Viví en León hace ya unos cuantos años y disfruté de la ciudad de día, de noche y entre medias. Guardo de allí recuerdos nostálgicos, de esos que a veces gustan y a veces duelen, dado que provocan la sensación de que los mejores tiempos se han escapado de las manos casi sin tomar consciencia de ello. Lo que sucede es que ser vallisoletano obliga a tener tolerancia ante las reacciones de algunos sujetos que adoptan cierta actitud borroka con el leonesismo. Es decir, con el 'regionalismo local', que tiene más respaldo social del que muestran las urnas -como sabe cualquiera que conozca el lugar-, pero que ha sido utilizado por políticos de todo color para desviar el foco de problemas mucho más complejos y relevantes que el territorial.

Había en aquel tiempo una división más o menos reciente entre los regionalistas. Uno de sus grandes líderes 'históricos', José María Rodríguez de Francisco, apodado 'Pelines' por su ingeniería capilar, había fundado su propio partido tras salir escalado de Unión del Pueblo Leonés. Uno de los cabecillas de este último partido era vicealcalde de la capital. Me lo presentaron en una cena y me preguntó de dónde era. “De Valladolid”, respondí. “Algún fallo tenías que tener”, añadió, con gesto serio. Me eché a reír. Él, no. No bromeaba.

Allí no gobernaba entonces el sentimiento leonés, sino Isabel Carrasco, que era una y trina y que manejaba el cotarro con puño de hierro. Era cruel con sus enemigos casi siempre y con sus amigos de vez en cuando. Quien se atrevía a toserla, lo pagaba. Recuerdo que, durante un almuerzo, comenzó a gritar a un alto cargo de la Diputación, que también era su compañero de mus. Carrasco era la cacique local y el leonesismo, el sentir de la calle. Era evidente que no sólo lo apoyaba UPL. Los ciudadanos -en buena parte- se consideraban constantemente agraviados con la Junta de Castilla y León; y con Valladolid. Cualquier cartel del Gobierno autonómico era tachado con tinta negra o quemado; y cualquier festividad era idónea para cantar lo de “puta Pucela” o “pucelano el que no vote”. Eso sucede también en Burgos, en Salamanca o en Palencia, prueba de que algo no funciona del todo bien en esa comunidad autónoma, según una parte de sus ciudadanos.

¿Y la gestión?

Mientras las críticas hacia la ciudad del Pisuerga arreciaban, Caja España acaparaba malas noticias. Entre otras cosas, por la mala gestión realizada por sus directivos y por los partidos, como sucedió con otras entidades similares. Uno de los sindicalistas que estaba en su Consejo de Administración se paseaba por la ciudad en un coche deportivo mientras sus directivos inyectaban generosas cantidades de dinero en los medios para que no examinaran muy de cerca su gestión. En la Asamblea de aquella Caja, estaba representado hasta el apuntador, pero las críticas a pie de calle hacia el banco no eran tan frecuentes como las que afirmaban que León estaba en decadencia porque “Valladolid se llevaba todo”, desde “Renault hasta Michelin, las Cortes o los vuelos de Ryanair”.

En El Bierzo, mientras tanto, el líder de su partido regionalista, Tarsicio Carballo, incidía en una conversación telefónica que había perdido seis kilos en una huelga de hambre, que inició en protesta por las malas infraestructuras de la comarca, que también quiere independizarse de León. Los mineros desfilaban entonces en su segunda marcha negra y Rodríguez Zapatero alardeaba de haber invertido 7.500 millones de euros en esta provincia... que nadie vio. La prosperidad era algo fácilmente detectable en el pasado, pero más difícil de atisbar en ese momento.

Cuando Artur Mas y la tropa convergente intensificaron su campaña contra la “España que roba a Cataluña” en 2010, la música me sonaba. Frente a la realidad, tribalismo con raíz histórica. Llámese 1714 o llámese el Fuero de 1017 o las 'Cortes' de 1188. Los catalanes realizaron una declaración unilateral de independencia que duró 13 segundos. Los del 'Lexit', años atrás, llegaron a nombrar 'persona non grata' a un profesor vallisoletano por defender en su tesis doctoral el proceso autonómico español. Y a Rodolfo Martín Villa le odian más por allí que en Gerona a 'el Borbón'. Él siempre ha defendido la actual división territorial y la creación de Castilla y León. En esa provincia se ha criticado desde el primer día.

Una moción con polémica

¿Qué ha ocurrido esta semana? Que Unión del Pueblo Leonés presentó una moción en la Diputación provincial para reclamar el establecimiento de una autonomía que incluiría tres provincias: León, Zamora y Salamanca. El regionalismo apenas si está representado aquí por 35.000 votos -sólo 2.200 entre Zamora y Salamanca-, pero es evidente que en las calles tiene una mucha mayor aceptación. De hecho, en 60 municipios ya se han aprobado textos similares. El último, curiosamente, fuera de las fronteras leonesas, dado que ha sido en la localidad salmantina de La Zarza de Pumareda.

