El PSOE abrió el jueves la campaña de las elecciones europeas en Valencia. Cartel de lujo: Teresa Ribera, Pedro Sánchez y... Rodríguez Zapatero.
El presidente del Gobierno, vestido con camisa vaquera, no desaprovechó la visita de Milei a España para añadir pimienta al mitin. Dijo: "¿Imagináis si vuelven las tijeras de los hombres de negro a Europa con la motosierra de la ultraderecha?". Aplausos y risas.
Nadie se acordaba ya, o no querían acordarse, de que fue Rodríguez Zapatero el presidente que ha aplicado el mayor recorte de gasto en España. Fue en mayo 2010, hace ahora catorce años, cuando, urgido por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional, y el progresista presidente de EE.UU. Barak Obama, el presidente socialista congeló las pensiones y recortó un 5% el sueldo de los funcionarios, entre otras medidas de recorte no precisamente social. Hasta tal punto, que los sindicatos le convocaron una huelga general en septiembre de ese año para frenar la "derechización" de la política económica.
"El año que Zapatero giró a la derecha", tituló en diciembre de 2010 en Público un extenso artículo el periodista Gonzalo Pérez Alba, que no era precisamente ultraliberal. Hubo, en efecto, muchas críticas tanto en el PSOE como, sobre todo, a la izquierda del PSOE, al cambio de rumbo impuesto por una situación económica agónica. "Mi responsabilidad -declaró Zapatero tras su intervención en el Congreso de los Diputados del 12 de mayo, en la que presentó el paquete de ajuste- la de un presidente del Gobierno es pensar en el futuro del país, más que en cualquier otro futuro político o personal". Luego, en una larga entrevista en El País (21 de noviembre de 2010), reconoció que su mayor error había sido "empeñarme en el debate de si había crisis o no". Para los que no vivieron aquellos años, hay que recordar que, antes del recorte, aplicado más que con tijera, con motosierra, el Gobierno se empeñó en que España no estaba en crisis, sino que vivía una "desaceleración económica". En esa misma entrevista, Zapatero decía sobre el Sahara: "La solución no se puede imponer a ninguna de las partes, tiene que ser fruto del acuerdo". Que se lo diga a Pedro Sánchez, que todavía no ha explicado por qué ha aceptado la soberanía de Marruecos sobre el Sahara imponiéndosela sin consultar al pueblo saharaui.
El ex presidente no sólo es el telonero favorito de Sánchez para sus mítines. Consulta con él temas importantes y ZP se jacta de que habla más con él que con algunos ministros
La hemeroteca, o la memoria, suelen ser el mejor antídoto contra la demagogia. Ver ahora a Zapatero a la derecha de Sánchez, cuando fue él quien apoyó de manera decidida y pública a su contrincante en las primarias, Susana Díaz, no deja de ser una muestra del signo de nuestro tiempo: siempre al lado del vencedor. Ahora es un hooligan de Sánchez. Pero no sólo eso.
Zapatero se ha convertido en una especie de vicepresidente político en la sombra. No es conforma con ser el telonero favorito del presidente para arengar a las masas en los mítines. A él le consulta temas políticos muy importantes. Y se jacta de hablar más con Sánchez que muchos ministros.
Esta influencia de Zapatero tiene su origen en la crisis de julio de 2021. Cuando José Luis Ábalos e Iván Redondo -entre otros- fueron arrojados al barranco, por usar una expresión del anterior jefe de Gabinete, sin esperarlo ni quererlo.
¿Quién entró entonces en Moncloa? Oscar López (director de Gabinete del presidente) y Antonio Hernando (director adjunto del Gabinete), dos de los peones, más bien alfiles, de José Blanco, ahora al timón de Acento, uno de los lobbies más exitosos del país. Hernando llegó a trabajar allí, hasta que le llamó su amigo Oscar para reclamar sus servicios al lado del presidente. Los tiempos habían cambiado. ZP ya se paseaba por Moncloa como asesor del presidente.
Sánchez pensaba que podía volar solo, en compañía de su mago Redondo, al que dio un poder extraordinario en el gobierno. Pero Zapatero le convenció de que necesitaba al partido, de que no podía prescindir del partido. Que le necesitaba a él. Una de las claves de la crisis nunca explicada de julio de 2021 es precisamente esa: el regreso de Sánchez al partido, de la mano de Zapatero, que tuvo, además, otra consecuencia inmediata: el ascenso de Félix Bolaños.
Justo unos minutos después de concluir el mitin de Valencia, el ex presidente del Gobierno, Felipe González, acudía al Hormiguero, para ser entrevistado por Pablo Motos, un periodista al que Moncloa ha situado en la cada vez más amplia órbita de la "fachosfera".
Felipe estaba desinhibido. Hablaba sin cortapisas y dijo lo que piensa sin importarle mucho lo que piensen otros de lo que él diga. Retrató con crudeza a Zapatero cuando dijo de él que había dejado la peor herencia en Cataluña, "y ahora viene a salvarnos", añadió con sorna. A él le atribuyó que el PSOE haya perdido la vocación de ser partido mayoritario para convertirse en comparsa y, además, estar contento con ello.
Zapatero, que declaró cuando dejó el gobierno que se iba a dedicar a "contar nubes", tumbado en un pinar de León, parece que terminó cansándose de ese rol contemplativo. Hace tiempo ya que no cuenta nubes. Él está ahí. Por si acaso, por lo que pueda pasar. Algunos políticos piensan que son incombustibles o que su partido no puede vivir sin ellos. Eso es lo que le pasa a Zapatero. Vamos a ver quien se harta antes o quién deja de necesitar al otro primero. Por ahora, Sánchez y Zapatero son pareja de hecho.
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