La presidenta italiana Giorgia Meloni ha detenido en más de un 60% la llegada de inmigrantes a Italia. La formula tiene una doble vía: pagar más de 5.000 millones a los países de origen para evitar que les dejen salir y hacer contundentes discursos públicos discursos para disuadir a las mafias.

España se ha convertido en el destino preferido de estas organizaciones criminales, pagamos cientos de millones a los países de origen y además el discurso es justo el contrario al de Italia. Si a eso añadimos el caos burocrático en nuestras fronteras, facilitamos como ningún país europeo que todas las mafias de personas quieran traer inmigrantes a nuestro país. Estamos a pocos meses de aprobar la regularización masiva de medio millón de personas mientras el caos en FRONTEX es insostenible.

Para empezar, y quizá lo más grave, es que nuestra policía no tiene forma de conocer los antecedentes penales de los que llegan de forma ilegal a España. El sistema automático de identificación dactilar siempre da negativo a no ser que hayan venido con anterioridad a nuestro país y ningún país de origen colabora en ello.

El tráfico de personas es un negocio que mueve millones de beneficio para las mafias que los trasladan, pero también para las ONG que colaboran

Desde hace más de un año y como ya avanzamos hace meses, muchos ilegales llegan desde Marruecos con heridas de bala o de navaja y es evidente que han estado en prisión recientemente. Casi todos dan nombres y nacionalidades falsos y así, con datos falsos, quedan inscritos en el registro de entrada. Una vez están en nuestro país llaman a sus familias, que les mandan por mensajero sus pasaportes reales y con ellos se empadronan en cualquier ciudad y, aunque se les toman para ello las huellas dactilares, no se contrastan con las tomadas al llegar a España.

A partir de ese momento si cometen cualquier delito quien lo cometió es la personalidad falsa y no ellos. Esta gravísima irregularidad administrativa puede permitir que un pederasta trabaje en nuestro país en una escuela sin aparecer en el registro de penales, o que un yihadista se pasee por España libremente como ocurrió en Algeciras cuando un magrebí con personalidad falsa y a la espera de una deportación que nunca llega asesinó al sacristán. No se deporta casi a ningún inmigrante a su país, ninguno los acepta. Los países que reciben esa lluvia de millones de Europa hacen oídos sordos cuando se trata de devolverles a sus ciudadanos inmigrantes ilegales. La explosión de natalidad que se produce en África augura tiempos aún peores para Europa los próximos años.

El tráfico de personas es un negocio que mueve millones de beneficio para las mafias que los trasladan, pero también para las ONG que colaboran. Un hostelero de Valencia me contaba cómo le contrató una de ellas para que 40 inmigrantes se instalaran en su hotel, pero por contrato añadió que solo se les sirviera el desayuno y 2 bocadillos al día, así durante siete meses. Tuvo que ser el hostelero quien les facilitó un menú completo sin que la ONG quisiera pagar más por ello. Otra ONG de la misma ciudad gasta el 70% del dinero público que recibe cada año en sueldos, y son solo 9 empleados. Lo primero sus beneficios.

Las mafias se enriquecen con estas condiciones tan ventajosas para traer inmigrantes ilegales a España. La ruta libia es la que tiene un precio más alto por traslado, unos 4.000 dólares, la de Mauritania y Senegal es menos costosa, unos 1.500 euros. Me cuentan expertos en fronteras que hoy el efecto llamada de Canarias es mundial, llegan vuelos directos desde Turquía y Egipto hasta Mauritania y Senegal para llegar a Canarias. Son las mismas mafias que en el pasado traficaban con armas o droga, los señores de la guerra de Mali o Mauritania que ahora con el tráfico de pateras se arriesgan a menos años de cárcel y tienen mayores beneficios.

Las mafias se mueven de país según los conflictos armados que se producen buscando siempre el estatus de refugiado, que es el que se vende a un precio más alto y ahora empieza un nuevo éxodo, el de los libaneses huyendo de Hezbolá y los bombardeos israelíes que terminaran llegando a Canarias. No llegan ni a Portugal, ni a Gibraltar, pero a la isla de Hierro sí, la nueva Lampedusa.