Feijóo parece que está perezoso para la calle, yo creo que por el otoño, que ya les va poniendo huesos y gorras de viejo a los árboles y al propio líder del PP. De momento no hay intención ni planes de movilizar al personal contra el concierto catalán, según destacaba aquí Cristina de la Hoz, pero claro, cuándo ha tenido Feijóo intenciones ni planes… Menos ahora, cuando las sombras empiezan a alargarse y a acanalarse, como mangas de abuelo, y la butaca te llama cómplice, confortable y dócil igual que el borriquillo de un fraile de borriquillo.

Va haciendo algo de frío, más en Génova 13, que siempre tuvo algo de barco ballenero, y sacar al personal a la calle para protestar por el concierto catalán, o por lo que sea, parece como salir a la mar. También Feijóo tendría que salir de ese despacho o camarote con manta en el que se le caen las hojas del calendario como hojas de arce o como pestañas. No está la cosa en el PP para aventuras ni para alardes, para salir a la calle como el que sale a patinar sobre hielo, que luego todo son sustos y batacazos.

A lo mejor se podría salir a la calle, pero a lo mejor tampoco hace falta, y yo creo que Feijóo se llevaría toda la legislatura en esa disyuntiva, que parece la grave disyuntiva de un lord entre coger o no coger el paraguas (para un verdadero señor, eso es como coger o no la espada).

El PP no termina de manejar bien la calle, es verdad, y donde la izquierda hace trincheras y trueque, la derecha sólo hace rosarios. Yo creo que cuando pisan calle siempre están pensando en si parecerán la cola lúgubre del Cristo de Medinaceli o la cola perfumada de la corrida de toros, o al menos piensan que muchos lo verán así y eso les acobarda más que el frío y que Feijóo.

Feijóo, como siempre, teme equivocarse, así que termina decidiendo no hacer nada, o no decidir nada, que es en realidad la gran equivocación.

La derecha no está acostumbrada a salir a la calle, que si tenían que salir a pedir algo como mucho se iban a Lourdes o al Tribunal de la Rota. Desde el otro lado también iban educando en la falacia de que si la izquierda monta una manifestación o una horca es un acto cívico y político, pero si la derecha saca a una monja de alfajor, a un señor notario o a una señora con gafotas de carey es sólo un acto social o militar. Y nada de esto ayuda a Feijóo, claro.

A Feijoo ya le cuesta tomar decisiones, así, en general, sobre su partido, sobre el país y sobre la ropa de entretiempo (aquella comentada foto suya en Esquire, subiéndose o bajándose el cuello de un jersey gordo, retrataba su alma precisamente porque no sabíamos si se lo quería quitar, si se lo quería poner o si se había quedado atrapado en la propia decisión de ponérselo o quitárselo).

A Feijóo ya le cuesta tomar decisiones, decía, pero además yo creo que tiene todos esos complejos y cálculos de la derecha en la cabeza, justo cuando está eligiendo sombrero o jersey, y se ha quedado atrapado en la decisión como entre las mangas, como entre la parte de delante y la parte de detrás, y ahí se puede asfixiar, como creen que se van a asfixiar esos chiquillos que están aprendiendo a vestirse. Feijóo, como siempre, teme equivocarse, así que termina decidiendo no hacer nada, o no decidir nada, que es en realidad la gran equivocación. Es un poco como salir al final en calzoncillo por no saber qué ponerse.

Feijóo parece que está perezoso o miedoso para la calle, más ahora, que ya ha llegado el otoño y quizá el líder del PP piensa que se lo puede llevar la primera ráfaga helada, fatal y chistosamente, como a Chaplin.

A Sánchez hay que hacerle oposición todo el tiempo y en cada esquina con albañil o con violinista

Feijóo no quiere calle aunque en realidad es Sánchez el que no puede salir a la calle, no al menos sin montar un casting de figurantes y majorettes y un perímetro de lecheras, gorilas y charos. Debería ser Sánchez el que no quisiera ni ver la calle, él que tiene miedo a los albañiles, a los fontaneros y a los andamios como un bicho de Super Mario. Pero no, parece que es Feijóo el que tiene miedo a la calle, y aún está mirando el tiempo, o está mirándose la boina, o está mirando a Sánchez, quizá porque le sigue pareciendo algo increíble que Sánchez siga ahí, como un elefante sobre una pelota. Sí, para qué sacar a todo el PP o a toda Génova de debajo de su manta escocesa o de su capote marinero, si Sánchez caerá por su propio peso, más pronto que tarde. Pero yo diría que a Sánchez hay que hacerle oposición cada día y en cada lugar, que justo pensando que lo imposible es imposible y que los burros no vuelan hemos llegado donde estamos, a ver a todo el Estado bailar sobre una pelota y a dudar si esto es todavía una democracia.

Feijóo parece que está perezoso para la calle o para la política, más ahora, que llega el otoño o se columpia el invierno, que fuera empiezan a salir ya los abrigos, como lobos, y la luz dentro de casa es como una tibia cucharada de miel. No sabe aún Feijóo si saldrá a la calle por esto del concierto catalán, o si saldrá para algo, o se quedará en Génova detrás de un anublado ojo de buey, convenciéndose de que lo imposible es imposible y de que los burros, efectivamente, no vuelan aunque los veamos volar. A Sánchez hay que hacerle oposición todo el tiempo y en cada esquina con albañil o con violinista, porque al personal enseguida se le olvida todo. Pero a ver si a Feijóo lo que le da pereza es hacer oposición.

Feijóo no sabe si el PP saldrá a la calle, si le merece la pena salir a la calle, como un taxista friolero, o quizá lo que no sabe es si le merece la pena hacer oposición, que ahora le debe de parecer como hacer el cambio de armario (a Feijóo le falta tomarse cinco días bíblicos o mistéricos para pensárselo, igual que Sánchez). No sabe tampoco muy bien Feijóo qué decirles a sus barones sobre la financiación autonómica, que de momento van yendo uno a uno a la casa del lobo de verdad, con cara de Caperucita tierna o quizá de Caperucita porno. No parece que Feijóo tenga sobre este particular, o sobre nada, en realidad, más criterio que sobre la problemática conveniencia del paraguas, de la rebequita o del cuello de cisne.