La propaganda española nunca sorprende por sus mensajes, sino por su atrevimiento. Ejemplos hay a patadas. Cuando a Iván Redondo se le ocurrió materializar lo que había visto en Netflix, Pedro Sánchez le concedió su deseo más americano, con la creación de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia.

Los medios ya no hablan de ella, pero en su informe sobre la España 2050 incluyó un interesante gráfico de embudo en el que se apreciaba una línea azul ascendente que iniciaba su trayectoria en el presente (2021) y finalizaba 30 años después, cuando, concluyeron los especialistas, al menos aspiramos a estar mejor. Digamos que el método empleado no fue precisamente el científico-cartesiano, pero el resultado quedó pintón, como en las pantallas de El ala oeste de la Casa Blanca o de Borgen. Series que hacen pensar a las mentes iluminadas más mediocres.

Redondo trabajó con Salvador Illa durante la campaña electoral catalana. No creo que fuera casualidad que cambiara de modelo de gafas y blanqueara su cara. Son detalles. Retoques. Matices. Estupideces de estratega habituado a caminar entre las nubes y a despreciar el suelo e incluso la lógica. A tenor de estos precedentes y de su impulsor -que tiene varios émulos en Moncloa-, resulta extraña la grandilocuencia con la que se han expresado el Gobierno y el equipo olímpico de opinión sincronizada tras la investidura del 'molt honorable president'. El País hablaba este viernes de “cerrojazo al procés'. Eldiario.es, de “un tiempo nuevo” en Cataluña.

Vientos de cambio... igualmente contaminados

¿Y qué es el tiempo nuevo? Podríamos llegar a pensar que el PSC comenzará a desmontar desde el lunes todo el entramado clientelar que han tejido los secesionistas durante los últimos años para secar el movimiento de dinero público; cosa que parece complicada, dado que en su Consejo de Gobierno se sentarán políticos que son parte del problema. De hecho, ERC ha controlado durante los últimos años el reparto de la publicidad institucional, que ha sido especialmente beneficioso para Godó. Por cierto, otro de los que se apuntaba a la tesis del cambio.

También se puede concluir que la sociedad catalana ha visto la luz gracias a Pedro y que ahora apuesta por la convivencia y la paz frente al conflicto y la subversión. Eso es lo que gritan estos días a los cuatro vientos los propagandistas de Moncloa. Quiero decir, los ministros y los periodistas entregados a la causa. Ahora bien, cuesta pensar que los independentistas no vayan a utilizar el proyecto de 'concierto fiscal catalán' como mecha y como pólvora, al igual que hicieron con el Estatut, en caso de que su tramitación encalle en Madrid. Así que a lo mejor esta 'nueva era' es en realidad el preludio de un nuevo incendio, como lo fue la del Tripartito.

Todo esto queda fuera de muchos análisis estos días. Porque los mariachis mediáticos de Sánchez se han empeñado en anunciar el fin del procés con la temeridad con la que un ciego canta los números premiados de la lotería que le soplan al oído. Lo de estos periodistas es más grave porque podrían abrir los ojos y sacar sus propias conclusiones, pero se niegan. RTVE paga hasta 450 euros por sesión. ¡Cualquiera se arriesga a contar la verdad! Así que todos recitan la cantinela propagandística, pero ninguno parece tener la capacidad de deducir que si Puigdemont no aprieta el acelerador, su partido perderá fuelle. Ahora es la principal fuerza de la oposición y eso le obliga a avivar las llamas. Lo veremos.

Los mariachis mediáticos de Sánchez se han empeñado en anunciar el fin del procés con la temeridad con la que un ciego canta los números premiados de la lotería que le soplan al oído.

Su discurso de este jueves en Barcelona -con su visto y no visto- fue una prueba de que el conflicto catalán está lejos de resolverse. Su mensaje en redes sociales de este viernes por la noche -en el que indicaba que había regresado a Waterloo- confirma esta hipótesis.

Quienes sostienen lo contrario son los mismos que aplaudieron a Pedro Sánchez en 2020 cuando afirmó, en el Congreso de los Diputados, eso de “juntos hemos vencido al virus” cuando faltaban cuatro meses para que se patentara la primera vacuna contra la covid-19. Sus crónicas son falsas. Libelos. Documentos dictados que están plagados de irrealidades e incongruencias que incluso tratan de justificar que Puigdemont es un muerto político a la par que le culpan de toda la escandalera del jueves, con su tocata y fuga. ¿Cómo se come eso?

El PP, en el chiringuito, a la sombra

Tendría el Partido Popular la oportunidad de dignificarse estos días. De levantar el trasero de la tumbona, acudir a Génova 13, poner los hechos sobre la mesa y llegar a concluir: “Si el Ejecutivo nos culpa a nosotros de cualquier majadería de Vox, ¿por qué ahora no hacemos lo mismo y transmitimos que todo esto que hace Puigdemont es por culpa de sus asociaciones y complicidades con Pedro Sánchez?”.

Es una lástima que el 'verano azul' sea tan largo y que en estos días calurosos sea tan difícil despegar la espalda del colchón para hacer oposición, argumentar y hacer ver a los españoles que hay alguien dispuesto a confrontar a los personajes del Circo de Pedro. Comenzando por él mismo, que ante la payasada del líder de Junts y de su abogado, no dijo ni mu.

Mientras, en las mesas de tertulia de las radios y las televisiones, se asignaba toda la responsabilidad al prófugo. ¿Y el control de fronteras? ¿Y el CNI? ¿Sabían que había llegado el martes a Barcelona? ¿Sabían el viernes de su paradero? ¿Acaso los Mossos son un cuerpo incontrolable, al servicio de una causa política? ¿O se les usa de chivo expiatorio en este caso? ¿O hay matices, como así parece? ¿Había alguien que quería evitar la foto de un forcejeo? ¿Tuvo constancia algún agente de su llegada el martes a Barcelona y de su regreso a Bélgica?

A falta de respuestas concluyentes al respecto, al menos, podremos afirmar que todo esto es un síntoma muy evidente de que el proceso soberanista no ha terminado. El resto, es propaganda. Aquí no cobramos en especie de nadie. En tertulias, me refiero. Así que al menos no hay que reproducir como papagayos fantasías políticas que no son ciertas.