Pedro Sánchez va a convocar el congreso del PSOE un año antes de lo que toca, antes de que el PSOE deje de ser el PSOE o justo para que el PSOE deje de ser el PSOE y se constituya por fin en esa secta de masticadores de margaritas y abanicadores de alcoba que en realidad ya es. Yo ya dije aquí que no creía en la rebelión de ese PSOE rural y comunero, dolido por el concierto catalán y por la financiación perdida como un labriego por la roya. Ese PSOE que se palpa los sacos de cereal, que piensa en los dineros de la cosecha, lo que quiere es eso, el dinero, no la revolución en su partido. Yo diría que Sánchez ahora no tiene nada que temer en el PSOE, que las apariciones o amenazas ululantes de Page con cruz y caldero ya van tomando folclore, leyenda y benignidad de Santa Compaña. Este congreso socialista lo va a convocar Sánchez simplemente por matar el tiempo, por hacer algo, porque con un gobierno que no gobierna y un presidente que sólo parece presidir un club de vinos, Sánchez tendrá que dedicarse a algo. Algo, me refiero, aparte de a desmayarse por las cosas de Begoña en la televisión, a esa hora solemne y absurda de la telenovela turca.

No ve uno en este congreso socialista ni apretón de Sánchez ni amenaza de golpe de mano blanda por parte de esos barones de mano en el bolsillo o en el braguero, que todo lo dicen o lo maldicen en los ateneíllos y los cafetines pero en los órganos del partido se limitan a poner cara de suegra, con gran papada de malhumor y ambigüedad. Yo no veo ni rebelión ni peligro en este congreso, sólo veo a Sánchez, o sea teatrillo, peanilla, espectáculo, magia de brillantina y autoerotismo perverso entre las multitudes y los jovenzuelos, como ese gurú de secta con todo al aire bajo la túnica de saco y los sermones también de saco. Sánchez no tiene nada que temer en el PSOE, donde rige el principio político, mecánico, romano y cínico de que manda el que manda hasta que mande otro (da más miedo el desempleo particular y súbito que los cataclismos globales y futuros). Tampoco queda ninguna alternativa factible y seria a Sánchez, porque el que no está purgado está domado o está más calentito en la crítica tras la mirilla, esa crítica de brasero y reojo, que en la guerra a gorrazos a la intemperie.

Sánchez se fue encargando desde el principio de ir borrando a los críticos, sobre todo allí donde es más importante la Moncloa que los votantes, o sea allí donde han perdido o seguirán perdiendo, donde viven de la melancolía y de la paguita, de la paguita melancólica se podría decir, como hidalgos polvorientos. Y tampoco es que el PSOE, como ningún partido, sea una gran y ruidosa asamblea ciudadana o gremial, sino más bien una jerarquía de familias superpuestas que al final se controlan a través de un par de mesitas de salón, que son las que controla Sánchez. Tiene que desmoronarse todo abajo para que empiece a desmoronarse lo de arriba, y esto aún no sucede. En cuanto a los barones, ya digo que me parecen comodones, que el que no ve en su rebeldía local y a cubierto la mejor manera de mantener su feudo, como Page, ya se ha rendido o parece vencido, como Lambán. Además, los dos son ya derechona para la prensa del Movimiento. Con Susana convertida en literatura de cordel, en historia de huerfanita, tendría que aparecer alguien como Edu Madina o así para que pudiera ocurrir algo interesante en el nuevo espectáculo de este mago pop que es Sánchez. Pero no ocurrirá.

Sánchez ya no gobierna, sólo actúa, y eso, lejos de ser una debilidad, a mí me parece la prueba de su invulnerabilidad

Sánchez no tiene nada que temer en el PSOE, ni en el Congreso de los Diputados, ni siquiera de Puigdemont. Sánchez ya ha decidido que va a gobernar sin legislar, sin presupuestos, sin votaciones, sin mayoría, o sea sin gobernar, sólo saliendo de vez en cuando en la tele como un anuncio de cruceros, de empanadillas o de las dos cosas a la vez, con esa pinta de Capitán Pescanova que tiene Sánchez en su institucionalidad. O sale con eso, o sale con su promo de telenovela que decía yo antes, con los malvados jueces como magnates cafeteros contra su mujer, honrada moza de pajar con sueño de empresaria de corte y confección o algún otro sueño parecido de moza de pajar. En ese guion de cabezada y café con galletas entran las sucesivas, acumulativas y enmadejadas querellas contra el juez Peinado, que lo que no es exhibición de poder es exhibición de desgracias, justo como esas series turcas en las que Sánchez haría un papelón muy azucarado y embigotado.

Sánchez ya no gobierna, sólo actúa, y eso, lejos de ser una debilidad, a mí me parece la prueba de su invulnerabilidad. Qué debilidad va a tener alguien como Sánchez, que ha llegado a abdicar de la política, de los principios, de la coherencia y hasta de la moral para ser presidente como el que es reina de la cabalgata, ahí en su silla curul de chicle, como una sirenita. A Sánchez no lo puede echar nadie, al menos hasta las siguientes elecciones, y ya veremos entonces. El problema no es mantenerse, sino seguir dando espectáculo. Así que habrá que montar congresos como ferias, una feria en la que María Jesús Montero podrá hablar con la flor del pelo caída y lengua incoherente de tajá tibia de mediodía, como ya la hemos escuchado. Y habrá que montar cacerías como el que monta el Gran Prix de TVE. Habrá que montar incluso entierros, para destilar en lágrimas perfumistas su falsa progresía y su falso socialismo. La rebelión, si llega, será otra cosa. Desde luego, no será un espectáculo sobre hielo de Sánchez ni una procesión de almas en pena de Page.