Ione Belarra ya sólo era como un pájaro solitario o mitológico sobre el mástil de una bandera, por allí por los altos miradores de banderas y mitos del gallinero del Congreso. Pero un pájaro en una bandera, incluso esa bandera de regimiento arrasado que es la de Podemos, todavía puede hacer algo. En este caso, puede evitar que Pedro Sánchez y María Jesús Montero comparezcan para intentar explicar lo inexplicable, o sea el concierto catalán, la tibia o volatinera posición sobre Venezuela y la crisis migratoria que sobreviene cuando no hay más política migratoria, o más política simplemente, que aguantar en el colchón monclovita como en la balsa de la Medusa. Yo creo que a Belarra sólo le queda esa bandera ya rajada por todos los balines y tigres de las guerras antiguas y coloniales contra el capital, la injusticia y las locomotoras, así que la mueve cuando puede, como en esta votación con la que nos hemos acordado de repente de los pájaros que la política deja ateridos o muertos sobre las banderas.

Hasta Junts apoyaba esas comparecencias, con una lógica doble: primero, porque nadie ha concretado en qué consiste ese concierto, esa financiación singular, ese misterio trinitario, ese gamusino económico o esa nueva chufla sanchista; y segundo, claro, por fastidiar a Esquerra y a Sánchez, por volver a marcar territorio y por recordarnos el poder de Puigdemont, que no sólo es el de hacerse invisible poniéndose un gorrito de pitufo. También el PNV ha tenido en estas votaciones de la Diputación Permanente, que suena a la reunión a la fresca de nuestros pueblos en verano, su postura bien ponderada estratégicamente, que no ideológicamente. Yo creo que la única que ha votado extendiendo sin más sus alas de pájaro de bandera, de ideología de trapo, de giraldillo de lata, ha sido Ione Belarra. O toda esta coreografía de cupletista con gallardete nos confunde y Belarra sólo está pensando que Sánchez aún le puede guardar un nido sobre otra bandera. Quizá de la UE (la UE está edificada entera sobre una cascada de banderas, como un palafito imposible), o de la ONU, donde por ejemplo anda Bibiana Aído peinando banderas igual que muñecotas de lana. 

Lo que ocurre con la agonía de los partidos, como Podemos, es que no sabemos si quedan los más puros o los más vendibles, si están agitando las orgullosas banderas de la ortodoxia sólo la mano del que se ahoga

Lo que ocurre con la agonía de los partidos, como Podemos (y quizá pronto Sumar), es que no sabemos seguro si quedan los más puros o los más vendibles, si están agitando las orgullosas banderas de la ortodoxia y la contumacia o sólo la mano del que se ahoga o del que pide. Pablo Iglesias ya no quiere un cielo con justicia social, sólo un cielo con radio y botellines, como un carrusel deportivo. Irene Montero tampoco quiere ya la última vuelta revolucionaria del feminismo como la última vuelta a la braga, sino sólo un despachito burocrático por la Europa chupatintas, con balcones a las fotocopiadoras y a las estatuas (ya la veíamos en sus vídeos llegando a Estrasburgo como a un parador nacional o a un spa de los de chocolaterapia y piedras calientes). O sea, que lo mismo Ione Belarra ya no piensa tanto en el capitalismo mundial sino en el capitalismo doméstico; no tanto en el repelús que le da votar con el PP o con Vox sino en el repelús que le da la intemperie, las heladas corrientes que corren por el gallinero político o el gallinero de la vida en general.

No sabe uno qué pensar, porque en esta gente la ortodoxia y el interés se confunden o se entremezclan, no tenemos más que pensar en Monedero (o Zapatero) en Venezuela. Yo creo que nos despista la propia cara de pajarillo de alféizar o de pretil que tiene Belarra, más el romanticismo de su soledad y la antigualla de su discurso, como el de una doncella en la hoguera de las brujas. Por ejemplo, eso de que los extranjeros peligrosos son Carrefour, Amazon, Starbucks o McDonald’s (lo de los dos últimos no lo niego, aunque no es un peligro económico sino estético y antialimenticio, además de la incongruencia de que un progre sin Starbucks yo creo que se ahogaría inmediata y dramáticamente en el café con churros). Lo que ocurre, ya digo, es que no sabemos si todo esto es coherencia o campaña, demanda u oferta, purismo o desesperación. Nunca lo hemos sabido, en verdad, con esta izquierda. Yo aún estoy impactado por una foto, que uno desearía que fuera bulo o truco de IA, en la que un par de estos pájaros de bandera altiva y brocal de mierda pedían una “Palestina libre, laica y socialista” (¡laica!). Igual se le puede pedir todavía a Sánchez un despachito libre, laico y socialista, incluso para los de Podemos, que me parece bastante más fácil de conseguir, o al menos tanto como un concierto catalán solidario o un bloque de progreso con la derecha nacionalista.

Ione Belarra nos ha resucitado en esta votación rara o a destiempo, todavía con todo el sueño o todo el orzuelo de arena que tiene agosto. Belarra, o lo que queda de Podemos, nos ha resucitado como pájaro de verano, como izquierda rebelde o como voto en venta, y por un momento todos hemos mirado hacia esa ola de sombra de la izquierda pequeña y cantora, entre la heráldica y el alpiste. Ahora sólo nos parece una anécdota, pero quién sabe si aún se pueden cambiar los voladizos por los ministerios, o los campanarios por las alfombras. Lo mismo Yolanda y Belarra aún se pueden intercambiar el sitio o, al menos, la partitura.

Ione Belarra canta o quizá ofrece, pero de todas formas no sé si a Sánchez le interesa lo que ocurre por los zócalos del Congreso. Yo creo que no le importan ni la estabilidad ni los presupuestos, le basta con el tamponcillo presidencial y esa llave de convento de la bodeguilla de la Moncloa. Si acaso, le importa Illa como icono de la reconciliación y la remontada. A lo mejor Ione Belarra es, de verdad, sólo un pájaro perdido o estrellado sobre las últimas coladas, esperanzas y vomitonas de agosto. Seguramente, a esa izquierda suya ya no le sirve ni venderse.