Las elecciones francesas del 7 de julio han dado como resultado una derrota clara y un tanto sorpresiva del partido de Le Pen (Reagrupamiento Nacional), que queda en tercer lugar (143 escaños); pero, al mismo tiempo, sitúan al Nuevo Frente Popular, que capitanea el radical Jean-Luc Mélenchon, como primera fuerza de la Asamblea (182 escaños).
El cordón sanitario de la izquierda y el centro ha funcionado en la segunda vuelta, evitando el que parecía inevitable triunfo por mayoría absoluta de la extrema derecha.
Ahora, el presidente Macron tiene por delante la difícil tarea de nombrar un primer ministro que concite el apoyo tanto del Frente Popular como de su propio partido.
El presidente francés logra frenar a la extrema derecha, pero tiene que pactar con la extrema izquierda
Por el momento, lo que hay reseñar es que la apuesta del presidente francés al adelantar las legislativas tras el triunfo del partido de Le Pen en las elecciones europeas no le ha salido del todo mal. Francia ha dicho "no" a la extrema derecha. Lo que no calculó bien Macron es que al poner a su país frente al dilema, una mayoría se inclinaría por la coalición en la que manda la extrema izquierda.
La elección del primer ministro requiere de un equilibrio casi imposible. Entre otras cosas porque el Frente Popular es una suma de partidos, entre los que están desde la Francia Insumisa de Mélenchon, al grupo heredero del Partido Socialista, Plaza Pública, que lidera Raphaël Gluksmann. El hijo del filósofo André Gluksmann podría ser una opción aceptable como primer ministro, pero no creo que Mélenchon le de su plácet.
Francia y Europa respiran tranquilas. Macron ha ganado un primer asalto, pero si la cohabitación no funciona, Le Pen volverá la carga en 2027 para intentar ser presidenta de Francia.
Los franceses han dicho "no" a la extrema derecha, y, a la vez, le han dado un toque de atención a su presidente. La colaboración entre El Elíseo y Matignon tiene por delante el reto de ilusionar a la sociedad francesa decepcionada y cabreada.
Macron sale vivo y se ha adelantado a la moción de censura que le tenían preparada la extrema derecha y la extrema izquierda para el próximo otoño. Ha ganado tiempo y margen de maniobra. La fortuna, otra vez, ha vuelto a sonreír a los audaces.
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