Menos mal que ha vuelto el trifachito, eso que parecía tan lejano, un poco como si volvieran los Fruitis (esa cosa de la piña Gazpacho que tiene Alvise Pérez). Si no, tendríamos que decir que todo sigue igual tras estas elecciones, que apenas han sido una escapada de fin de semana probando quesos por Europa. Sánchez sigue en el fango como en el jacuzzi, con la presidenta Begoña dentro, con rodajas de pepino en los ojos y un teléfono de góndola para las recomendaciones. Yolanda Díaz sigue de vicepresidenta pin y de musa lánguida, tan lánguida que no sabemos si ha dimitido del todo o sólo se está tomando cinco días de desmayo o espá, con esos pececillos que te comen los pies. Los indepes siguen a lo suyo, o sea con la reconciliación, la normalización y el reencuentro con ellos mismos y su guerra santa patriótica. Hasta Feijóo sigue ahí, ni ganando ni perdiendo del todo, por no destacar más que nada, que destacar descoloca a su equipo y a él le da ansiedad. Pero ya digo que hay nuevo trifachito y eso yo creo que ha hecho rejuvenecer a Sánchez o a toda España.
Alvise es como si triunfara otra vez Chikilicuatre o como si Kiko Rivera debutara de nuevo como DJ, o sea que no sólo nos devuelve aquella derecha trifálica, que dijo Dolores Delgado en un lapsus grandioso, sino que nos la devuelve con nostalgia y espectáculo. No es ya como si volviera Rebeca, la de Duro de pelar, sino como si volvieran Gil y Gil, las Mamachicho, Ruíz Mateos y el Yoyas, todo junto y envuelto en el aura hipnótica e incomprensible del Pozí. Alvise les parece muy nuevo pero lo único que pasa es que usa Telegram en vez de Telecinco. Por lo demás, tiene más de Paco Porras y sus amigos que de Ibai de fiestuqui. Pero es espectáculo, que yo creo que eso es lo que le faltaba a Sánchez. La verdad es que Abascal ya no parece ni siquiera un machaca de gimnasio, sólo un dependiente de sastrería antiguo, muy apretado y digno de braguero. Y Feijóo es triste, lento y gris como un deshollinador o un cochero. Y así no se puede hacer sanchismo, o no se puede hacer con vistosidad.
Alvise es justo lo que necesitaba Sánchez, que nuestro presidente se da cuenta de que está él solo dando espectáculo, con sus siestas, sus odas, sus caprichos y su emperatriz neronianos. La máquina de fango de la derecha y la ultraderecha la verdad es que sólo parece una máquina de churros fríos y sosos, y lo parece más cuanto más lo repite el presidente, con cara ciertamente de morder un churro frío. Pero Alvise es una feria, una feria ya a la hora de la papa gorda (o sea la tajá) y la grasilla derretida, de las cuatro de la mañana en la Feria de Sevilla o ya en el Charco de la Pava, que los sevillanos me entenderán. Y eso no es ni nuevo ni viejo, sino eterno. Alvise es la ideología de la papa gorda, las soluciones de la papa gorda, el pavo de la papa gorda, la bronca de la papa gorda, y sobre todo las trolas de la papa gorda, que siempre quedan como grandes verdades a la luz de pecera sucia de ciertas horas, lugares o compañías.
La novedad de Alvise es el medio, pero eso es como cuando Pablo Iglesias llegó a través de las tertulias de la televisión y aquello les parecía una invasión extraterrestre
Yo no sé si Alvise es ultraderecha, pero quizá no hace falta ser nada, como no le hace falta a Sánchez. Es, como digo, un populismo de la papa gorda como ya había populismos de la cara bonita, de la patria sagrada o de la mugre incrustada. No hay novedad ni en el frikismo en sí ni en el tipo escogido, que está un poco entre el follonero de Évole y el enterao de los compadres (Alfonso Sánchez y Alberto López) o del Selu de Cádiz. La novedad de Alvise es el medio, pero eso es como cuando Pablo Iglesias llegó a través de las tertulias de la televisión y aquello les parecía una invasión extraterrestre a los del eterno terno azul. Los gurús de los escaloncillos de la Facultad, o de las tertulias, que ya parecen un poco conventuales, ahora son los gurús de las redes, pero el populista y el demagogo estaban ahí igual con las tablillas de cera o con la prensa en formato sábana. Es más importante la desafección general con la política, que viene de no solucionar los problemas reales, que el medio por el que se cuelan frikis que no inventan nada, ni el frikismo ni el cabreo.
Alvise aparece cuando a Sánchez ya le costaba sacar más fango a la máquina de fango, como zumo a un limón seco, ese limón esquinero y nidificado de todos los frigoríficos (por eso cuanto más lo dice más cara de chupar limones se le pone). Alvise no es nuevo, sólo es fresco y está lleno de grasilla fresca como de zumo. Pero se puede pensar que la diferencia entre Sánchez y Alvise es sólo de recursos. O sea que Alvise tiene adolescentes y Sánchez tiene a todo el PSOE. Alvise sólo se tiene a sí mismo multiplicado en filtros y Sánchez tiene a María Jesús Montero, Félix Bolaños u Óscar Puente, y paramos para no abusar. Alvise tiene a Vito Quiles, un poco reportero de Barrio Sésamo, y Sánchez tiene flotas de editoras marmóreas, castillos de televisiones vaticanas y ejércitos de plumillas con escapulario que encima se creen la referencia moral e intelectual del oficio. Mejor no imaginar la desigual competición.
Teníamos una derecha y una ultraderecha que ya resultaban cansinas hasta de pronunciar, y ahora tenemos un nuevo trifachito que se dice enseguida, en un santiamén progre. Teníamos un populismo de la cara bonita, que tampoco es tan bonita, y ahora tenemos un nuevo populismo de la papa gorda, que tampoco es tan nuevo. Pero la cosa se anima para Sánchez, que Abascal ya parecía el Tenorio, que Feijóo se nos dormía tejiendo, que Begoña se arrugaba en el jacuzzi, que amenazaba la lúgubre hora en que nuestro presidente no tendría nada que decir ni nada de lo que desdecirse, y en la que los jueces fachas y los medios fachas se diluirían en fiscalías y prensa europeas. Ahora llega Alvise y se lo da a Sánchez todo, una ultra-ultraderecha reventona que le servirá para renovar y reforzar sus eslóganes, sus purgas y sus purgantes. Llega Alvise, lleno y fresco como aquellos limones del Caribe, donde por cierto ni siquiera hay limoneros. Ya ven que nada es tan nuevo ni tan viejo como pensamos.
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