Algunos estaban ya descorchando champán o descorchando jueces (ese burbujeo de encajes sobre negro y ese birrete como de corcho es verdad que llama un poco a descorchar jueces), pero lo mismo al final nos quedamos sin renovar el CGPJ. El acuerdo entre PSOE y PP parecía un milagro, pero los negocios no son milagros, son simplemente negocios, y el negocio ahora parece que no está claro, o no lo tiene claro Feijóo, que se siente un poco estafado por el sanchismo y por ese Bolaños que por lo visto manoteaba y reía tanto sólo para hacerle el timo de la estampita de Tony Leblanc en versión niño de san Ildefonso. Al PP le han colado en el acuerdo una morcilla, un latiguillo o un gancho que es como el gancho de todos los timos, un “y en su caso” que les puede dejar sin caso, sin el cambio en el modelo de elección de los miembros del consejo. Feijóo creyó haber visto un compromiso, o sea el fajo de billetes, y el PSOE le descubre la sintaxis de una propuesta no vinculante, o sea papel de estraza. Pero es que cuando uno no sabe leer te pueden pasar estas cosas apenas bajas del autobús.

El negocio de Feijóo, su primer negocio importante al menos, parece que ha sido hacer el cateto en la estación de los maletillas y los quintos, comprando lotería falsa o el reloj de la Puerta del Sol. A Feijóo se la han pegado con la gramática, que a mí me parece lo más artístico y fino que ha hecho el sanchismo nunca. Tener a comadrejas o esbirros expertos en gramática me parece como tener a Hannibal Lecter trabajando para ti, una cosa a la vez pavorosa, cruel y elegantísima. Yo no sé si estos asesinos lingüísticos fueron los que incluyeron la morcilla o los que la detectaron, que tampoco descarto que ese “y en su caso” que lo cambia todo lo pusiera alguien del PP por hacer bonito o bulto o por justificar algún asesor o alguna factura. Pero, de todas formas, lo que me parece un milagro ya no es un acuerdo entre el PSOE y el PP sino una guerra política, o al menos una batalla, ganada con el idioma como con algún artilugio de Arquímedes.

La verdadera renovación consistía en sacar a los partidos de ese repugnante manoseo de jueces como un manoseo de criadas o bombones con sus provocativos caladitos

Todo eso del nuevo mecanismo para elegir a los miembros del CGPJ se queda en nada por ese sintagma o apostilla casi galileano, y en el fondo a mí me parece lo más lógico. Quiero decir que lo raro no era encontrar de repente jueces de compromiso o de entretiempo para el acuerdo, que seguro que la lista la tenían desde hace mucho en mente o bajo llave. Lo raro era que el PSOE, este PSOE sanchista, colonizador y sanchizador de todo lo público, renunciara al control político del nombramiento de sus miembros. Todos destacaban eso de que “el CGPJ se ha renovado”, que dicho así parece que han entrado unas criaditas francesas con plumero a orear la habitación, esa cosa de criadita francesa de negro, encaje y morbo que tienen estos mismos jueces y juristas, objeto de la fantasía de los políticos. Pero la verdad es que esa renovación es poca renovación, apenas cambiar unos cuantos miembros como unos cuantos cortinones. La verdadera renovación consistía en sacar a los partidos de ese repugnante manoseo de jueces como un manoseo de criadas o bombones con sus provocativos caladitos. Y ya no sabemos qué pasará con eso.

Que los miembros del CGPJ sean elegidos, al menos en su mayoría, por los propios jueces, a mí me parece la manera más matemática (control distribuido, mecanismo redundante de corrección de errores) de aumentar la probabilidad de independencia del órgano (los que hablan de que la “soberanía popular” debe estar presente en el nombramiento de los jueces deben de estar contentos al ver sustanciada esa soberanía en González Pons y Bolaños jugando como al tute de dos). Pero la cuestión no es la maximización de la independencia judicial, sino el interés de los partidos. El PP se ha dado cuenta ahora de que quiere despolitizar el CGPJ (no lo quiso antes, ni con Aznar ni con Rajoy), y el PSOE de Sánchez, por su parte y por supuesto, va a hacer todo lo posible por evitarlo.

Sánchez, que está ahora cazando jueces con toga de ala de mosca como un niño de caza moscas (Bolaños tiene pinta de niño que caza moscas para arrancarles las alas del color de las togas o de su propio traje), no va a renunciar a influir o mandar ni en el CIS ni en Correos, menos aún va a renunciar a hacerlo en el CGPJ, justo en este momento de guerra total y fachosférica, con Koldo y Begoña en la capilla de las folclóricas. Lo normal no era el acuerdo, ni la felicidad siniestra de Bolaños, que era como un alegre niño de luto con los bolsillos llenos de moscas y alas. Lo normal era la trampa, con azúcar o con sintaxis, claro, y en la trampa ha caído Feijóo.

Sánchez ha timado a Feijóo, que no podía ser tan fácil la cosa, la renovación de miembros y la renovación del modelo del CGPJ ahí en ese mismo sobre de cateto lleno de billetes, migas y dedazos. El dilema, al menos el dilema para Feijóo, para el que todo es un dilema, es romper el pacto y reconocer que le ha tomado el pelo un tipo vestido de clarinetista de la banda de la Virgen, o hacer lo que espera Sánchez, o sea aceptar el cambio de cortinones del CGPJ, por no quedar otra vez “fuera de la Constitución”, y renunciar al cambio de modelo. Lo que no puede hacer Feijóo es defender su mala gramática, su poca vista, su despiste o su inocencia, que es cuando van a terminar tomándolo por tonto de estampita.