Se da por hecho que los grupos de extrema derecha van a tener una fuerte subida en las elecciones europeas del próximo día 9. Los Conservadores Reformistas Europeos (donde se encuadran Vox y el partido de Giorgia Meloni, Fratelli d'Italia) e Identidad y Democracia (con Marine Le Pen y la Liga de Matteo Salvini a la cabeza) podrían alcanzar los 200 escaños, de un total de 720 con que cuenta el Parlamento Europeo.

Aunque no presenten candidaturas conjuntas, Le Pen ya ha hecho un llamamiento a los líderes de ECR para actuar como un bloque en la cámara. Les unen ideas tales como reducir los poderes de Bruselas, la dureza contra la inmigración, la revisión de la agenda verde y la defensa de los agricultores. Los de Meloni son más liberales que los de Le Pen, partidarios de estados soberanos fuertes, con un toque intervencionista, pero los puntos en común son suficientes como para conformar un bloque coaligado que superaría al Grupo de la Alianza de Socialistas y Demócratas, donde se encuadra el PSOE, por primera vez en la historia.

Todos los sondeos dan por hecho que la victoria será para el Partido Popular Europeo, en el que milita el PP. Otros grupos, como Renew, en el que participa el partido de Macron, los Verdes, o la Izquierda están en baja. Por ahora, el partido de Viktor Orbán (Fidesz), con buenas perspectivas, está en el grupo de los no adscritos, pero nunca votará con la izquierda.

Tendremos, por tanto, un europarlamento dominado por la derecha pero en el que el PPE no tendrá mayoría para sacar sus iniciativas adelante si no pacta con los otros dos grandes grupos de la cámara: los socialistas o el bloque de la extrema derecha.

El guiño de Von der Leyen a Meloni, no descartando su apoyo para renovar al frente de la Comisión, ha servido para delimitar dónde está la línea roja para pactar con ECR: el apoyo de Europa a Ucrania frente a Rusia. Porque es ahí precisamente donde la ultraderecha tiene posiciones más dispares. Tanto Le Pen como Orban han mostrado simpatías hacia Putin. Aunque probablemente la líder de Reagrupamiento Nacional comience a virar sobre ese asunto si ve que así puede ganar poder e influencia en Europa.

Ahora bien, si, finalmente, el PPE pacta con ECR, el PP tendrá que redefinir su posición respecto a Vox, que, hoy por hoy, es contradictoria: pacta con el partido de Abascal en comunidades autónomas y ayuntamientos mientras se distancia de él en el Congreso para evitar que el PSOE le acuse de ser lo mismo que la extrema derecha.

En su momento más crítico, el debate sobre los grandes asuntos europeos brilla por su ausencia. Mientras, se da por segura una fuerte subida de la extrema derecha. Y, además, no existe un líder en Europa con autoridad para marcar un horizonte

La estrategia del PP de crecer a costa de Vox y reducir su peso electoral a la mínima expresión no ha resultado exitosa. Al menos, no del todo exitosa. Los sondeos dan a Vox una subida de entre dos y cuatro escaños en las europeas. Y, en unas hipotéticas elecciones nacionales, seguiría siendo el tercer grupo del Congreso, muy por encima de Sumar.

Todo ello, nos lleva augurar una Europa que, con toda seguridad, será más restrictiva respecto a la inmigración y menos ambiciosa en la llamada agenda verde. De hecho, uno de los grupos que más peso puede perder en estos comicios es el de los Verdes.

Por eso, no tiene sentido mantener una política, como hace la izquierda en España, de "cordón sanitario" respecto a la extrema derecha. Entre otras cosas, porque partidos alineados en ese espectro gobiernan ya en Italia, Holanda, Hungría, Croacia, Finlandia, Eslovaquia y República Checa. ¿De verdad se puede hacer un cordón sanitario respecto a partidos que sumarán más que los Socialistas?

A la hora de pactar, lo importante deben ser los principios. Pero igual que los partidos de extrema derecha han sido muy claros en sus líneas maestras, el PPE se ha mantenido en una indefinición que le permite hacer una cosa y la contraria.

No sé como ha sido la campaña en otros países, pero aquí, en España, ha estado dominada por los asuntos de política doméstica. Se ha hablado más de la amnistía o de la corrupción del PSOE por el caso Koldo y las aventuras empresariales de la esposa del presidente que de cuál debe ser el objetivo de descarbonización o en cuanto deben aumentar las ayudas a los agricultores. O si hay que aumentar significativamente los gastos en defensa. Por su parte, el PSOE se ha defendido con un único argumento: el PP y Vox son lo mismo. Si uno tuviera que adivinar a qué elecciones estamos llamados el día 9 por lo que dicen los líderes en sus mítines sería muy difícil acertar.

De hecho, serán las revelaciones sobre los escándalos políticos las que puedan determinar en los próximos días si el PP amplía su ventaja sobre el PSOE o si bien los socialistas siguen recortando la distancia respecto al partido liderado por Núñez Feijóo. Cómo será la cosa que la concentración celebrada en Madrid el pasado 26 de mayo hablaron varios líderes del PP... ¡menos la cabeza de lista a las europeas, Dolors Monserrat!

Las elecciones del próximo 9 de junio son probablemente las más importantes de las celebradas en las últimas tres décadas. En primer lugar, porque se van a revisar agendas que se creían inamovibles en temas tan sensibles como inmigración o reducción de gases invernadero y porque se tienen que definir los objetivos para una defensa común. En segundo término, porque partidos que antes eran minoritarios, situados a la derecha del PPE, ahora van a tener poder y van a ser necesarios para gobernar. Tercero, porque la izquierda va a sufrir un serio correctivo. Y, por último, y tal vez más importante, porque en un momento crítico, con una guerra en Ucrania que puede ganar Putin, en Europa no hay un líder de talla: no lo es el presidente de Francia, ni el canciller de Alemania. En resumen, que Europa se la juega y vamos sin rumbo.