La gacetilla oficial de Alvise Pérez de este lunes no incluía referencias a su proyecto de construir una cárcel para 40.000 personas a las afueras de Madrid para encerrar, entre otros, a Pedro Sánchez. Tampoco informaba sobre el momento en que se realizará el sorteo de su sueldo como eurodiputado. Ayer, en cambio, el líder de Se Acabó La Fiesta decidió proponer al PP y a Vox un pacto moral para “evitar que la manipulación electoral, la inmigración ilegal y las nacionalizaciones masivas secuestren el país en pocos años”.
Se dan por supuestas varias teorías en esta frase. La más disparatada es la que ha corrido como la pólvora en los lugares más oscuros de Telegram y en los ‘medios independientes’ que más dependencias morales -en principios- guardan con ese criminal llamado Vladimir. Me refiero a la de los pucherazos electorales en España, que todos estos activistas atribuyen a una conspiración del Gobierno y de Indra con una total ligereza. Lo hacen, además, con razonamientos similares al de la analogía del ‘dragón en el garaje’, de Carl Sagan.
“En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca / ¿Me lo enseña? / Es que es invisible / ¿Y si ponemos harina en el suelo para que queden marcadas sus huellas? / Es que flota”. Y así hasta el infinito.
Hay que reconocer que la estrategia de mentar lo indeterminado funciona. Sobre todo cuando el malestar se adueña de una parte de la población y se entrega a los ‘vende-biblias’ para intentar buscar en el ‘Más allá’ la solución a los problemas enquistados en el mundo material. Hubo un líder en el Reino Unido que prometió a los británicos la Arcadia si votaban a favor del brexit. Puso a circular un autobús en el que se ilustraba sobre los 350 millones de libras que este país entregaba a Bruselas todas las semanas. “¿Y si las destináramos al sistema público de salud?”, proponía, mientras hablaba de la recuperación de la soberanía en este país y de la prosperidad que traería aparejada.
Ocho años después, la inversión exterior ha caído en Reino Unido, al tiempo que la inflación ha aumentado por encima de la media del G7 y se ha hecho mayor la brecha de la productividad existente entre Londres y París o Berlín. La falta de mano de obra y la burocracia llegaron a provocar problemas de abastecimiento en varios sectores; y la inestabilidad económica derivada de estas distorsiones hundió la libra. Curiosamente, los florecientes partidos de la derecha patriotera europea -que utilizan una y otra vez la analogía del dragón en el garaje- casi nunca hablan de los británicos. La realidad suele ser una gran enemiga para quienes basan su programa en conceptos esotéricos, nacionalistas y conspiranoicos.
Los florecientes partidos de la derecha patriotera europea -que utilizan una y otra vez la analogía del dragón en el garaje- casi nunca hablan del desastre generado por el brexit
Quien cuestiona estos argumentos es despreciado por sus voceros, que en su versión patria se disfrazan de 'ardillas' -así llama Alvise a sus seguidores- o de patriotas irredentos. Vox intenta habitualmente neutralizar algunas críticas de los medios con alusiones a la "prensa subvencionada". Basta ver el reparto que se realiza en comunidades como Castilla y León -donde tienen una vicepresidencia- para apreciar que, cuando gobiernan, también toleran la publicidad institucional. Por cierto, herramienta siempre utilizada para comprar voluntades y castigar enemigos.
Rodeados de putinejos
Tuvo Vox la oportunidad de ser una alternativa juiciosa al Partido Popular, pero no lo quiso. El pasado viernes, cuando anunciaba su cambio de grupo en el Parlamento Europeo mientras Viktor Orbán se estrechaba la mano con Vladimir Putin -hay que decir que fue una fatal casualidad- alcanzó su momento más bajo. Porque Orbán no se ha visto con Zelenski y con el caudillo ruso para interesarse por las importaciones o por la familia. Lo ha hecho como figura interesada en la paz... pero en la que interesa en el Kremlin. La que supone la entrega definitiva de Crimea y la renuncia al Donbas porque, de lo contrario, el mundo correría el riesgo de un conflicto nuclear a gran escala. Este argumento es un atentado contra la inteligencia, dado que obvia quién inició la guerra, pero los putinejos lo difunden sin rubor.
