García Page con la rosa en la mano estaba entre socialista bordador y fantasma de la ópera. Page lleva mucho tiempo sangrando por esa rosa, que es como un tiro en la solapa o un dedo de doncella pinchado en la rueca, pero la llaga, el simbolismo, el lirismo o la cursilería de esa rosa llorona, manante, heráldica, freudiana y reventona ya dura más de lo que puede durar cualquier rosa. A Page le dura demasiado el amor o el desamor de la rosa o de Sánchez, y ya lo que parece con la rosa o con la quejita es una tonadillera amarga con su rubio de tatuaje siempre a flor de piel y de orzuelo. Salir con la rosa o salir con la lágrima, salir vestido sólo con la rosa o con la lágrima, quiero decir, funciona un par de veces y luego ya sólo es un número de varietés con rosa en el canalillo, rosa entre los dientes o rosa pisoteada. Page, un poco fantasma de palmatoria y un poco fantasma de novia, se nos aparece de vez en cuando de entre sus tinieblas manchegas, sus catacumbas vinícolas y su lírica brutalista de tenor de pueblo sólo para dejar una sombra o un susto un poco curiles y sinfónicos y luego volver al camerino. Quizá en vez de sacar la rosa o el camisón debería hacer algo contra Sánchez.

Page, entre el ajuar y la tragedia, entre el teatro y el ramajo, sale con una rosa violenta del mosquetero poeta, o una rosa de pureza de la novia, o una rosa de marabú de la vedete, o una rosa hortelana del pueblo que es sólo como el corazón encendido de un melón, y no sabe uno si hay algo que no pueda expresar el presidente o hacer si no es con esa rosa. Por lo visto hay un lenguaje de las flores, como ese lenguaje de los abanicos, hecho para visitadoras o casamenteras, para mozas de baile o de dote, y por lo visto también para Page, que quizá quiere hacer ver que es un socialista de los de antes, un socialista de baile agarrado y flor en el pelo, en los libros, en la boca de la muchacha y en la boca de la guitarra, que las flores convierten a ambas como en pozos mágicos y orientales. Pero eso, que Page es un socialista antiguo, o un socialista simplemente, o un antiguo simplemente, ya lo sabemos. Lo que aún no sabemos, ni saben los socialistas antiguos o sólo verdaderos que quedan por ahí, pocos, orgullosos y enguatados, como banderilleros, es qué hacer con Sánchez o contra Sánchez.

El PSOE en realidad ya no existe, sólo es una caterva de meritorios y enchufados de la Moncloa esperando la llamada, el dedazo o el movimiento de cejas de Sánchez

El PSOE en realidad ya no existe, sólo es una caterva de meritorios y enchufados de la Moncloa esperando la llamada, el dedazo o el movimiento de cejas de Sánchez, la invitación no ya a hacer de ministros o de tertulianos sino de petanquistas de atrezo, como aquéllos de Coslada. Yo no sé si Page está intentando resucitar al PSOE haciéndole como cosquillas en la nariz con esa rosa, por si ese recurso entre sentimental y proustiano sirve más que los hechos y los espantos que estamos presenciando. Pero a mí me parece que hace falta más ejemplo que simbolismo, más dar un paso al frente que tirar una rosa al público, como si Page fuera la Jurado (esas rosas como pezones que tiraba la Jurado). En realidad a uno le sigue extrañando que el PSOE esté tan rendido a Sánchez, que es el único que sobrevive, ahí en su Moncloa como en un atolón piscinero, mientras el partido se está quedando sin territorios, sin poder orgánico, sin ideología y sin pan. Sí, Sánchez dedica más tiempo a alimentar a sus socios que a alimentar al partido, y a lo mejor no es la ética ni el programa, sino el hambre, lo que termina propiciando la rebelión, como en alta mar. 

Al PSOE apenas le queda Page, que no es su PSOE, un par de hoscos campanarios más y una Cataluña que va a costar no ya el resto del partido sino el resto del país. No es que Sánchez esté en esa decadencia palaciega o hamaquera a la que han sucumbido todos los presidentes aquí, entre los ecos de sus pasos y de sus aduladores por la Moncloa. Sánchez ya ha sobrepasado todos los límites y todas las caricaturas. Todas las guasas y todas las brutalidades que le endosábamos han terminado haciéndose realidad y ahora sólo esperamos el siguiente desastre imposible, tan imposible como todos los anteriores a los que hemos asistido ya. Sánchez ha vaciado al PSOE como a un coco, ese coco de guapo entre cocoteros que es él. El partido ya no tiene ideología, ni principios, ni poder, ni futuro, ni más esperanza que la de que Sánchez sobreviva un poco más mientras el ministro hace de ministro, el tertuliano de tertuliano y el petanquista de petanquista. Pero tampoco son tantos los ministros, los tertulianos ni los petanquistas como para que un partido sobreviva así.

Seguramente no es tan difícil despertar a un PSOE que ahora sólo es Sánchez y que durará lo que dure Sánchez, lo que tarde en derretirse bajo su propio sol de espejuelos y mentiras, que va a ser poco tiempo aunque ese tiempo sea brutal y cruel. Lo que a uno le parece es que ese despertar no va a ocurrir por sacar la rosa de los libros, de las guitarras, ni siquiera de las batallas. No va a ser cantando algo así como La violetera socialista, sobre todo si la canta alguien que siempre sale a cantar la misma canción vestido de cupletera y se marcha por la puerta de atrás vestido de señor cura.

Page saca ahora una rosa como una pistola de duelista de colección con rosa tallada, como un mechero de señorito antiguo con rosa esmaltada, como un abanico de maja con rosa costumbrista estampada, como un pañuelito de mocos o lágrimas con rosa bordada, que resulta indistinguible del pañuelito de mocos o lágrimas que sacó la última vez. Sin duda ya no es tiempo de la rosa, sino del látigo. Pero seguramente Page se retirará de nuevo a su alcoba como un sepulcro, o a esconderse tras un armonio sentimental, repujado y tambaleante como una góndola, hasta la próxima actuación floral, lacrimógena o hemorrágica.