En el día en que Salvador Illa hablaba de “nación catalana” y de Estado plurinacional; y en el que Óscar Puente despotricaba contra el Tribunal Supremo por no aplicar la amnistía, Alberto Núñez Feijóo afirmaba que España sufre una situación de "emergencia" como consecuencia del plan de financiación autonómica pactado por el PSC y ERC. El líder de los populares avanzaba, a continuación, que pedirá una reunión de los presidentes autonómicos en septiembre para abordar esta gravísima situación. El mes que viene ‘ya si eso’. Vuelva usted en tres semanitas para apañar la situación de vida o muerte.
Podría decirse que los veranos en el PP son bastante tradicionales. En agosto, se para, como en las fábricas y en los colegios, y el WhatsApp sólo se mira por la noche, por si le ha pasado algo a la abuela. El curso político es largo y hace falta apagar el motor para evitar repetirse y algún sobrecalentamiento repentino. El problema es que hay veces que asalta la sensación de que las vacaciones duran algo más de un mes en este partido. Agosto se extiende en la Tierra durante 31 días. En Júpiter son 359 y, en Plutón, 3.000. Quizás en Génova 13 puede hablarse de un término medio. ¿Hace cuánto que ejercen la oposición a medio gas? El líder está convaleciente, pero, ¿y el resto?
No deben entender muy bien por allí la magnitud de la amenaza a la que se enfrentan. Las palabras del lunes de Núñez Feijóo son una mera anécdota -y probablemente no se pueda convocar hasta el noveno mes la Conferencia-, pero hay algo en los populares que sugiere parsimonia y galbana. Cierta visión de la realidad que no es resignada, pero sí perezosa e inefectiva, lo que les equipara a los funcionarios que han perdido la fe.
Deberían tener claro por allí que, frente a la voracidad del sanchismo, no sólo sirve con avanzar en las encuestas; porque lo que está sucediendo en España estos días no se trata tanto de demoscopia como de un profundo cambio de modelo político y cultural en el Estado ante el que el principal partido de la oposición no puede (ni debe) tomarse vacaciones. De hecho, debe remangarse y asumir que esta tarea requiere un sacerdocio, no el mismo turno de un auxiliar administrativo.
No se enteran...
Hacen bien en el PP en subrayar que Pedro Sánchez gobierna con una mayoría que está forjada en pactos cada vez más endebles e inverosímiles, pero está en Moncloa y conserva el poder. Y es mucho poder. No sólo sobre las instituciones, sino también sobre una parte importante de los ciudadanos, que le apoya como a un líder absoluto. El Mundo publicaba este domingo una encuesta que afirmaba que “el 46% de los votantes del PSOE rechazan el pacto fiscal que han alcanzado el PSC y ERC”. ¿Y qué hay del resto? La respuesta parece evidente: 'los otros' le tienen una fe ciega, casi irracional.
Su convicción es tan fuerte como la de todos aquellos que desde las Instituciones se empeñan en proteger los intereses el Ejecutivo, comenzando por Conde-Pumpido y terminando por el Fiscal General del Estado. La reina y la torre del ajedrez. Ellos, como los ciudadanos, recitan cada día el mantra de que “con los otros, será peor”. Todos los que demuestran esa adscripción inquebrantable hacia el PSOE se emplearán con una fuerza similar cuando Moncloa cambie de inquilino. Cuantos más haya en las instituciones, más difícil será gobernar. Quien regenta un país con estilo peronista, no se comporta de otra forma desde la oposición.
No se trata de que en Génova 13 adopten una estrategia trumpista y ruidosa para neutralizar esta amenaza, ni mucho menos de que atiendan a las voces que consideran como una buena idea aquello del 'me gusta la fruta' o el 'que te vote Txapote'. Ese estilo ayuda a movilizar más a los adversarios que a los propios. Un Milei al frente de la oposición no sería positivo para España.
Pero sí que es necesario aprovechar las oportunidades y el PP tuvo una muy buena al principio el verano, cuando Vox anunció la ruptura de los pactos autonómicos. Pero los populares se fueron entonces de vacaciones. Optaron por permanecer en el estado de la crisálida, en hibernar... Decidieron ver desfilar los días agostinos desde el borde de la piscina, con los pies en el agua y El Quijote entre las manos, en la enésima intentona de pasar del segundo capítulo.
