A veces se tiene uno que ir a un banco húngaro como se tiene que ir a un chino, esos chinos que son el caos de todas las necesidades, de todos los plásticos, de todas las imitaciones, de todos los absurdos, como el puzle de los sueños de un bebé y de un buhonero. Vox se ha tenido que ir a un banco húngaro a por un dinero urgente que termina en sospechoso, como un regalo comprado en un chino. Pero es que a lo mejor lo que hay en el banco húngaro, como lo que hay en el chino, esa mezcla de fantasía, ganga, disponibilidad, capricho, endeblez y desavío, no lo hay en los bancos españoles. Por alguna razón, los bancos españoles, que uno creía parte de la derecha y la ultraderecha económica, política, judicial, mediática y pelágica, no le daban dinero a Vox, que ha tenido que irse hasta Hungría buscando financiación como nosotros tenemos que irnos hasta el chino buscando una vela o una percha. O, claro, es que no es lo mismo ver a un señor de banco de aquí, con su eterno y quizá imaginado bigotito de asco, inapetencia y tacañería (como si se dejaran el bigote para ahorrar labio), que ver a Orbán, o al íntimo amigo de Orbán, abriéndote su banco como su mueble bar.
El banco de Orbán abierto como una gruta oriental de gemas, sedas y monedones a mí me parece una imagen mucho más atractiva que los bancos españoles, con su oscura burocracia de convento y su cinturón de castidad para el dinero, aunque tengan todos por fuera aires y arquitectura de goleta de vacaciones. Al final lo de Hungría no es irse al chino por necesidad o variedad, sino irse a Putin por fascinación o por querencia. Orbán no es que le dé menos importancia al dinero que nuestros bancos de señores de lupa en el ojo y hormiga en el papel, es que está mucho más concienciado con la necesidad de financiar a los patriotas de Europa, que a veces coinciden incluso con los patriotas de Rusia por misteriosos hermanamientos geopolíticos o de taberna. De hecho, Vox, no sé si tras un encuentro de patriotas en el cuarto de banderas o un encuentro de borrachos en la nieve, se ha mudado precisamente con los putinescos en el Parlamento Europeo. Y así, la verdad, se ve mucho más cerca un banco húngaro bulboso que un gran banco madrileño con fachada de sanatorio o de empresa de propano, y hasta más cerca que un bazar chino de Chamberí.
Yo en el fondo entiendo el dolor y el despecho de Vox, que no debe de ser fácil eso de irse a Hungría teniendo aquí el dinero español con su calorcillo de duro de Franco en el bolsillo. Yo me lo imagino como si Abascal y sus señores de mesón de cuernos y alabardero de lata se tuvieran que ir a un kebab. Pero no es tanto una contradicción de españolidad sino un sacrificio. De Vox en realidad no sabemos mucho, sólo que ya no quedan liberales, sólo falangistas, tuercebotas y meapilas, y que no tenemos muy claro quién manda, si el Yunque o el barbero de Abascal. Pero quieran el reinado de Cristo Rey o gandulear en el gran sillón de orejas de la patria, lo que está claro es que necesitan dinero. Y aquí hay menos dinero, o menos disponibilidad. Vox va hacia el dinero que le permita seguir adelante en lo que sea que tenga entre manos. Lo que ocurre es que si acercarse a Orbán es acercarse a Putin, acercarse al dinero de Orbán es ya ir entrando, como ese duro calentito de pelusa y santería, en el bolsillo de Putin.
Vox se ha ido al dinero, y es más fácil y abundante el dinero de Putin que el de Sánchez. Lo mismo resulta que toda la fachosfera es ya propiedad de Sánchez y por eso es tan difícil rascar dinero para los disidentes
Vox se ha ido al dinero, y es más fácil y abundante el dinero de Putin que el de Sánchez, eso sí es verdad. Quiero decir que lo mismo resulta que toda la fachosfera es ya propiedad de Sánchez y por eso es tan difícil rascar dinero para los disidentes. Desde luego, los grandes empresones heráldicos parecen más dispuestos a fundraisear a la Pichona que a financiarle el morrión o la bacía a Abascal. Y ya hemos visto a Telefónica, Iberia, Abertis, eléctricas y bancos salir a defender a Sánchez cuando aquello de Milei con Begoña Gómez (no sé por qué tiene que salir la gente de estos empresones, como convidados de piedra de sus mausoleos de piedra, ni a defender a nadie ni a lo contrario). A los empresones regulados, arrimados y mimados habrá que sumar pronto los periódicos, que el que no trague va a tener que empezar a buscar dinero en Hungría o más allá. Pronto, a Sánchez se le rendirá hasta Mercadona, con su organigrama y su liturgia de secta de adoradores de pollos de pollería absorbidos por la secta sanchista. No quedará más fachosfera que el juez Peinado, solo y loco, con sus grabaciones como psicofonías, y todo lo demás, en otro de sus maravillosos sarcasmos, será de Sánchez.
Vox se ha ido a Hungría a buscar dinero, que lo mismo es cierto que aquí todo empieza a ser ya de Sánchez, de su bodeguilla y de sus socios, y lo demás es garrote o calderilla, la muerte civil o vender La farola. El asunto, sin embargo, huele más a reclutamiento putinesco. Acercarse al dinero de Putin, como acercarse al dinero del señorito, no tiene por qué significar perder la honra, pero ya da para la sospecha y el chisme, más con los zureos de Vox en el palomar del Parlamento Europeo. Al menos, Vox se puede ir a Hungría a buscar su dinero y su patria de cosacos, tramperos o skins. Aquí, si la cosa sigue así, pronto no tendremos ningún sitio donde buscar la democracia. Ni tampoco fiambreras, que los chinos seguramente serán de Sánchez y todo será sostenéibol y putrefacto.
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