Desde que Begoña Gómez llegó a la Moncloa nos temimos lo peor. A diferencia de todas las esposas de los presidentes anteriores, no estaba allí para ayudar a su marido en las tareas de Gobierno, sino para hacer negocios. Su anterior ocupación en marketing la llevó a organizar ejércitos de estudiantes que salían cada día a la calle con el único objetivo de captar socios para oenegés de prestigio. Si conseguían sacarles la tarjeta de crédito a seis personas cada día podían llegar a cobrar hasta 800 euros al mes. Este era su negocio antes de ser la esposa del presidente del Gobierno.
Llegó al Palacio de la Moncloa en agosto de 2018, e inmediatamente cogió la excedencia en su empleo. Todos pensaron que lo hacía para ayudar en la intendencia de la casa, pero no, lo hizo para ser nombrada, al mes siguiente, directora del Instituto de Empresa África Center, un puesto creado expresamente para ella, igual que la dirección de la cátedra de la Universidad Complutense para una profesional sin licenciatura ninguna, cargo sin sueldo oficial, pero con patrocinadores que lo pagaban todo, privados y públicos: La Caixa, Reale Seguros, Globalia... pero también empresas públicas como Red.es o Correos. Hoy, que lleva más de un mes imputada por la justicia, sigue impartiendo cursos de “Reputación empresarial” en una Universidad pública como la Complutense. Lo nunca visto. Nada de lo que ha hecho en cinco años podría haberlo hecho de no ser la esposa de Pedro Sánchez y haber recibido su apoyo.
David Azagra, hermano del presidente, fue contratado a dedo por la Diputación de Badajoz justo a los dos meses de ser nombrado Pedro Sánchez secretario general del PSOE por segunda vez. A partir de ahí, el Gobierno aumentó la financiación para su dirección orquestal hasta los 1,6 millones de euros. El hermano del presidente tiene un patrimonio que no justifica su sueldo. Cobra dinero público de España pero vive en Portugal, y Hacienda dice que no pasa nada. Mira a otro lado. Durante meses la prensa denuncia el escándalo, pero nadie denuncia el caso en los tribunales. La Fiscalía ni está ni se le espera, y los partidos de la oposición están en campaña permanente. No tienen tiempo. Ha tenido que ser, de nuevo, el sindicato Manos Limpias quien lo haga. David Azagra no podría trabajar cobrando dinero público ni vivir en Portugal para pagar menos impuestos sin consecuencias si no fuese hermano de Pedro Sánchez.
El padre de Pedro Sánchez tiene una fábrica de plásticos llamada Playbol S.A.. Antes de que su hijo llegara a ser presidente facturaba poco más de 500.000 euros al año. Tras serlo, triplicó su facturación a 1,5 millones en tan solo dos años. El padre dice haber vendido la empresa poco después de que su hijo llegara a la Moncloa, aunque no cambiara de nombre, y casualmente desde que no está recibe una lluvia de subvenciones, ayudas Covid y fondos ICO del Gobierno de su hijo a través de Nadia Calviño, o Reyes Maroto cuando estaba en el ministerio de Industria. Una cosa es segura: la empresa Playbol no habría cobrado millones en ayudas y subvenciones si no fuese del padre de Pedro Sánchez. En pocos días esta tercera denuncia familiar será presentada en los tribunales, y veremos si es la última o todavía hay más casos de más familiares directos.
Es la prensa no subvencionada quien hace el trabajo de la Fiscalía
Es la prensa no subvencionada quien hace el trabajo de Fiscalía. Son unos pocos sindicatos y asociaciones de derechos civiles quienes denuncian estos casos de corrupción, no los partidos de la oposición. La UDEF de la Policía Nacional ya no recibe el encargo de los jueces para investigar los casos de corrupción del Gobierno porque se han ocupado de colocar a las personas adecuadas en los puestos adecuados, por lo que es la UCO de la Guardia Civil quien lo investiga todo. Y mientras tanto, Pedro Sánchez, además de mentir, que en eso es experto, sigue remando sin mirar atrás, aunque ya se encuentra al borde de las cataratas que le harán ahogarse en un mar de fango.
Estas denuncias periodísticas no son fango, presidente, es su familia y ha sido usted quien ha facilitado que hoy tengan que visitar el banquillo, y quién sabe si en un futuro la celda de una prisión.
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