La Misión Internacional de la ONU en Venezuela emitió el pasado 30 de septiembre un comunicado en el que expresaba su preocupación por las violaciones de derechos humanos que se producen en este país. “Existen motivos razonables para creer que se cometieron al menos 5 privaciones arbitrarias de la vida, 14 desapariciones forzadas de corta duración y 58 detenciones arbitrarias cometidas durante este tiempo".
El contingente de las Naciones es Unidas documentó 28 casos de tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes contra personas detenidas, incluidos 19 casos de uso de violencia sexual y de género contra hombres y mujeres en el mismo período.
Su presidenta también denunció la detención de dirigentes sindicales, periodistas y personas defensoras de derechos humanos. A esos representantes de los trabajadores los arrestaron durante un año y los sometieron a un fuerte maltrato después de que reivindicaran mejoras laborales. Todo ello, en un país que está mucho más cercano a la fantasía socialista que todos aquellos que nos regimos por los vaivenes del oscuro capital.
José Luis Rodríguez Zapatero permanece impasible ante esta realidad por los motivos que sea. Él los sabe. ¿Son sólo ideológicos? ¿O hay algo más? Estas preguntas son de necesario planteamiento si se tiene en cuenta que su sombra inquietante ha acudido al rescate de Nicolás Maduro en sus momentos más complicados, como fueron las revueltas estudiantiles de 2014, la crisis del referéndum revocatorio de 2016 y el choque de legitimidades con el también desasosegante Juan Guaidó en 2019.
El Grupo de Puebla
En las elecciones de este fin de semana, el expresidente del Gobierno español -¿de verdad no preocupa a nadie esto?- ejercerá en Caracas el papel de observador internacional, por supuesto, del lado del 'chavismo', al que los sondeos otorgan una clara derrota. “La encuestrocracia es la expresión mediática de la plutocracia”, escribía Juan Carlos Monedero estos días a este respecto, tan sólo unas horas después de aparecer en un acto de campaña de Maduro. Bailaba y celebraba, por supuesto, siempre con la vista puesta en la 'revolución', pero dando la espalda a lo que sucede en sus centros de represión. O a las crisis alimentaria, sanitaria, económica y de derechos humanos que ha denunciado Amnistía Internacional por activa y por pasiva.
Monedero es un jubilado político. Un excéntrico que ha disfrutado de las mieles del chavismo y que posee una visión de la realidad que está condicionada por -al menos- el potente anestésico de la ideología, que genera efectos psicotrópicos y altera la percepción. Pero Zapatero todavía es una figura relevante. Él y varios miembros de su camarilla, que hoy ejercen, despachan y hacen lobby en nuestro territorio, cuando no es a favor de los intereses china por Huawei es en defensa de los intereses de algún que otro dictador tropical.
Referirse a Venezuela y a los nexos de la política española con el chavismo ha merecido la burla de sus propagandistas durante años. Pero lo cierto es que en la web del Grupo de Puebla -la organización que otorga soporte moral e ideológico a toda la izquierda populista latinoamericana- figuran varios representantes españoles entre los Lula da Silva, Celso Amorim, Luis Arce, Rafael Correa, Alberto Fernández, Pepe Mujica, Dilma Rousseff, Evo Morales y otros prebostes de estos movimientos, especialistas en arruinar países, confrontar a la sociedad y perseguir a los opositores. Entre la 'delegación' nacional se encuentran Adriana Lastra, Irene Montero y, por supuesto, Rodríguez Zapatero, quien a los comicios venezolanos acude como representante de este grupo.
Hambre y miseria
Charlaba recientemente con Miguel Henrique Otero -presidente del periódico El Nacional- y me ilustraba sobre la persecución que sufrió su medio de comunicación por parte del chavismo, hasta que, hastiados, tuvieron que abandonar sus dependencias, la ciudad… y el país. Me advertía del peligro de que ese populismo se reproduzca en España, que es la puerta de entrada a Europa de este tétrico movimiento político y en la cual viven miles y miles de venezolanos que, en muchos casos, se sorprenden por el poco disimulo que muestra el PSOE a la hora de sacar a pasear a Zapatero en mítines y actos públicos.
Esto prueba quizás que los socialistas han dejado de ser un partido socialdemócrata a la europea para convertirse en algo bananero y dañino que no duda en perseguir con fiereza a los opositores cuando su líder se siente cuestionado, como se ha apreciado con la estrategia sanchista de 'regeneración democrática'.
Resulta muy ilustrativa al respecto de este extraño vínculo madrileño-caraqueño la comparecencia de José Luis Ábalos en la comisión de investigación en el Senado del 'caso Mascarillas'. Allí reconoció que el día que Delcy Rodríguez aterrizó en el Aeropuerto de Barajas, él y Koldo García fueron a recibirla -para recordarle que no podía salir del avión, según sus palabras- y que, en el aparcamiento de la terminal, por arte de magia, estaba Víctor de Aldama, uno de los presuntos comisionistas de la trama y también asesor de Globalia durante su rescate con fondos públicos. Aquello sucedió en el 2020 pandémico. En ese año, también se inyectó dinero de los españoles en Plus Ultra, la aerolínea venezolana.
Hay varias piezas sobre la mesa y quizás falta determinada información para poder encajarlas. Pero a lo mejor todo eso explica, en parte, la presencia de Zapatero estos días en la Corte de Maduro. O que el PSOE, en lugar de renegar de esta 'figura' (o este figura, mejor dicho), le haya concedido un generoso espacio en su imaginario contemporáneo -el presidente en la sombra- mientras despliega una táctica con la oposición española y los contrapoderes que recuerda más a la de una democracia caciquil que a la de un país europeo que asume y defiende las libertades de los ciudadanos.
Debería causar vergüenza en los españoles -y en el propio PSOE- que uno de sus expresidentes se dedique a estas tareas de enjuague, limpieza y lobbismo para los malos. Los que están alineados con ese eje geopolítico tétrico que defiende las bondades de los autoritarismos frente a las democracias liberales, desgastadas. Desgraciadamente, España padece estos días de una extraordinaria ceguera. Cuando consiga abrir los ojos y se ilumine, lo que se va a encontrar va a ser algo muy distinto a lo que había... y mucho peor de lo que le había transmitido la propaganda.
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