Vacaciones de maestro
Porque tras el anuncio de la derecha populista de romper los gobiernos autonómicos, alguien debió ver allí que era la oportunidad perfecta para agrandar, e incluso exagerar, la fractura con los de Santiago Abascal -rey del bolígrafo caído y del aullido vacuo- para de esa forma deslegitimar los discursos que lanzan los ministros y los columnistas que tratan de equiparar a los populares con los amiguetes de Orban varias veces por semana. Ese discurso fue el que le permitió remontar en julio de 2023. El de agitar el miedo a la ultraderecha.
No debe darse cuenta Núñez Feijóo de lo importante que es aprovechar estos momentos. Son fundamentales si quiere aspirar a jugar la partida con un tablero que no esté inclinado, como ahora, cuando sus pactos con la extrema derecha se censuran y se penalizan, pero no así los de los socialistas con los partidos de su extremo... o con los que hablan abiertamente de su deseo de romper España. Algunos, como Bildu o ERC, de ideología marxista-leninista.
Esto ilustra perfectamente sobre la perversión del discurso imperante, dado que estas formaciones aspiran a colectivizar las sociedades, los méritos y los logros y eso es intolerable, dado que pudre países y regiones. Ante esto, la derecha debe presentarse como alternativa. Pero no desde la superficialidad del diputado provincial analfabeto, sino desde la convicción de que la propiedad privada es el mejor garante de la paz y el progreso; y debe asegurarse con políticas racionales.
Quien tiene algo que perder, no atiende a utopías estúpidas ni se enrola en revoluciones. Intenta proteger su casa, su negocio... y lo suyo. ¿De veras en el PP se han esforzado en explicárselo a los ciudadanos? ¿Por qué no demuestran más valentía para erigirse en una alternativa liberal, de defensa de la propiedad privada y del individuo, frente a quienes hablan en colectivo y defienden privilegios regionales o desigualdades por autonomía o por morfología?
¿De verdad sería tan difícil, frente al agitprop sanchista y las complicidades geoestratégicas de la izquierda y derecha extremas, generar un discurso de defensa de la democracia liberal, la iniciativa privada y los derechos individuales?
¿De verdad sería tan difícil, frente al agitprop sanchista y las complicidades geoestratégicas de la izquierda y derecha extremas, generar un discurso de defensa de la democracia liberal, la iniciativa privada y los derechos individuales? Hablamos, por ejemplo, de que frente al mayor ataque que ha sufrido la prensa en las últimas décadas, por parte del Ejecutivo, sus ministros y sus mariachis mediáticos, los populares no han sabido presentar una oposición rotunda al respecto. Tan sólo han desplegado algunas medidas efectistas que casi ni se han escuchado, como aquel artículo enviado a varios periódicos conservadores. Ésa es la centroderecha de hoy. Ligereza y debilidad... y parsimonia.
Ante un Gobierno sin límite y ante un Vox en fase de Mercurio retrógrado, hay una oposición mediocre, lo que genera la sensación de que la democracia está estancada y causa cierta asfixia en el ciudadano al mirar hacia el futuro y comprobar que la alternativa carece de energía. O no la transmite.
El último ejemplo lo encontramos en los sucesos de Cataluña de los últimos días. Después del pitorreo de Carles Puigdemont -el político más consecuente de España, en su cerril paranoia independentista-, todo el PSOE y su prensa comenzaron a hablar de “un tiempo nuevo” para esa región y a definir al principal partido de la oposición allí -Junts- como una fuerza residual y excéntrica. Es evidente que mienten. La ansiada normalidad no volverá mientras el independentismo tenga fuerza y no renuncie a su plan, que es el de pactar un referéndum.
¿Qué ha hecho frente a eso el PP? Lo más relevante ha sido mandar a Núñez Feijóo a la COPE para decir que prepara un otoño caliente porque la situación es urgente.
Espero no sufrir nunca un ataque de apendicitis con un cirujano de Génova 13 de guardia.
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