El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, comunicará hoy al Congreso de los Diputados que el presidente del Gobierno -porque es una decisión personalísima suya- ha decidido nombrar a José Luis Escrivá como nuevo gobernador del Banco de España.
Escrivá quería ser gobernador y así se lo comunicó a Pedro Sánchez hace casi un año. El presidente le pidió paciencia porque quería contar con él para su nuevo gobierno. El anterior gobernador, Pablo Hernández de Cos, que ha dejado el listón técnico y político muy alto, concluía su mandato el pasado mes de junio, pero su sustituto no ha sido confirmado hasta hoy, cuando sólo faltan ocho días para que venza también el mandato de la subgobernadora, Margarita Delgado, que ha estado haciendo las veces de número uno de la entidad desde que Hernández de Cos se marchó.
Lo tradicional, o, al menos, lo aconsejable es que el equipo rector del Banco de España sea fruto de un pacto entre el gobierno y el principal partido de la oposición, aunque no siempre ha sido así. Por ejemplo, cuando Zapatero designó a Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), nombramiento que fue criticado por el propio Sánchez cuando era adalid de la independencia de las instituciones. Sin embargo, en esta ocasión no ha sido posible. El PP exigía otra persona que no llegara directamente a Cibeles en su coche de ministro, pero Sánchez no ha movido un dedo para contentar a la oposición. Es más, no ha hecho el mínimo esfuerzo.
En el caso de Escrivá -ya lo hemos dicho en este diario- no hay un problema de formación, o de currículum. Su trayectoria es suficientemente brillante como para avalar su candidatura.
Sin embargo, a Escrivá le falta algo muy importante: la apariencia de independencia. Al igual que los jueces tienen que ser imparciales y también parecerlo, los gobernadores del Banco de España no sólo deberían ser independientes, sino parecerlo.
Escrivá va a tener que hacer grandes esfuerzos para demostrar que no va a poner al Banco de España al servicio de Moncloa
Ayer mismo, el ministro Juan Carlos Campo, magistrado del Tribunal Constitucional y ex ministro de Justicia, pidió al presidente del TC, Cándido Conde Pumpido, abstenerse en el debate sobre la ley de amnistía, precisamente porque su paso por el Ejecutivo le contamina a la hora de tomar una decisión sobre dicha norma.
Una de las funciones del Banco de España es valorar la política económica. Esa labor es importante porque se trata de la reputada opinión de un potente equipo técnico que, sin prejuicios políticos, critica o respalda las decisiones que se tomen en esa materia por parte del Gobierno. ¿Va a cuestionar a partir de ahora el Banco de España los presupuestos que presente el Gobierno en las próximas semanas? Difícilmente.
"La falta de consenso es nefasta para la institución. Toda la percepción de independencia se pierde desde el primer día", afirma una persona que ocupó el cargo de gobernador en su día.
A un gobierno que basa en gran medida el mantenimiento de su apoyo electoral en políticas expansivas, con cifras de gasto público desconocidas hasta ahora, le molesta que una institución como el Banco de España ponga el acento en los riesgos que ello supone, así como en el aumento insoportable de la deuda pública. ¿Cerrará los ojos el Banco de España ante esas políticas? ¿Las respaldará, contradiciendo las tesis que ha mantenido durante décadas?
Por no hablar de la reforma de las pensiones, que es hija precisamente del ministro que ahora ocupará el cargo de gobernador.
El nombramiento de Escrivá supone la constatación de una forma de entender el gobierno. Es una prueba de sanchismo en estado puro. El presidente ha tenido tiempo para rectificar, para negociar, para encontrar un nombre de un profesional con galones suficientes como para ocupar el cargo pero que, al mismo tiempo, concitara el respaldo de la oposición. Consenso que no es imposible, como ha demostrado el nombramiento de la magistrada Isabel Perelló al frente del Supremo y del CGPJ. Pero, una vez que se filtró el nombre de Escrivá como su propuesta, Sánchez ya no se podía volver atrás, porque para él es preferible aparecer como autoritario a dar la imagen de que alguien le ha torcido la voluntad.
Inicia Escrivá su mandato con esa rémora, la falta de apariencia de independencia, y el rechazo expreso del PP. Me temo que va a tener que hacer grandes esfuerzos para convencer a los funcionarios del Banco, al principal partido de la oposición, y al país en su conjunto, de que él no ha llegado a Cibeles para poner al Banco de España al servicio de Moncloa.
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