Sorprenden dos cosas al acceder a Prado del Rey: la primera es que sus edificios están siempre medio vacíos, como si allí tan sólo fuera a trabajar una pequeña parte de sus empleados. La segunda es que no hay ningún tablón que no esté repleto de propaganda sindical. Esto último recuerda a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense, en cuyas paredes leí, de camino a la cafetería, en una visita a un amigo, “periodistas, terroristas”.
Hay algo en estas pancartas que siempre recuerda a la adolescencia, que es la época de la vida en la que se buscan explicaciones rápidas y efectivas para las múltiples preguntas que rondan la cabeza. Las respuestas casi siempre son demasiado simples y groseras. Al leer algún panfleto sindical en la sede de RTVE uno puede concluir algo parecido.
Se avecina una nueva revolución en la cúpula de la corporación y habrá quien todavía piense que servirá de algo. Pero quien conozca bien la casa, rebajará sus expectativas, dado que es complejo cambiar una empresa en la que los sindicatos mayoritarios son tan fuertes y beligerantes. He conocido a varios directivos de la corporación durante la última década y algunos temían más a la reacción de algunos líderes de los trabajadores que a la escasez presupuestaria o al 'bocinazo' de un jefe.
Su poder es tan grande y su acción, en ocasiones, tan desvergonzada, que son varias las voces que han alertado en los últimos tiempos sobre el riesgo que entraña la composición de los tribunales en las oposiciones de la corporación, entre otras cosas. Hace dos o tres años, otra persona -veterana en la casa- describió la extorsión que sufrió por parte de uno de los 'capos' de estos sindicatos, una vez manifestó su interés en cambiar de centro de trabajo. Básicamente, porque el puesto de su lugar de destino lo quería un representante de esa 'facción'.
La realidad sindical de RTVE
El entrismo ha condicionado la composición de los centros de trabajo de RTVE y las decisiones de sus directivos durante los últimos años. No hay nadie dentro de la casa que no sepa de la capacidad de presión de los sindicatos mayoritarios; y no precisamente por el bien de la empresa o del común de los trabajadores, en muchas ocasiones. Así que todo lo que suceda en las próximas semanas en los más altos puestos del organigrama de la corporación tendrá una importancia relativa. Los representantes de los trabajadores van a mantener su poder.
La presidenta provisional de la corporación, Concepción Cascajosa, ha convocado dos reuniones del Consejo de Administración para septiembre. La primera se celebrará el día 5 y la segunda, el 26. En una se abordarán los temas relacionados con la gestión de los medios de comunicación; y, en la segunda, la situación que se presenta una vez que expire su mandato de seis meses, cosa que sucederá el día del segundo encuentro.
A Cascajosa se le ha criticado en exceso desde el Partido Popular por haber sido afiliada del PSOE durante muchos años, pero lo cierto es que, unos días después de ser designada presidenta, rompió su carné de militante. Es cierto que los socialistas la eligieron como consejera, en 2021, por su afinidad ideológica, pero, ¿acaso no hicieron lo mismo el resto de los partidos, incluido el PP de Pablo Casado y Teodoro García-Egea?
Mano izquierda
Durante estos seis meses, Cascajosa ha aplicado una diplomacia que repudiaba su predecesora, Elena Sánchez, especialista en meterse en jardines y en enemistarse con sus directivos. Tal es así que sus últimos días como presidenta -los previos a su jubilación- estuvo prácticamente sola.
Su sucesora llegó con el propósito de aplacar las tensiones internas, de asegurar la celebración de los exámenes de oposición y de evitar disgustos al Ejecutivo durante la emisión de la Eurocopa y de los Juegos Olímpicos; y, al menos, en parte, lo ha conseguido. Las disensiones internas son imposibles de eliminar en esa casa, pero tampoco eligieron a esta presidenta por sus dotes especiales para la magia o para la pacificación de los pueblos del mundo.
Ella sabe desde hace un tiempo que el Gobierno no la propondrá como candidata para ocupar la presidencia durante los próximos años, salvo sorpresa. Dentro de Moncloa esperan que su sustituto sea designado a lo largo del otoño y que el Partido Popular vote a favor del candidato socialista a cambio de garantizarse 4 de los 10 puestos en el Consejo de Administración.
Presidente para tres años
La idea del PP y del PSOE es que el próximo presidente ocupe la vacante que existe en el órgano de gobierno de RTVE desde 2022, cuando José Manuel Pérez Tornero presentó su dimisión. A partir de ahí, pretenden que su mandato se extienda hasta 2027. Es decir, tan sólo por tres años; y no por los seis que dice, en principio, la ley. De esa forma -esperan los socialistas- los populares aceptarían el pacto, que implicaría también la renovación de cinco de los nueve consejeros actuales.
¿Por qué un presidente por tres años, en lugar de seis? Porque Pérez Tornero fue designado en marzo de 2021 y, por tanto, debería haber abandonado su puesto en 2027. Así que quieren presentar el acuerdo como algo que servirá para cubrir la vacante del anterior presidente; y no para nombrar uno hasta 2030. ¿Es rizar el rizo? Por supuesto, pero en la política contemporánea el filibusterismo es un ingrediente esencial.
Nada puede darse por seguro a estas alturas porque la tensión entre los partidos puede incrementarse si no se desbloquea el nombramiento del presidente el Consejo General del Poder Judicial. Tampoco puede decirse que los términos en los que se han producido las conversaciones durante el verano no se vayan a modificar. De hecho, en 2021 cambiaron en unas pocas horas. Entre otras cosas, por las presiones que ejerció Pablo Iglesias para designar a sus hombres fuertes para el Consejo, lo que impulsó a Félix Bolaños y a García Egea a cambiar a última hora algunos de los vocales que habían preseleccionado en las semanas anteriores.
Ahora bien, dentro del alto mando de la corporación se tiene consciencia -y así lo han transmitido a este periódico- de que esta negociación está bastante avanzada.
¿Un consejero delegado?
La idea también es que se perfilen algunos puestos directivos. Algún asesor especialmente poderoso en Moncloa -empresario de medios de comunicación y contratista de RTVE- ha defendido la necesidad de reforzar la figura del próximo presidente con una especie de director general que ejerza de consejero delegado. De ese modo, se intentaría reforzar la figura el líder de la corporación y evitar las situaciones derivadas de la inexperiencia o la impericia de predecesores, como Rosa María Mateo o Elena Sánchez.
También se han lanzado algunos mensajes velados en los últimos meses desde las filas socialistas que apuntaban a que, en caso de que el PP no quiera el pacto, Moncloa promoverá una modificación legal para poder renovar el Consejo de RTVE. Esa amenaza comenzó a sonar con fuerza el pasado abril, aunque con el paso de los meses, y a la vista de la debilidad parlamentaria de los socialistas, ha perdido capacidad de impacto.
La gran pregunta que se plantea, a la vista de estos movimientos, es si la corporación recuperará crédito para los españoles en esta nueva etapa; y si el sectarismo ideológico que se respira en muchos de sus despachos y de sus redacciones -así como las rencillas internas- se dejará a un lado en pos del cumplimiento del servicio público que esta empresa tiene asignado, por le que recibe una financiación anual cercana a los 1.200 millones de euros.
Porque si esa situación continúa alargándose y esos recursos públicos se emplean para meter en plantilla a amiguetes, afiliados y familiares -analizar los apellidos de algunos contratados es todo un desafío al mal humor-, o para defender al partido de turno, a lo mejor ha llegado el momento de plantear una pregunta: ¿es necesario destinar tanto dinero a esta empresa o mantenerla abierta?
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