Recordaba este lunes un exdiputado de Vox que, en el momento en que comenzó la guerra, en el partido hubo un intenso debate sobre si apoyar la postura atlantista o simplemente pedir una negociación. Finalmente, se impuso la lógica. Pero el partido ahora se ha aliado con el presidente húngaro, que ha acusado recientemente a la UE de tener "una posición de guerra" con la potencia invasora. Esta postura es cobarde y sibilina. Es la que le conviene a Rusia, dado que pretende que Europa sea neutral con este conflicto, en la que sería la mejor noticia para Putin, al igual que lo fue la indiferencia de Francia y Reino Unido con España en 1936. Es difícil saber si Vox asumirá este postulado en el futuro, pero merecerá la pena estar atentos a las posiciones que adopte su nuevo grupo en el Parlamento Europeo. Podrían ser celebradas con tragos de vodka en Moscú.
Neofalangismo contra Alvise
Entre quienes dejaron el partido hay cierto desconcierto con este movimiento y lamentan -aunque este malestar también huele a rencor- la deriva patriotera del partido. Tal es así que, tras la salida de Iván Espinosa de los Monteros de la formación, el término 'liberal' se convirtió prácticamente en anatema. Era el equivalente al 'fascista' para la izquierda. Esto es curioso. Quienes beben de las fiebres nacionalistas que han azotado al mundo durante los últimos dos siglos señalan a los defensores del libre comercio, ajenos a realidades tan evidentes como que el mercado comenzó a funcionar y a generar prosperidad incluso antes de que alguien acuñara esta palabra y comenzara a teorizar sobre ella. Para esta corriente -cada vez más mayoritaria en Vox-, el proteccionismo es fundamental para garantizar la prosperidad de los españoles. Los liberales son 'liberalios', parientes del woke.
La diferencia con Alvise es que el líder de Se Acabó La Fiesta no propone doctrinas, sino ocurrencias, por lo que resulta difícil seguir su ritmo. De hecho, ya hay 800.000 ciudadanos desencantados -que no estúpidos, como los retrata la izquierda- que le han respaldado. Podría Santiago Abascal abordar un cambio de estrategia y volver a incidir en el discurso que propugna la igualdad entre los diferentes territorios de España, la necesidad de reducir el Estado y de aminorar los impuestos; de evitar el incremento de la deuda para no perder soberanía; y de generar facilidades a la actividad empresarial como la mejor forma -y en realidad la única- de devolver la prosperidad perdida a los ciudadanos. Podría Abascal hacerlo... pero no lo hará.
Frente a eso, ha optado por la doctrina y el catecismo. Por Orban y por un endurecimiento del discurso con el que parece querer volver a recuperar fuelle contra Alvise. Así que no extrañan las referencias de su comparecencia de este lunes, en las que volvió a confundir el problema de la inmigración ilegal con el de la inmigración general porque sabe que en la Europa actual eso genera muchos votos.
Ciudadanía descontenta
Esto es así porque una parte de la población asocia su decadencia a la creciente presencia de extranjeros en sus barrios, sin tener en cuenta, por ejemplo, el efecto sobre sus vidas que ha tenido el descenso del peso del PIB de la UE dentro del PIB mundial (esto último, por cierto, también causa del reverdecer de la ultra-izquierda) o la pérdida de competitividad frente a los países emergentes. Ahora bien, no hay que hacer oídos sordos ante las quejas de los ciudadanos ni negar la problemática que se ha generado a este respecto desde en los lugares públicos hasta en los colegios. Negar todo esto no contribuirá a frenar el peligroso ascenso de las fuerzas radicales -cuando no fascistas, como en Alemania- en Europa.
Es precisamente por esa falta de voluntad para abordar ese debate y para asumir como necesario el control de las fronteras -la explosión demográfica en África convierte esta estrategia en fundamental- lo que ha empeorado la situación. La inmigración ha sido durante años el gran elefante en la habitación. Y mientras los partidos moderados no lo afronten, 'los Alvises' lo intentarán capitalizar, confundiendo, manipulando y mintiendo incluso. Parece que Vox ha enfilado ese camino tras observar los 800.000 nuevos apoyos a su enemigo. Peligro a la vista.
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