El artículo se titula Eternamente Yolanda y lo firma Willy Veleta, es decir, el conocido reportero de figura oronda, gafas, barba y melena húmeda. Es la elegía más cruel que he leído desde la que Gregorio Morán le dedicó a Eduardo Haro Tecglen.
Es una oda rencorosa y cínica a la líder de Sumar -o lo que sea-. Es decir, a una política que transmutó espiritualmente cuando alcanzó el Gobierno, en un fenómeno que todavía despierta interés en la comunidad científica. Porque Yolanda Díaz evolucionó -de forma fulgurante- de revolucionaria noventera de pañuelo palestino e inspiración abertzale; a vecina de Nuevos Ministerios con vestido de señora de derechas y discurso rimbombante.
No sólo fue físico el cambio, sino también personal. En poco tiempo, pasó del territorio de los anti-sistema al de la negociación con la CEOE. Parecía que se movía bien ahí y que estaba respaldada por la fuerza de una izquierda robusta, pero la pose estaba tan cogida con pinzas que se ha desmoronado a la mínima. Tal es así que ahora Yolanda Díaz es una víctima y sus enemigos ya han empezado a rondarla con el piolet, elemento que despierta las más inconfesables fantasías eróticas entre sus compañeros. Trotski murió, pero conviene asegurarse de vez en cuando de que no se levanta de la tumba. ¡Pim, pam!
Puñalada trapera
El resultado de las pasadas elecciones europeas resulta muy ilustrativo sobre la salud política de Díaz. Tal es así que sólo fue capaz de obtener 11.000 votos más que Alvise Pérez y un escaño más que Podemos, esquelético. Esa circunstancia la ha aprovechado Willy Veleta para publicar un artículo en el periódico de Pablo Iglesias (Diario Red) en el que no deja títere con cabeza. Ahí define como trepadores, inútiles e incluso drogadictos a quienes fueron antiguos camaradas de los fundadores del partido.
En el texto hay latigazos para todos, pero se lleva la palma 'La fashionaria', a la que critica por la ojeriza que demuestra hacia Podemos y hacia figuras como las de Irene Montero y Ione Belarra. “A mí que no me fastidien. ¿Cómo se puede odiar tanto a la gente que confió en ti y te dio una oportunidad?”. A este respecto, afirma: “Me pareció que se adueñaba de una de las peores enfermedades de este país: la envidia, la zancadilla al de tu propio equipo y los cuidados paliativos a la mediocridad”.
A Errejón le acusa de ser “un holograma proyectado desde Ferraz 70” y a Manuela Carmena, de ser lo contrario a una “Virgen de las magdalenas”. A Ramón Espinar, de “sabandija” que “se masturba con el proceso de caída libre del que fue su partido y le sacó del anonimato”. Y a Elizabeth Duval, de traidora. “Pasó de saludar a saludar a medias, a fruncir el morro, a arremeter contra Podemos como si no hubiera mañana”.
Concluye el escritor que Sumar ha traicionado al espíritu del 15-M -le acusa incluso de haber establecido complicidades con Israel-, del mismo modo que Comisiones Obreras lo ha hecho con “todo currante”. También se refiere a Alberto y Eduardo Garzón, a los que denomina como “los hermanos malasombra”. Sobra decir que a Iglesias le sitúa como una excepción en ese espacio político. Como el mejor de todos. Para eso es amigo y, sobre todo, el pagador.
La vieja izquierda
"Arrepentidos los quiere Dios". Hubo quien se emocionó con esta nueva izquierda cuando se organizó en un partido político tras el 15-M. También la temieron más de lo necesario e incluso un conocido eurodiputado de la derecha, popular por la extraña falta de equilibrio que demuestra al salir de los bares, transfirió su dinero fuera de España ante el riesgo que percibió de que Podemos impulsara expropiaciones y colectivizaciones.
La realidad es que han sido algunos millones de personas las que confiaron en esta nueva izquierda que surgió al inicio de la segunda Década Ominosa, cuando preocupaba la prima de riesgo, Tsipras todavía era un modelo; y García Ferreras daba voz a cualquiera que la emprendiera contra los coches oficiales y contra la casta política. Quienes fuimos comunistas en nuestra estúpida juventud y nos desengañamos sabíamos bien cómo iba a terminar todo eso: en purga tras purga; en el surgimiento de nuevas siglas y en guerras internas cuyo final conduciría al desastre... o al PSOE. Era evidente que, tarde o temprano, se iba a representar la típica comedia dramática que se escenifica cuando hay menos puestos disponibles que candidatos a ocuparlos.
Llama la atención que personajes como Sánchez Mato o Celia Meyer todavía defiendan la necesidad de establecer unos patrones éticos casi sublimes para ejercer cualquier puesto en la vida pública cuando, no hace mucho, recibieron un flotador del Ministerio de Igualdad de Irene Montero para 'pillar' un sueldo público de asesores.
También choca que Díaz subraye en programas como el de Silvia Intxaurrondo que las instituciones internacionales celebran estos días la mejora de las condiciones de vida de los españoles gracias, entre otras cosas, al incremento del Salario Mínimo Interprofesional. Es cierto que ese aumento es positivo, pero también que no saca a nadie de pobre. Hay 2,5 millones de personas que viven con ese sueldo, que equivale al precio de un alquiler normalucho en Madrid. Mientras tanto, la inversión productiva no remonta, lo que sin duda ha provocado que emigre el talento, en busca de mejores condiciones. ¿Acaso mejorarán las expectativas del sistema productivo cuando el populismo patrio acuña expresiones como la de los 'beneficios caídos' del cielo? La ruina nos amenaza por culpa de esta izquierda cutre.
No diría que los españoles viven mejor que en 2014, cuando esta gente saltó a la palestra. Sin embargo, es evidente que ellos sí han incrementado su nivel de vida. Cobrar el SMI te mantiene en el límite de la marginalidad y te aleja del objetivo de la autonomía individual. Percibir un salario de vicepresidenta, sin embargo, te saca de tu Galicia natal, te retira de tu despacho de abogados y te hace vivir a los pies del Paseo de la Castellana, mientras tu cuenta corriente, como las de los Miguel Urban y compañía, aumenta mes a mes.
Dirán que hablar del sueldo de los políticos representa un ejercicio de demagogia, pero no creo que sea mayor que el que realiza esta 'nueva izquierda radical' cuando alardea de haber mejorado las condiciones de vida de los españoles. Porque, como era de prever, no lo ha hecho. Al revés, su futuro es cada vez más oscuro dentro de este lugar en declive.
Si algo han conseguido todos estos es garantizarse una mejor posición personal. Y, como era de prever, terminar a tiros entre ellos. Tal es así que resultó extraño que Taberna Garibaldi no sirviera 2x1 en calimocho el pasado lunes, cuando Yolanda Díaz anunció su pseudo-dimisión.
A lo mejor, si hubiera ido alguno de sus compañeros más cercanos, hubiera realizado frecuentes visitas al baño, por lo que sea, como apunta Willy Veleta en su artículo. Qué cantidad de rencor. Qué cinismo y qué odio.
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