No era fácil igualar el peor resultado histórico de La 1 en el horario de máxima audiencia porque existen precedentes muy penosos. Por ejemplo, el programa de debate de Javier Ruiz, el de Ernesto Sáenz de Buruaga o aquel concurso de Silvia Intxaurrondo que sirvió para elegir al mejor español de la historia. En su cuarto programa, marcó un 3,3% de cuota de pantalla, un dato que superan a diario los documentales de La 2. Dicho esto, tampoco puede decirse que el debate a 9 bandas que emitió el jueves la radio-televisión pública concitara mucha más atención entre los españoles; cosa inexplicable si se tiene en cuenta que participaron algunas de las luminarias más rutilantes de la Corte española.
Los siguió sólo el 5,6% de la audiencia, menos de 600.000 espectadores. Fue un desastre. Podría decirse que no siempre lo bueno gusta o que los productos de calidad excelsa no gustan a las masas. O podría reconocerse que fue algo indigno. Un esperpento. Prueba de ello es su momento de máxima tensión, que se produjo en el bloque en el que se hablaba de inmigración. Fue ahí cuando Irene Montero se quitó el limitador de velocidad, giró su cara hacia el atril de Jorge Buxadé (Vox) y clamó: “Te digo que eres un racista porque eres un racista”. El otro, ofendido, camisa abierta, colgante al cuello, respondió: “Pues yo te llamo suelta-violadores porque eres una suelta-violadores”.
Mientras tanto, el moderador, Xabier Fortes, siempre presente en estos casos, pedía “generosidad” a los presentes y Jordi Cañas -el capitán del Titanic de Ciudadanos- se negaba a concederla mientras se atribuía la ponencia del arroz; y Teresa Ribera, los avances en política de clima. El esperpento lo remataba el candidato de Junts, que hablaba en catalán para luchar por su derecho a que no le entiendan la mayoría de los españoles que en estas elecciones le podría votar. Le pusieron traducción simultánea, así que tampoco se le escuchó bien. Podría haber lanzado sus proclamas en griego. Nadie lo hubiera notado. Golpe letal al procés.
Superficialidad lamentable
Si cualquiera de los dramaturgos que estrenan en el Teatro del Barrio, de Lavapiés, hubieran tenido encomendada la tarea de despotricar contra España, hubiera bastado con aprender los diálogos de este coloquio. Argumentos a ras de suelo, proclamas lerdas e Irene con el pañuelito palestino, para que se vea lo que defiende y lo que le diferencia de Sumar, que apoya a Israel, dicen desde la izquierda morada. He aquí este país. Esto es lo que hemos construido entre todos. Demagogia, eslóganes climáticos y migratorios (“Ningún ser humano es ilegal”; “No cabe aquí toda África”), hedor a digestión lenta y simbolismo estúpido; es de suponer que para convencer a los indecisos de que se queden en casa.
He aquí este país. Demagogia, eslóganes, hedor a digestión lenta y simbolismo estúpido
La política contemporánea es esto y a esto se le llama trumpismo, que no es exclusivo del abuelo yanqui del peinado lacado ni de un partido. Es la forma más habitual de dirigirse a los votantes. Todo es ruido y agitación; y nada es lo que parece. Todo tiene que ser ‘vendible’, aunque no sea verdad. Y todo tiene que responder a la lógica 'resiliente' que defiende Begoña Gómez en ese vídeo que circula por internet en la que viene a decir -en una mesa redonda- que no es lo mismo transmitir al público que eres el dueño de un restaurante que un empresario que contribuye a que las personas se “eduquen en una dieta sana” a través de recetas basadas en productos de proximidad.
Volvemos a Bauman: la ‘sociedad líquida’ es en realidad el reino de la inconsistencia, de las verdades efímeras, de los titulares efectistas y de los gestos vacuos que son tomados como planes robustos. El pañuelito de Irene, la alusión a las Fuerzas de Seguridad del Estado de Dolors Montserrat…; el marketing 360 y “de proximidad” de Begoña… o la última visita a una tienda de discos por parte de Yolanda Díaz. “Es fundamental apoyar al comercio de proximidad”. Pero, señora, ¿qué va a hacer entonces? Pues lo que toca: ser sostenibles, resilientes y todo eso.
Esta forma de hacer política se ha impuesto aquí y allá. No es casualidad que Donald Trump, después de ser condenado hace unos días, hablara de prohibir los medios que lanzan fake news y de un tribunal corrupto que actuaba de parte de los demócratas. Aquí lo dijo Pedro Sánchez. Exactamente las mismas palabras. El uno es una versión del otro. Parte de la misma estrategia, que consiste en dudar de la inteligencia de los ciudadanos a sabiendas de que todo vale y de que, por tanto, a lo mejor en muchos casos no están muy equivocados al concluir que no sobran luces en los cerebros de unos cuantos. Es curioso cómo, a sabiendas de esto, tan evidente, tan lamentable, Miguel Ríos anda estos días preocupado y paseándose por los programas de LaSexta para pedir el voto para la izquierda. Siempre aparecen los artistas en el circo electoral. Llora Almodóvar, canta Miguel contra el enemigo.
Así que como todo es tan cutre y chabacano en el terreno político, entra dentro de lo normal que el jueves la gente prefiriera a Jorge Javier Vázquez. La noche la ganó Supervivientes con el 21% del share. Y tiene pinta de que Alvise también conseguirá un buen resultado. Si jugamos a eso, es normal que nos ganen los especialistas.
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