La imagen de la esposa del presidente del Gobierno en el banquillo forma parte ya de la historia de España, es el símbolo de una era que estamos sufriendo todos excepto los protegidos por el partido de gobierno, capaz de todo por mantenerse en el poder. La misma Begoña Gómez que se nos mostró por sus hechos voraz en los negocios, capaz de dirigir una cátedra sin ser licenciada, de poner a su nombre un software de la universidad, de recomendar a sus amigos para conseguir contratos públicos, aparece frente al juez Peinado, sumisa, hecha un ovillo, cruzando sus brazos sobre sus piernas, vestida de riguroso luto y sentada en un extremo del banquillo de los acusados, como a punto de levantarse y salir huyendo. Su actitud denota que está aterrada y que jamás pensó que le llegaría este momento. Y lo peor le espera al volver a casa, su esposo le da un abrazo y se marcha a Alemania a ver un partido de la selección la noche que más le necesitaba. Ante el juez ni se levanta para acercarse al micrófono, posiblemente para que no le tiemblen las piernas y es un auxiliar quien se lo acerca a su boca para que permanezca sentada en la declaración. Cuando dice su nombre sale un hilo de voz de su garganta “María Begoña Gómez Fernández”, le faltó añadir “yo no he hecho nada”.
Esta actitud sorprende en alguien que ha sido capaz de utilizar el Palacio de la Moncloa como su centro de negocios mezclando lo público y lo privado como nadie hizo antes.
La familia Sánchez Pérez no es distinta a la familia Gómez Fernández. El padre del presidente del Gobierno que trabajó en el ministerio de Cultura de Carmen Alborch como encargado de la dirección económica, consiguió una beca para su hijo David que le llevó a San Petersburgo. Más tarde a su otro hijo Pedro, colocado en el partido como militante desde los 21 años, le preparó a conciencia para algo más grande. Tras falsear una tesis doctoral consiguió ser doctor en Economía; tras colocar una falsa urna tras una cortina, ser secretario general del PSOE; tras aliarse con partidos contrarios al Estado español, ser presidente del Gobierno. Lo curioso es que desde el primer momento que ostentó un alto cargo de poder utilizó lo público para beneficio personal igual que su esposa.
En cuanto fue nombrado secretario general del partido, colocó a su hermano en un cargo hecho a medida en la Diputación socialista de Badajoz. A los negocios de su padre le llegó casi un millón de euros en ayudas públicas por el covid a través del ministerio de Nadia Calviño, y su esposa dejó su antiguo empleo para dedicarse a buscar negocios con la administración pública. Es del todo absurdo que justo cuando llega a la Moncloa se dedique a ser conseguidora de fondos de empresas privadas. Quizá ya confesó sus presuntos delitos cuando su correo era bego.fundraiser@. Algunos piensan que en España haría falta un estatuto de la primera dama, sería suficiente un poco de sentido común.
Cargo público
El apego al cargo público y al dinero público es marca de la casa. Jamás el presidente del Gobierno tuvo un negocio, pagó nominas, se arruinó para volver a empezar, ni puso su patrimonio en riesgo como hacen los emprendedores. Tampoco su hermano, que no dirige ninguna ópera si no está subvencionada por la Diputación de Badajoz. Más allá de si ha cometido o no delitos fiscales o de otra índole por lo que está siendo investigado, lo grave es que ostente el cargo que ocupa en el lugar donde está porque su hermano sea secretario general del PSOE, y que su trabajo musical lo paguemos todos con nuestros impuestos. Algo nos ha sucedido como sociedad cuando consideramos que esto es normal y ni siquiera es noticia relevante. El hermano de Alfonso Guerra se montó un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía sin ser cargo público para cerrar negocios por ser quien era y al descubrirse provocó la dimisión del vicepresidente del Gobierno de entonces.
El hermano del presidente Sánchez colocado y subvencionado con dinero público ni siquiera tiene despacho, se lo montaron a toda prisa antes de que la UCO registrara la Diputación, vive en Portugal para no pagar impuestos y dispone de un patrimonio de 2 millones de euros que no se justifican con su sueldo. Y no pasa nada.
O nuestra sociedad esta dormida o esto ya es Venezuela.
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