Las conmemoraciones del 120 natalicio de Deng Xiaoping han servido en China para reafirmar la vigencia y respeto de su ideario y principal propuesta: el socialismo con peculiaridades chinas. Xi Jinping no ha escatimado elogios al destacar sus "contribuciones sobresalientes" y logros "inmortales". 

Si Deng, en verdad, elogió a Mao para desmantelar el maoísmo, no parece que Xi le enaltezca ahora para aplicar la misma receta. Ello a pesar de que desde 2012, cuando asumió la secretaría general del PCCh, ha erosionado significativamente algunos de los trazos característicos del denguismo, muy especialmente en la gestión del Partido, con especial mención de la dirección colegiada. 

Considerado el "arquitecto" de la política de reforma, Deng es el principal referente de la enorme transformación histórica experimentada por China en los últimos 40 años. Sus políticas han abarcado todos los órdenes, por más que se destaquen sus aportaciones en el ámbito de la economía, muchas de las cuales, en realidad, beben en las fuentes de los años 60, cuando su alianza con Liu Shaoqi aspiraba a implementar las "cuatro modernizaciones". 

Deng era un reformista, pero no un liberal. Sus "cuatro principios fundamentales" e irrenunciables resuenan en la China de hoy y siguen asegurando la hegemonía política del PCCh, el más importante de todos ellos. 

La estrategia económica de China sigue siendo deudora en el fondo y en las formas de las aportaciones del 'denguismo'. Lo que Xi viene planteando es la profundización integral sin afectar las vigas del modelo trazado por Deng. Esa profundización representa un antídoto contra el estancamiento, el peligro que en su día sentó las bases de la crisis terminal del modelo soviético. El agotamiento del denguismo, con trazos evidentes en su etapa tardía, con Hu Jintao al mando, prescribió la necesidad de una "nueva era", esta vez liderada por el propio Xi.

Pragmatismo: con o sin ideología

El santo y seña de Deng fue el "buscar la verdad en los hechos", una expresión muy del gusto de Mao Zedong y que es bien antigua. Reaccionando ante la hiperideologización del maoísmo durante la Revolución Cultural, el énfasis de Deng en los avances prácticos apuntaba a un pragmatismo ideológicamente rebajado (gato blanco, gato negro, qué importa si caza ratones). Es esta una diferencia sustancial con el xiísmo. Xi rubrica la actualidad del denguismo político pero, a la vez, reanima el marxismo fundacional instituido como "principio rector" y apela a un rearme ideológico en toda regla. El gato, mejor rojo. 

Además, Xi, completa la adaptación del marxismo a las condiciones de China a partir de las innovaciones de Mao y Deng alabando la excelencia de la cultura tradicional como base inequívoca de una civilización china revitalizada. Asimismo, el alza exponencial de las desigualdades que Deng no llegó a calibrar suficientemente al alentar que unos se enriquecieran antes que otros, se compensa ahora con la reivindicación de una prosperidad común que enfatiza el "poner a las personas en primer lugar". Otro tanto podríamos decir del medio ambiente. 

Xi, como Deng, no tiene más opción que seguir apostando por una China firmemente integrada en el mundo

La apertura, otro símbolo del reformismo denguista, no tiene vuelta atrás. Xi, como Deng, no tiene más opción que seguir apostando por una China firmemente integrada en el mundo por más que enfatice la autosuficiencia en algunos aspectos -la tecnología- en atención a la complejidad del entorno internacional. 

La modernización de China soñada por Deng está más cerca, un proceso que para Deng era inseparable de la reparación histórica de la desintegración. Por poco -falleció en febrero de 1997-, no alcanzó a acompañar la retrocesión de Hong Kong ni tampoco la devolución de Macao. Su fórmula de "un país, dos sistemas" sigue inspirando, sin embargo, la política del PCCh en este aspecto y, como entonces, atiende muy particularmente a Taiwán.

En el tramo actual, en el orden interno, el éxito en el cambio en el modelo de desarrollo (de alta calidad) y en la formalización institucional que establezca nuevos formatos para una legitimidad renovada (estado de Derecho) reside la ambición del liderazgo chino. Desprendida de aquella "modestia" preconizada por Deng, esta China se afirma como el país fuerte y capaz de defender sin complejos sus puntos de vista en el mundo


Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China