El endeble castillo de naipes sobre el que Pedro Sánchez sustenta su gobierno puede derrumbarse en las próximas semanas. Los dos pilares que lo sostienen, la amnistía, que ha sido el precio pagado a Puigdemont para votar la investidura, y el pacto con ERC, que debía llevar a Salvador Illa a ocupar la presidencia de la Generalitat, se tambalean y amenazan con hacer colapsar la legislatura.
De nada servirá que el soldado García Ortiz imponga su voluntad a los fiscales del procés si, finalmente, la Sala Segunda del Supremo decide que la malversación no queda cubierta por el paraguas de la amnistía y, por tanto, que Carles Puigdemont debe ingresar en prisión si vuelve a España. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seguirá apoyando Junts al gobierno en el Congreso? Me temo que el ex presidente de la Generalitat usará la sentencia del Supremo para movilizar a los suyos esgrimiendo el argumento de que o bien Sánchez les engañó, o bien el presidente se pasó de listo y los jueces le han dejado en ridículo.
Si ERC no apoya a Salvador Illa, se acabó
El ultimátum de Sánchez al PP, que concluye en dos semanas, tiene más de operación de control preventiva de daños que de voluntad de negociación para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Si el Supremo deja en suspenso la amnistía, el Gobierno y sus terminales no dudarán en calificarlo como la prueba flagrante del lawfare.
Pero este no es el único problema que desasosiega a los inquilinos de la Moncloa (dejando al margen, claro, la investigación por corrupción de Begoña Gómez). Al otro lado del Ebro las cosas se han complicado en extremo en los últimos días. La victoria de Illa en las elecciones autonómicas fue amplia pero insuficiente para gobernar. El PSC necesita a ERC, que ha sido muleta de Sánchez durante la anterior legislatura. Resulta que en el partido republicano ya no mandan ni Junqueras, ni Aragonés, ni Rufián, sino la huida Marta Rovira, que controla las bases del partido y que está por la labor de ir a una repetición electoral, de la mano de Junts, porque cree, no sin razón, que ha sido el servilismo hacia los socialistas lo que ha hecho a los suyos retroceder y perder gran parte del apoyo del electorado independentista catalán.
Si ERC no apoya al líder del PSC, se acabó. Habrá unas elecciones inciertas en las que a Sánchez sólo le valdría una victoria tan arrolladora del PSC que le bastara con el apoyo de los Comunes para gobernar. Y eso es tan difícil como que se derrita el infierno. Aun así, si los indepes van a la oposición en Cataluña, todo hace pensar que le retirarían su respaldo al Gobierno en el Congreso.
¿Qué hará Sánchez si hay repetición electoral en Cataluña? Tiene la opción de adelantar las generales para hacerlas coincidir y jugarse el todo por el todo a esa carta, para evitarse el oprobio de perder la mayoría en el Congreso.
Sin embargo, esa opción puede significar el suicidio. El desastroso resultado de Sumar en la europeas hace casi imposible que Sánchez pueda articular una mayoría en la que ya los apoyos de ERC y Junts estarían en el aire.
Como ven, la amnistía, con todo su desgaste, con el rechazo social, incluso en las propias filas socialistas, podría no haberle servido de nada al presidente. Tan sólo para ganar unos meses en el poder, pero a cambio de haber llevado al país a un grado de tensión y enfrentamiento sin precedentes, con la Justicia hecha pedazos, y con el resurgir de un independentismo que ahora ya sólo se conformaría con la autodeterminación.
Junio no ha sido un buen mes para Sánchez. Julio puede ser aún peor. Lo grave es que las heridas que ha dejado abiertas tardarán años en cicatrizar.
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