Este miércoles por la mañana, después del debate entre Donald Trump y Kamala Harris, la vicepresidenta última enviaba un email a sus activistas en el que pedía una donación de 25 dólares para ayudar a su campaña. Lo hacía, según sus palabras, por la siguiente razón: "Anoche debatí con Donald Trump y repitió su viejo y cansado manual de estrategias. Me negué a que se saliera con la suya. Pero los debates no ganan elecciones". Y Harris tiene razón. No importa lo bien que le fuera a ella. Un debate no suele —casi nunca— ser determinante para ganar una elección.

Decenas de investigaciones así lo indican: no hay efecto en el voto después de un debate o, al menos, no lo hay en una democracia consolidada. En cambio, solo unos pocos estudios descubren cambios —mínimos— en el comportamiento electoral, que varía entre el 1% y el 4% de voto. Pero estos cambios sólo suceden sí se dan cuatro condiciones muy específicas: a) cuando las elecciones son muy reñidas; b) cuando algún candidato no es muy conocido; c) cuando la cantidad de indecisos es alta; y d) cuando las lealtades partidistas son débiles (Goldberg, 2023). Yo añadiría una quinta: e) cuando nunca se celebran debates y existe la novedad. 

Con este debate se cumplían dos de las cinco condiciones, la primera (hay un empate, según las encuestas) y la segunda (había muchas ganas de conocer mejor a Harris). Pero ni hay muchos indecisos (en 2020 solo hubo un 6% de indecisos, la cifra más baja de la historia, y en la actualidad más bien lo que hay son votantes de 2020 que no saben si repetirán); ni hay volatilidad electoral (y mucho menos con la polarización actual); ni, por supuesto los debates son novedad, puesto que se realizan ininterrumpidamente desde 1976.

Por descontado que hacer un buen debate es importante y así lo hizo Harris. De hecho, creo que ganó claramente gracias a una estrategia bien estudiada (recomiendo leer a Gutiérrez-Rubí sobre ella) en la que contrastaba su optimismo por el futuro con el pesimismo de Trump por el presente. A destacar, en mi opinión, sus posiciones de escucha sonriendo y mostrándose socarrona, e incluso sorprendida, por alguna respuesta de Trump. Su equipo y ella sabían que iba a haber pantalla partida en los televisores y lo aprovecharon para comunicar aunque no estuviera hablando. 

La prueba de su éxito en el debate tiene cifras: en la encuesta en directo de la CNN, el 63% de televidentes opinó que Harris había ganado, por solo un 37% que pensó que lo había hecho Trump. Una diferencia de 26 puntos que denota una gran ventaja entre ambas candidaturas, aunque sea inferior a los 34 puntos que Trump le sacó a Biden en junio de este año, o a los 35 que Romney tuvo sobre Obama en el primer debate de 2012. Pero 26 puntos son importantes y, como indica Nate Silver, son más que la media de 18 puntos que suele haber de diferencia en los debates. 

¿Aún así, va a tener impacto electoral? Lo cierto es que los debates son eventos que dejan de tener efecto a lo largo de los días, y veremos si sucede lo mismo con Kamala Harris. Los políticos y políticas deben entender que los debates, si salen bien, no es por el debate en sí, sino por otras razones:

1. Porque se ha conseguido reforzar al votante partidista propio. La gran mayoría de espectadores de un debate son aquellas personas que ya manifiestan un gran interés por la política y, por consiguiente, suelen tener una decisión tomada. En este sentido, lo más prioritario no es convencer a público en general, y mucho menos a público que va a votar a Trump, sino que, para Harris, el objetivo debía ser convencer a los votantes demócratas de 2020 que en estas elecciones estaban dudando si ir a votar. Es el mismo público que no iba a ir a votar por Joe Biden pero que ahora, con Kamala, y también tras el debate, han visto que su voto tal vez valga la pena porque ella ha demostrado su capacidad de liderazgo. Hablamos de jóvenes, de mujeres y de minorías. El votante propio es el principal objetivo en cualquier debate y se equivoca quien piensa que los debates son para convencer al ciudadano medio. Se trata de movilizar a los propios. 

2. Porque se ha logrado incidir en votantes indecisos o apolíticos, pese a que son muy pocos de los que ven debates (al menos en la mayoría de democracias consolidadas). Tres cuartas partes de los espectadores de los debates son personas interesadas en la política y que suelen tener ya muy clara su opción. Es este último cuarto de población la que puede ser de interés para convencer. En el caso de las personas indecisas, cuanto menos interés político y menor nivel educativo tengan, más probable es que el debate les pueda afectar electoralmente, y mejor se haga en el debate, obviamente, más se puede intentar aglutinar ese voto.

En Estados Unidos, el voto independiente es cada vez menor debido a la polarización, pero Harris sí puede haber logrado algo de ese voto indeciso, o bien asegurarse que potenciales votantes demócratas blandos vayan a votar, o incluso que potenciales votantes republicanos blandos se queden en su casa. No es el principal objetivo de un debate, pero todo ayuda. 

3. Porque ha conseguido obtener una cobertura positiva en los medios de comunicación y en redes sociales. Se trata de un efecto indirecto en los debates pero que es vital. Mucha parte de la población no verá el debate en directo, sino que sabrá de él a partir de lo que dice la prensa o las redes sociales. De hecho, el 50% de la población solo sabrá del debate por lo que lea o vea después.

Respecto a los medios y a como su reacción frente al debate pueden influir en el voto, hay un interesante estudio de Fridkin (2007) que analizó el debate de Estados Unidos de 2004. El autor reunió a 75 personas y los dividió en tres grupos: 25 personas vieron solo el debate sin más análisis posterior (y opinaron que ganó Kerry), otras 25 vieron el debate y la CNN (y creyeron que ganó Kerry), y otras 25 vieron el debate y la NBC (y pensaron que ganó Bush).

En España, en las elecciones de julio de 2023, un 67,7% de votantes socialistas daban la victoria en el debate cara a cara a Pedro Sánchez, por un 81% de votantes populares que se la daban a Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, al día siguiente, después de leer análisis de prensa y redes, lo hacían el 51,9% de socialistas a Sánchez y el 88,1% de populares a Feijóo.

Un debate es sólo un evento electoral. Es importante por su visibilidad, pero menor en cuanto a los votos que puede lograr"

En el caso del debate Trump-Harris, si bien la encuesta mostró que para un 63%, Harris había ganado, unas horas después del debate esa cifra aumentó. De hecho, su favorabilidad subió seis puntos tras los comentarios de prensa y redes. En cambio, la favorabilidad de Trump no varió. Así, uno de los elementos más importantes en un debate ocurre justo cuando éste finaliza, y el equipo de Harris también lo preparó. Los memes sobre Trump y, especialmente, el tema de las mascotas que son comidas por inmigrantes, es una buena prueba.

Sí. Harris lo hizo muy bien en el debate. Es probable que esa buena actuación le permita mantener esa ola Kamala que tanto está ayudando a movilizar a jóvenes (y que ahora se verá aupada por el endorsement de Taylor Swift). Pero no nos engañemos, un debate es sólo un evento electoral. Es importante por su visibilidad, pero menor en cuanto a los votos que puede lograr. Kamala Harris hace bien en seguir pidiendo dinero para su campaña.