Aunque el presidente de Estados Unidos se ha resistido con uñas y dientes a la presión interna de su partido y de los medios afines a los demócratas, al final se ha rendido. En su comunicado en X afirma que su decisión de abandonar la carrera presidencial "es lo mejor para el país". Tiene razón.

Tras la convención republicana de Milwaukee y el atentado que sufrió hace ocho días, Trump emergía no sólo como el líder indiscutible de los conservadores, sino como el candidato con más posibilidades de ganar las elecciones de noviembre.

Las encuestas coincidían en situar a Trump por delante de Biden, que perdía popularidad a marchas forzadas tras el bochornoso debate del mes de junio y sus meteduras de pata en la cumbre de la OTAN, en la que confundió a Zelenski con Putin. El pasado jueves se le vio tambaleante al subir al avión para retirarse a descansar a su casa de Delaware tras ser diagnosticado de Covid. Una imagen patética.

Hasta los donantes más importantes le han retirado su apoyo, como una muestra evidente de que el mundo del dinero ya no apostaba por él.

Con Biden, los demócratas iban a una derrota segura y Estados Unidos estaba condenado a ver el regreso triunfal de Trump, inmune a sus procesos judiciales.

Con Biden, la derrota frente a Trump era segura. Ahora, se abre una etapa de incertidumbre, pero también de esperanza

El programa de Trump significa una auténtica contrarreforma de la política llevada a cabo por Biden durante su mandato. No sólo proponía la deportación de decenas de miles de inmigrantes, sino la implantación de aranceles proteccionistas para la industria norteamericana y la revisión de las decisiones puestas en marcha sobre el cambio climático. Pero, lo peor para Europa no era sólo esa perspectiva de caída del comercio exterior y de revisionismo negacionista, sino el temor a una reducción del apoyo a Ucrania y un acercamiento a China.

Seguramente, la candidata para liderar a los demócratas será Kamala Harris, que no ha tenido una trayectoria precisamente brillante como vicepresidenta. Aunque eso está por decidir y todo podría cambiar de aquí a la Convención demócrata, que se celebra el próximo 19 de agosto en Chicago.

Sea Harris u otro candidato, la verdad es que casi cualquiera tiene más opciones que Biden para tratar de frenar el empuje de Trump. Los demócratas tendrán que dar una respuesta unitaria, ya que los republicanos, ahora sí, están sólidamente juntos tras su candidato.

Europa puede respirar un poco más tranquila. Y la OTAN, también. Se abre una nueva etapa de incertidumbre política en Estados Unidos, pero ahora hay esperanza de que lo hecho por Biden, que ha sido mucho, no será echado abajo por un candidato que se cree tocado por la mano de dios.