Habrá quien vea todo este proceso como algo innecesario que han avivado unos políticos que quieren vivir del cuento. No se equivocará. El leonesismo es en realidad una forma de focalizar en una región un problema que afecta a todo el oeste español y que es innegable. Es el que se inició quizás con el éxodo rural, que vació primero los pueblos y ahora afecta a las ciudades de pequeño y mediano tamaño. El caso de León es especialmente doloroso porque la minería y todas las industrias adyacentes han muerto prácticamente, lo que ha dejado a varias comarcas deprimidas. Con las agrícolas y ganaderas sucede lo mismo. "Más allá del centro logístico de Villadangos del Páramo, de los servicios y de los funcionarios, no hay mucho motivo para alegrarse por aquí. La provincia ha perdido 70.000 personas", decía este jueves una periodista, en una conversación telefónica.

Esto es mucho más relevante que la cuestión política, pero, como suele suceder, queda opacado por el ruido de las causas nacionalistas. Pero la fachada de cartón-piedra que han construido los promotores del leonesismo durante los últimos 40 años caerá en cuanto consigan su autonomía, al igual que sucedió en Reino Unido tras el brexit. Entonces, ni la Junta ni Valladolid podrán ser utilizados como el objeto de todas sus críticas, como sucedió en las islas con la Unión Europea. O como ocurre en Barcelona con Madrid, cuna del mal. Epicentro de la injusticia universal.

El PSOE, el partido del pueblo

Merece la pena destacar aquí el papel de algunos personajes cuyo oportunismo es de una mayor altura que las torres de la catedral, como el alcalde de León, José Antonio Diez, que se refugió en el leonesismo para que sus ciudadanos no perdieran mucho el tiempo en analizar 'lo demás'. Aquí también se puede incluir, desde ayer, a Óscar Puente, quien se expresaba con fiereza contra este regionalismo cuando encabezaba el Ayuntamiento de Valladolid (y a Puente le atacaron de forma injusta), pero ahora, sin embargo, abre la puerta a explorar el sueño autonómico de los leoneses. Hay también dos diputados provinciales socialistas que votaron a favor de la moción del pasado martes, pero en sus pueblos, como concejales, se expresaron en contra cuando tocó. Esta semana, le convenía al PSOE para mantener la presidencia de la institución. Así que... sus principios cambiaron de repente.

Calcula el líder del leonesismo en la Institución provincial que esta provincia recibirá entre 800 y 1.000 millones de euros más de presupuesto si cumplen con su viejo sueño de resucitar la autonomía leonesa y quizás incluso a Alfonso VII... y hasta a la Legio VII, que se asentó en el 74 d.C. en la confluencia de los ríos Torío y Bernesga. Sobra decir que los cálculos de UPL desprenden un olor similar a aquellos que plasmaron los británicos en un autobús en 2016, que afirmaban que Reino Unido regalaba a Europa 350 millones de euros a la semana. Incluso recuerdan al discurso de ERC sobre la sensibilidad que no tiene España para con Cataluña, a la que oprime.

La pregunta es: ¿cuánto coste supondría el establecimiento de una nueva autonomía, a sabiendas de que los aparatos burocráticos e institucionales que poseen todas ellas son costosísimos y siempre extensos? Sin duda, habrá quién esté esperando ya por un sueldo público.

Cantonalismo a la española

Todo esto no es nuevo porque los nacionalismos han perseguido siempre distinciones rentables para sus promotores. Si se les deja volar libres, derivan en la conformación de un cantón en Cartagena y en cosas peores. ¿Sería positiva o negativa una nueva autonomía? Está por ver. Si los ciudadanos lo quieren, que se haga. Ahora bien, en UPL o en el PSOE leonés deberán prepararse en ese caso, dado que los problemas de los que hasta ahora culpaban a Valladolid... les caerían a ellos encima.

Tampoco merece mucho la pena hacer sangre aquí. Esto sucede en toda España, aunque generalmente con mucha menor publicidad que en Cataluña. Villarriba odia a Villabajo y el alcalde del primero siempre señala al del segundo porque recibe más recursos, pese a estar habitado por gentuza. Las guerras suelen iniciarse por el acceso a los recursos, pero a la población se la convence apelando a los nexos comunes, que casualmente no comparten los de al lado... los enemigos. Suele ser propio de gente descontenta el apoyar a esos tribalismos y de eso se aprovechan quienes dirigen los países. El gregarismo está en la condición humana y juega muchas veces malas pasadas. Podría España balcanizarse y empobrecerse... que siempre habría alguien contento porque en su pueblo han diseñado su propia bandera. Tan real como patético.