Manuel Chaves ha resucitado como un faraón de arena y herrumbre, con sueño, hambre, venganza y miopía de fantasma, tras la magia negra de un Constitucional convertido por Pedro Sánchez en tribunal político de última instancia. Chaves, que hasta dio una rueda de prensa, como un resucitado que se presenta, parecía que apelaba a la justicia divina, a la balanza de almas de Osiris, pero la verdad es que el TC, que por algo no forma parte del Poder Judicial, siempre fue político. Quizá por eso, porque es un órgano un poco eclesiástico y ecuménico elegido por los partidos para debatir la teología de las leyes y no el castigo para los hombres, nunca se había atrevido a enmendar sentencias de los tribunales, incluidas las del Supremo (o es que eso es algo que nunca se pensó que se pudiera hacer hasta que Sánchez colocó allí a sus ministros, fontaneros y gurús). Pero Chaves, al que algunos consideraban rey de Andalucía, siempre tuvo problemas para distinguir la política del vudú, la justicia del poder y el partido de las instituciones, así que, por lo que a él respecta, el TC le ha resucitado o restaurado no sólo el cuerpo y la inocencia, sino el caballo, el cetro y la aureola.

Chaves, que se ha achinado con el tiempo o con la oscuridad de las tinieblas judiciales o morales, ha regresado con cierta cosa de Mr. Magoo irredento o de viejo mayordomo dispuesto a devolver a la ortodoxia, a la tradición y a la hora de Greenwich socialista los salones, modos y relojes del castillo usurpado que es Andalucía, aunque sea entre chirridos y telarañas (del castillo o suyos). Pero él es más que un simple mayordomo o jardinero de vieja escuela. Nadie monta una rueda de prensa en la que declara el fin de una época, ese interregno bárbaro del PP en Andalucía, para volver a su butaca y sus migotes de jubilado. Cuando Chaves coloca ese fin de época justo en el momento de su despertar o de su pastilla, yo creo que lo hace con la intención de postularse para acabar con la anomalía pepera por su propia mano. Un rey siempre es rey, o es más rey aún si no lo han dejado ser rey, así que yo estoy por asegurar que Chaves viene como un Ricardo Corazón de León con mucho mono de reinar, de castillo, de ballesta y de bufones, salvado de la vejez o de la tumba no por el TC sino por la fe en la venganza, como un personaje de Dumas.

Sería poético volver a ver a Chaves reinar sin gobernar, que es justo lo que él hizo. Alguna vez lo he comparado con el emperador Claudio, ni listo ni tonto, ni inocente ni peligroso, ni insignificante ni valioso, llegado por casualidad, coronado sin ganas y, a pesar de todo, con el talento, el miedo o la pereza suficientes para dejar Andalucía sostenida por la paz de la mediocridad. El secreto de Chaves, “el bueno de Manolo” como decía Felipe González, fue dejarlo todo en manos de los clanes socialistas, limitándose a equilibrar o repartir el poder mientras él se iba convirtiendo en una gárgola o un estandarte de la política, más un rey de baraja que un gobernante con programa. El PSOE en Andalucía funcionaba solo, casi como una máquina solar. Bastaban la derechona, un poco de paternalismo y, eso sí, mucha colonización institucional y social y mucho clientelismo, invento también de Roma. Eso fueron los ERE, clientelismo, no consecuencia de un error sino parte de una arquitectura.

Los ERE no fueron sino el clientelismo rebosando por las orejas del PSOE andaluz como pelos de viejo, un poco por el tiempo y un poco por la molicie. No fue un fraude desde abajo sino una manera de organizarse desde arriba, y eso es lo que sentenciaron los tribunales que sí tienen jurisdicción para juzgar y hacer cumplir lo juzgado. Chaves, como presidente, como gárgola anidada de hongos o como rey con los pies en una palangana, estaba allí cuando se aprobaron anteproyectos de presupuestos que incluían con toda la inventiva y la intención una puerta trasera para eludir la fiscalización previa de las subvenciones, o sea para hacerlas arbitrarias y opacas. Esto es un sistema, no un descuido. Esto es una obviedad, no una conspiración político-judicial-mediática (las conspiraciones contra el PSOE cada vez involucran a más entes, despreciando la navaja de Occam como desprecia Sánchez la lógica y la realidad). Esto es una verdad que ni los alardes bizantinos del Constitucional pueden borrar.

Vuelve el rey Chaves, que a veces no hay como que te hagan sentir rey para volver a querer serlo y el Constitucional está haciendo sentirse a muchos particulares, todos del mismo partido, reyes impunes y hasta bailones a pesar de los años, los naufragios y el peso de la realidad como el de los huesos. Chaves se siente un rey restituido o una doncella restaurada, y vuelve a mirar el trono catedralicio, las alcobas santificadas, la política sin política, sólo castillo y cosecha, que practicaba él, que eso rejuvenece a cualquiera. Como rey, Chaves siempre pensó que lo público era una yeguada, que Andalucía era una herencia y que las dádivas de su partido al pueblo eran magnificencia y amor. Sigue pensándolo y sigue queriendo defenderlo.

Vuelve el rey Chaves, resucitado o más bien deshollinado, como un viejo tapiz real

Vuelve el rey Chaves, resucitado o más bien deshollinado, como un viejo tapiz real. Era bonito ser rey, que es como ser padre, y un padre siempre es un padre, pensará. Lo mismo no acaba de candidato ni de presidente, pero volvemos a verlo con su presencia numismática, su rostro como de diez duros socialista, en el ceremonial, la simbología o el martirologio del PSOE andaluz, que ya puede hablar de persecuciones y usurpaciones, cosa que nunca pudo hacer en Andalucía, donde eran siempre como los romanos ganadores. Uno diría que, a pesar de todo, ni los dioses, ni los reyes ni los burócratas pueden borrar la verdad. Pero eso mismo es lo que hicieron Chaves y el PSOE andaluz durante todo el tiempo que estuvieron reinando sin gobernar y dormitando sin prosperar, empobreciendo sin dejar de engordar y llorando sin dejar de cantar, tomando sin mirar y repartiendo sin contar. Aunque no vuelva Chaves, el PSOE andaluz ya sabe adónde quiere regresar.