líder comunitario de uno de los pueblos de acogida de personas refugiadas malienses en la Mauritania oriental. En el Día de África, quiero compartir esta frase, corta pero poderosa que aún me emociona, y que ejemplifica con total precisión uno de los valores inherentes y más loables de las sociedades africanas: la solidaridad. Una solidaridad que viene acompañada de una ciudadanía participativa dispuesta a estar al pie del cañón para ayudar al prójimo y superar los múltiples obstáculos a los que se enfrenta el continente.
En Acción contra el Hambre trabajamos desde hace muchos años en la región donde conocí a este líder comunitario mauritano. Allí, en Hodh Ech Chargui, 9 de cada 10 malienses que llegan a Mauritania se refugian con las comunidades autóctonas. Se trata de comunidades que tienen muy pocos recursos, especialmente agua y comida. A pesar de ello, la gente del pueblo no dudó en dar la bienvenida y ofrecer regalos a quienes llamaban a sus casas huyendo de la violencia. “No nos podemos olvidar nunca de ellos. Siempre hemos sido un remanso de paz para la gente que lo está pasando mal y lo seguiremos siendo”. No solamente desde Acción contra el Hambre apoyamos a la población refugiada y a la de acogida a partes iguales porque es nuestro deber, sino porque ellos mismos nos están diciendo que es así como lo tenemos que hacer. Diseñamos los proyectos humanitarios con las comunidades.
Las personas afectadas por la violencia y la inseguridad pueden sentirse abandonadas por Estados que no tienen la capacidad para responder a sus necesidades
Colaborar con las personas locales y asociarse con los actores locales, como hacemos en Mauritania, es lo que llamamos, en el sector humanitario, localización. Nunca perdemos el acceso directo con las personas beneficiarias de nuestros programas. Trabajamos con las comunidades y agentes locales para incentivar, acompañar y fortalecer sus mensajes y la respuesta, aportando nuestra pericia técnica y humanitaria, nuestra relación con donantes y haciendo todo lo posible para que sus voces lleguen a espacios de toma de decisión. Las personas afectadas por las múltiples crisis son las que deben decidir su futuro, ya que la necesidad solo la entiende la persona que necesita.
Esto es de especial importancia en contextos de conflicto en África en los que trabajamos desde Acción contra el Hambre, como Malí, Níger, Burkina Faso y Sudán. En todos estos países, las personas afectadas por la violencia y la inseguridad pueden sentirse abandonadas por Estados que no tienen la capacidad para responder a sus necesidades y por unas partes en conflicto que no las respetan.
En Sudán, una de las mayores crisis de hambre del mundo actual, estamos trabajando en zonas como Darfur donde el acceso humanitario es muy difícil. Tanto los equipos en el terreno como las personas que apoyamos desde España hacemos todo lo posible por entrar y llegar hasta donde están las personas afectadas por la violencia. Solo así podemos escuchar lo que otros no escuchan, conocer y comprender a través de actores locales como líderes comunitarios o personal sanitario las necesidades de la población y desarrollar un plan de respuesta de emergencia acorde a lo que nos cuentan.
La lucha contra la desnutrición infantil en África también reside en el corazón de las comunidades locales. Antes, cuando un menor estaba desnutrido, la única solución era que las madres, quienes habitualmente llevan la carga de los cuidados, llevaran a sus pequeños a los centros de salud para ser tratados. Pero muchas de ellas no podían: o bien porque tenían a varios menores a su cargo que no podían dejar solos, o bien porque debían caminar decenas de kilómetros hasta llegar al primer centro sanitario disponible. Fueron ellas mismas las que nos dijeron que lo que estábamos proponiendo no estaba funcionando. De ahí nació la gestión comunitaria integrada (ICCM por sus siglas en inglés), una estrategia que consiste en formar a agentes sanitarios que residen en las propias comunidades para detectar signos y síntomas de desnutrición en menores de cinco años. De esta manera, se pudieron empezar a tratar a los niños y a las niñas malnutridos en su propio hogar, expandiendo así el acceso a tratamientos y servicios que salvan vidas. Pero no nos quedamos ahí: más allá de encontrar la solución técnica a los problemas que nos transmitían las familias, las organizaciones humanitarias y otros actores trasladamos sus mensajes a legisladores y actores políticos. Las peticiones de las mamás se convirtieron en políticas y estrategias gubernamentales.
Las peticiones de las mamás se convirtieron en políticas y estrategias gubernamentales
África, normalmente retratada por Occidente como pasiva e incapaz de solucionar sus propios problemas, tiene, por el contrario, una sociedad civil muy activa. Desde Acción contra el Hambre llevamos a cabo un trabajo importante para fortalecer a esta sociedad civil africana ya existente y hacemos junto a ellos que sus propuestas lleguen a esferas de toma de decisión.
Comparto un ejemplo. Hemos desarrollado un proyecto en Malí y otros cuatro países al que hemos llamado “Derecho a crecer”. Las entidades que estamos involucradas en este proyecto hemos creado una plataforma de diálogo directo entre las organizaciones de la sociedad civil locales y sus gobiernos. En el proceso, hemos capacitado a los miembros de estas organizaciones para crear espacios de debate sobre salud y nutrición, fomentar la reflexión, para generar propuestas y desarrollar habilidades comunicativas. Gracias a esta plataforma, la sociedad civil maliense ha conseguido que el gobierno de su país haya reconocido el derecho al agua como un derecho constitucional. Es un logro histórico que acabamos de presentar en el Foro Internacional del Agua celebrado este año en Bali.
Los problemas africanos deben ser resueltos por los africanos y las africanas, quienes son un ejemplo para el mundo entero. Como me dijo el líder comunitario del pueblo de Mauritania: “Tenemos que preservar este oasis -África, Mauritania- no solo por el pueblo refugiado de Malí, no solamente por nosotros, sino por todas y cada una de las personas que habitan este planeta”.
Paloma Martín de Miguel es Directora de Operaciones en África de Acción contra el Hambre
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