Venezuela insiste en que les hemos mandado un comando formado por un parado y un reparador de calderas a desestabilizar, a derrocar y hasta a asesinar a Maduro como un trapero asesinado por otros traperos. A lo mejor somos ya como una CIA que recluta en los bares de carajillo y cupón para que nuestros superagentes parezcan sólo butaneros o repartidores de La Casera, que eso despista más (no todos tienen que parecer James Bond, basta con que lo parezca Sánchez). A mí me sorprende mucho el operativo en sí, o sea dos tipos de Bilbao con la infraestructura de un mondadientes y un mechero. Pero más me sorprende enterarme de que andamos por ahí queriendo derrocar regímenes cuando no podemos ni seguir a Puigdemont después de salir en procesión por Barcelona. Es más, si Sánchez quisiera derrocar a alguien, derrocaría a Ayuso. O a Felipe VI. Al fin y al cabo, Sánchez no se lleva nada mal con Venezuela, que entre ellos hay negocios, viajes de ida y vuelta, lenguaje compartido, frailes residentes como Zapatero y no sé si algún amorío, que a mí lo de Delcy con tanto equipaje y sombrereras me suena a romance parisino en Madrid.
Maduro se ha pasado con el invent, porque nadie se cree que España monte operaciones encubiertas con Rambos de estanco y chacolí Lo más que ha hecho Sánchez es mandar a Bolaños un Dos de Mayo
Yo creo que Maduro se ha pasado con el invent, porque nadie se cree que España monte operaciones encubiertas con Rambos de estanco y chacolí, ni con Rambos de verdad, ni por Venezuela ni por la Puerta del Sol. Lo más que ha hecho Sánchez es mandar a Bolaños un Dos de Mayo, embozado de clarinete de la banda, para intentar estropearle a Ayuso su paseo de chulapa sobre banderas y capotes, y al ministro casi lo descuaderna de un empujón una jefa de protocolo. La verdad es que yo no nos veo ni muy imperiales ni muy justicieros ni muy marciales, por lo menos así para tener comandos con aletas y planes de derrocamiento muy pensados y sudados bajo ventiladores de techo y sombreros Panamá. Si fue aquello del Perejil, cuando tomamos el islote con su cabra barbuda y solitaria como un náufrago de viñeta, y enseguida salió el ministro Trillo queriendo hacer una oda, como si hubiera conquistado Cartago… Nosotros somos más bien de poquita cosa, de legionario para la Semana Santa, de fragata para Marta Sánchez, de misión de paz con chocolatinas, de intentar que no se nos pierda Puigdemont mientras se prueba sombreros, y en ese plan.
Aquí le han metido Pegasus al mismo presidente y a varios ministros, de nuestro CNI lleno de Mortadelos y Rompetechos se ha cachondeado Marruecos y se han cachondeado hasta los indepes, va a estar nuestra inteligencia para montar bahías de Cochinos y golpes con tanqueta y bigotón por ahí. Nosotros no sabríamos hacer eso, ni tenemos recursos para ello, ni cuadra con la política exterior de España presente o pasada. Aún menos sentido tiene que Sánchez intente derrocar a Maduro con un Equipo A de Bilbao cuando España está más cerca de convertirse en franquicia bolivariana (Venezuela ya es un poco el balneario sanchista) que en enemigo imperial con águila imperial. Nadie se cree a nuestros espías vestidos de lagarterana, menos contra ese Maduro vestido de guacamayo, como si fuera Papageno. Lo que ocurre es que Maduro necesita una distracción ahora que se le empieza a quemar su negocio de chándales, huesos y moscas como una furgoneta de bragas a euro.
El Congreso había reconocido a Edmundo González como presidente electo, con el voto en contra del PSOE y de toda la mayoría de gobierno excepto el PNV, hay que recordarlo, y Margarita Robles había vuelto a cantar por su cuenta, con esa cosa que tiene ella de señora de pensión cantarina, llamando a Venezuela dictadura, ya ven el atrevimiento. Maduro tenía todo lo que necesitaba para apartar la atención, ese enemigo exterior, jactancioso y colombino, y sólo necesitaba un par de españoles con cara de coger setas o robar radiocasetes, un poco anodinos y un poco quinquis. Ahora Maduro ya no sufre un derrumbamiento interno, entre el fraude, la miseria y la represión, sino un conflicto diplomático o incluso un amago de guerra con ese imperio de toreros y guardias de tráfico que debe de ser el Imperio Español. Ese Imperio que quiere derrocarlo o incluso asesinarlo con un Equipo A de señores de tragaperras a los que, en realidad, esperan en Bilbao un bar de pintxos y muchos radiadores antiguos, terrosos, musicales y un poco asquerosos, como costillares de dinosaurio.
Maduro necesitaba una distracción y ahí están estos dos turistas, que parecen malos de Solo en casa, comenzando una guerra tras la excursión o el cocido. Pero también es una distracción conveniente para Sánchez, que aquí estamos hablando de derrocar a Maduro con un Equipo A de Bilbao en vez de hablar de Ábalos o del concierto catalán. O sea, que en el fondo les viene bien a los dos, de alguna manera Maduro y Sánchez siguen haciendo mejor pareja en el mismo lado que enfrentados en guerras de galeones. Y esto, me parece, no deja buenas perspectivas para los pobres turistas, cuya única oportunidad yo creo que es que los encierren en un garaje repleto de todo, como solía pasar en la serie. Intentar derrocar a Maduro con unos tipos de Bilbao parece el comienzo de un chiste de vascos y a lo mejor lo es. O quizá no, oigan. A lo mejor es un entrenamiento, y si de verdad Sánchez puede hacer caer un régimen sólo con dos tipos de Bilbao y un sacacorchos, lo mismo después de Caracas cae Madrid.
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