La selección que era diversa e inclusiva, de todos los pelos, colores y edades, ya forma parte de la fachosfera después de pasar por la Moncloa, como si los futbolistas se hubieran vuelto de repente albañiles, agricultores o bomberos toreros desagradecidos. Los campeones de Europa fueron recibidos por Sánchez, o usados por Sánchez para dar un discurso con fondo de orfeón heroico, patriótico y angelical, y los chavales, quizá ya mareados de balón, cerveza, autobús y sol, o quizá haciendo uso de ese lujo que son la franqueza y la libertad, sólo le ofrecieron una mano de manco, unos ojos esquivos, un estómago revuelto y unas caras largas de paripé, desgana o desprecio. Se ha comentado mucho el saludo de Carvajal, que fue como un saludo en un ring de boxeo, con esa cosa de peso wélter que tiene el lateral español, pero todo el desfile de la selección ante Sánchez fue frío, altivo, grosero o sólo pasota, un poco como es Sánchez, la verdad. Por esto, más que por lo de “Gibraltar español”, están condenados ellos y todo el fútbol a volver a ser fachas. O estamos perdiendo la perspectiva con el fútbol y resulta que casi cualquier grupo aleatorio de españoles hubiera actuado igual.

Por lo que dicen, parece que la selección multicultural y plurinacional se ha vuelto facha de cerveza, charanga y bandera de cuartel o estafeta en un solo día. O es que Sánchez fabrica fachas como embutidos, pasando a gente de todos los pelos, colores, edades y circunstancias por la picadora de su mano o su gobierno. Nuestros campeones no dejan de ser unos chavales millonarios, como raperillos de pies sueltos, o sea que, aunque los políticos y las marcas de zapas apepinadas se empeñen, no son representativos de nada (ni el talento ni el esfuerzo ni el dinero son representativos, son siempre un lujo estadístico). Y, sin embargo, de repente podrían formar equipo con esos albañiles de tartera y esos labriegos de costrón que le enseñan a Sánchez la hucha o el bieldo cuando se lo encuentran por la calle, al otro lado de toda su coreografía. A ver si la representatividad de la selección no va a ser por lo que nos decían, sino por no tragar a Sánchez, como la mayoría de los españoles, incluidos los que lo votan como mal menor. O es que volvemos a exagerar, como se exagera todo con el fútbol.

A lo mejor el fútbol ni es tan homérico ni tan político ni tan representativo, que sólo son unos chavales que han ganado la Eurocopa todavía con pies descalzos y pelota de trapo ante un mundo de admiradores, amigos y novietas. A lo mejor lo que les fastidia de Sánchez es que les retrase para ir al karaoke, donde tampoco importa mucho si se canta la Potra salvaje o lo de “Gibraltar español” (ganar a Inglaterra al fútbol debería permitirte un poco de chovinismo borrachuzo, con cantos y escanciados regionales y hasta piscinazos con capa de bandera). A lo mejor los chavales ignoran los protocolos del mundo igual que el tamaño del mundo (para ellos es un tamaño desajustado, desproporcionado, que agiganta sus partidos, sus ojos, su tiempo y sus pies, como en lo de Oliver y Benji). Quizá se comportaron con naturalidad ante el rey Felipe porque el rey también se comportaba con naturalidad, dándose con ellos abrazos sudados, ajeno al protocolo o supeditando su protocolo al de los chavales. Pero Sánchez, que sólo atiende a la propaganda, los hacía parecer un decorado, un Miró o una escolanía presidenciales y eso, claro, fastidia mucho en un día de celebración. 

No es que a Sánchez lo puedan despreciar unos futbolistas, unos albañiles o unos labriegos, sino que lo puede despreciar casi cualquier grupo a voleo

A lo mejor es eso, que lo politizamos todo, todavía más la gloria y el éxito a los que nunca llegan ni nos llevan los políticos, pero sí unos chavales con los pelos y los pies de colores, como las patas de aquel toro enamorado de la luna. A lo mejor exageramos o a lo mejor, a pesar de todo, es verdad que Sánchez ya no puede ni salir a la calle ni ir al fútbol, ni traerse la calle ni traerse el fútbol. Yo estoy seguro de que Sánchez y todo su sotanillo andan pensando ahora que hace falta una selección de fútbol como aquellos compañeros de petanca, aquellos estudiantes de posado o aquellos visitantes de la Moncloa elegidos entre los propios socialistas adeptos y adictos, o al menos tras un casting como para El circo del sol. Sin estar en plantilla, sin un guion bien trabajado, sin coreografías imperiales, sin ciudadanía de atrezo o de beneficencia, no es que a Sánchez lo puedan despreciar unos futbolistas, unos albañiles o unos labriegos, que quizá siempre han tenido algo de fachas al sol histórico del tendido de sol, sino que lo puede despreciar casi cualquier grupo a voleo que coja uno por la España de la sobremesa, el cabreo y el resabiamiento.

Esta selección, que era la de la España de Sánchez, que hasta había sacado a Sánchez del baloncesto de globe trotter de su política o del waterpolo de su colchón de agua, ya no es la de la España de Sánchez. No lo es desde que le transmitió no sé si desprecio, desafío o aburrimiento, pero algo que, en todo caso, prohíbe la primera ley del sanchismo, la que dice que se está con Sánchez o contra él. Desde el apretón de Carvajal, con tensión o salpicadura de protector bucal, esta selección ya es fachosfera, que ya mira los meneos de culo de las hembras y ya canta Gibraltar español haciendo botar a Almeida. Puede que Sánchez se tome cinco días para pensarse si tanto desaire merece la pena. O que decida poner al frente de la Selección a Tezanos o a Conde-Pumpido. O a Yolanda, que aun siendo sumisa parece tener una conveniente iniciativa, como en lo de la Ley Mordaza, que contribuye al paripé. Sí, Yolanda, para que se adelante y corra, un poco atolondrada, con el pelo de menina o de seto esculpido al viento, pura, salvaje y esponjosa, como Cucurella. La Selección sería otra vez la Selección de Sánchez y España sería, otra vez, su España.