Menuda semana, ¿que no?

Hemos tenido a una ministra de Trabajo a la que hemos visto proteger su empleo por encima de cualquier compromiso con sus votantes. Máxime cuando ha disfrutado tres eventos para fundar un movimiento político como líder y, ahora mismo, no sabemos si de lo que dimite es de un partido, de una coalición, de una agrupación o si, por lo que sea, haría falta un cuarto evento para aclarar el tema.

Tenemos un presidente del Gobierno que, derrotado en unas elecciones europeas (sí, derrotado: anunció victoria en sus mítines, perdió, su candidata no era relevante al público y, además, ya sabíamos antes de votar que no iba a recoger el acta de eurodiputada), tira de forma inmediata de la renovación del Judicial para dejar atrás el resultado y poder atacar a la oposición.

Tenemos un Fiscal General del Estado que sabemos que da órdenes para hacer pública información confidencial (iba a decir “instrucciones” pero lo que se sabe de su filtración suena más a tiranía que a sugerencia) y para que sus fiscales no se opongan a la amnistía.

Una cosa ha amanecido clara tras el resultado del 9 de junio: no hay una mayoría de izquierdas en España. De hecho no hay una mayoría dispuesta a apoyar a Pedro Sánchez para no alinearse con el PP. Es más, la única viable a nivel animosidad debería contar con Vox y parece que, a Vox, le compensa más aguantar en su segmento que alinearse con “la zurda” por un objetivo común, por mucha pinza contra el Partido Popular que se haya intentado ejecutar en campaña.

Decía John Locke que “la gente no puede delegar en el gobierno aquello que sería ilegal si lo hicieran ellos” y James Buchanan, que le gustaba “el ruido de la Democracia”. El caso es que entre la objeción del primero y lo mal interpretado de la ambición del segundo nos encontramos en la España 2024.

No creo que haya una democracia ejemplar, pero sí creo que es responsabilidad del ciudadano, del votante, lograr una democracia exigente

No creo que haya una democracia ejemplar, pero sí creo que es responsabilidad del ciudadano, del votante, lograr una democracia exigente. A fin de cuentas sería todo lo que realmente se necesita para construir un sistema duradero. Pero también creo que se han equivocado los objetivos y que, en los últimos años, se ha impuesto la pervivencia de la persona por encima de la pervivencia del país, no hablemos de su democracia. Digo “democracia” porque su alternativa es el totalitarismo y, en el totalitarismo, a lo que se procura la pervivencia, es a la persona.

Hoy Pedro Sánchez mide todos sus movimientos en votos que aprovechar: si nace Sumar y muere Podemos: votos, porque ¿quién no iba a estar contento con una alternativa en la extrema izquierda siendo uno el partido mayoritario? ¿A quién van a apoyar si quieren un asiento en el Consejo de Ministros: al Pacma?

Si Vox pierde fuerza y gana Alvise, a favor: a fin de cuentas, hace años, Ciudadanos le quitó votos al PSOE por el centro y Podemos por la izquierda, así que ¿por qué no alimentar la misma sensación de desaprovisionamiento al otro lado?

Es más: si no es por los votos que le puedan caer en elecciones generales, ¿a qué mantener a Emiliano García Page con lo “rebelde” que es? ¿Por qué no poner a Isabel Rodríguez? Pues porque Page da votos, aunque esté en contra de los indultos y la amnistía. Pedro Sánchez confía en que, con Page, Castilla la Mancha puede rendir de cara a escaños en el Congreso de los Diputados y eso es todo lo que le interesa: que el socialista castellano manchego, en unas generales, piense “¿cómo no voy a votar a Sánchez si está en contra de la derecha y mantiene a mi Emiliano? ¿Amnistía? Un mal menor.”.

Así que, ahora mismo, a Pedro Sánchez le da igual lo que pase con el relevo de Yolanda. Insisto: si no le apoyan a él, ¿a quién van a apoyar teniendo ministros dentro del Gobierno? A una mala, es decir, a muy mal que decidan el siguiente líder, el peor escenario para Sumar daría votos al PSOE. Así que no importa si el sustituto es Urtasun, Mónica García o Errejón (bueno… este último daría mucho juego con la resistencia que ofrece Pablo Iglesias en su actual papel de satélite).

 Así que cualquier candidato a secretario general (qué pesadilla de terminología heredera el Presidium) de Sumar le viene bien a Sánchez y, por lo visto y a tenor de su insistencia estos últimos días, cualquier animosidad en la extrema derecha también, aunque sea Meloni quien nos invite al G-7.