Yo creo que Feijóo no quiere ganar, sólo quiere volver a casa, meter los pies en una palangana, ponerle al jilguero una hoja de lechuga y cortarse una tajada de melón fresca, luminosa y afilada como una guadaña. A veces, Feijóo parece que se marea con las encuestas, como un quinielista que se marea con las cuentas de sus propias fantasías o temores, o se asusta de ver tanta gente entoallada de banderas delante de él en las manifestaciones, como si tuviera que tirar un penalti. Entonces, se diría que sólo quiere escapar, y por eso dice cosas como que se pensó la amnistía 24 horas o, ahora, que habrá que ver cómo está el contexto para una moción de censura, aun sabiendo que necesitaría a Puigdemont. A ver si Puigdemont no es su enemigo sino su salvación, que siempre termina recurriendo a él como el que recurre a san Cucufato. Quizá Feijóo confía en Puigdemont más que en nadie, no ya para que le ayude a gobernar sino para que le ayude a perder definitivamente.

Yo creo que Feijóo no quiere ganar, sólo quiere ser un anacoreta de quesos y cantimploras de calabaza, o sólo quiere ser un político de pueblo, como un cura de pueblo, con bautizos y picatostes, que no todos sirven para los vaticanismos de la alta política o la alta teología (miren a Page, que lleva toda la vida de cura en su pueblo, como don Camilo, criticando desde los cómodos confesionarios hojaldrados, y le va bien). Alguna vez he dicho que Feijóo torpea, cojea o remolonea porque tiene miedo a hacer, a decidir, a equivocarse, a perder. Pero ya estoy pensando que el problema no es que no sepa qué decir o hacer para ganar, sino que no sabe qué decir o hacer para perder. No sería el caos de la duda sino la mala excusa para la desgana o la renuncia. Feijóo no sería al final como Rajoy, o sea una manera grisácea de ser político como esa manera grisácea de ser español. Quizá Feijóo no quiere estar ahí pero tampoco sabe cómo quitarse dignamente de en medio, y por eso lo vemos siempre como un suicida parado en la bruma de los puentes.

A quién se le ocurre sacar a Puigdemont como socio, como invocación o como consuelo… Porque sacar la moción de censura es sacar a Puigdemont, que no hay otra, y sacar a Puigdemont es negarse uno mismo igual que se niega Sánchez. A lo mejor esa es la forma que tiene Feijóo de mandarlo todo “a la mierda”, que ahora ya se puede decir porque lo ha dicho Yolanda, convertida en una Caperucita progre, borde y empoderada que te hace peinetas por encima del bote de mermelada o por debajo del delantalito. La verdad es que el PP no estaba haciendo campaña europea ni dejando de hacerla, con una Dolors Montserrat que se diría condenada al baúl como el peor de los muñecos de un ventrílocuo. El PP estaba haciendo una cosa sosa, inercial, doméstica, toda hule de bandera como hule de cocina, toda amnistía y toda Begoña, que aun siendo un asunto grave y ridículo, y sin saber si terminará en escándalo, a lo Imelda Marcos, o en comparaciones cómicas, a lo mujer de Iker Jiménez, tampoco es para sostener una campaña europea. La campaña les estaba saliendo regular, o sea bien, que el PP aún ganaba, así que quizá una moción de censura con Junts era justo lo que hacía falta para cargársela.

Feijóo no quiere ganar, o él y su equipo están tan perdidos por aquel torreón de fantasmas y fareros de Génova que no hay diferencia. No sé si decir que es imposible, pero desde luego es muy meritorio que las prisas se confundan con la desgana, la contención con el caos, los bandazos con la amplitud de programa y el entusiasmo con la autodestrucción. Las elecciones europeas no son una reválida ni un ensayo, y por muy dañino que esté siendo Sánchez, al que sólo le faltan hombreras de flecos y un Taj Mahal con chorritos para Begoña, no se trata de derribarlo en este domingo que tiene algo de extranjero o de pagano. El sanchismo no es un invento, sino un éxito, pero yo veo poca mitología en Sánchez y Begoña para estas europeas mientras al presidente le siguen funcionando Milei y Trump y Podemos hasta te manda cartas con dibujos de Franco, Hitler, Mussolini, bombarderos y panzer, que el sobre parece uno de aquellos sobres con ejércitos de plástico que se vendían en los quioscos a los niños (los votantes son como niños ahora).

Ganar con Puigdemont no es ganar, pero quizá Feijóo ya no sabe si es preferible ganar las elecciones o ganar la paz

Ganar con Puigdemont no es ganar, pero quizá Feijóo ya no sabe si es preferible ganar las elecciones o ganar la paz. A lo mejor Feijóo no quiere ganar, sino irse a pescar truchas con botas hasta los pezones, o a tallarse una pipa de cedro como un mascarón de proa aqueo, y que lo dejen tranquilo, que ya está harto de fingir que ha conseguido la Champions por las fuentes municipales, robándoles las banderas a las diosas de piedra y a los taxistas. O bien, a pesar de todo, Feijóo quiere ganar pero todavía no ha tenido tiempo, o ganas, o equipo, para planear cómo hacerlo, mucho menos para planear qué haría con el país si ganara, que no sé qué da peor impresión. Sánchez puede caer o no por Koldo, por Begoña, por Marruecos o por Puigdemont, pero caería seguro si el PP empezara a tener proyecto mejor que caricaturas, fiabilidad mejor que excusas, ideas mejor que ocurrencias y un equipo de verdad mejor que un torreón con apariciones y jilgueros.