El día que trascendió el informe de la Guardia Civil que demostró que la trama Koldo apodaba a Pedro Sánchez 'El 1'; y que 'El 1' estaba al corriente del interés de sus cabecillas en rescatar Globalia fuera como fuera, así como de la llegada de Delcy Rodríguez a Barajas, Radiotelevisión Española decidió emitir un programa especial de 59 segundos sobre las conversaciones entre Bárbara Rey y Juan Carlos I. Cosa lícita, sobra decirlo. Eso sí, quizás por error o quizás por despiste, en la mesa no se habló de que Felipe González encargó en 1994 que se concediera un programa en La 1 a la mujer del domador de fieras. Se llamó Esto es espectáculo. El director general de la casa era entonces Ramón Colom, actual consejero de la corporación.
Hay detalles que se escapan y no conviene hacer mucha sangre al respecto. La actualidad suele desfilar a la velocidad de la luz y eso provoca muchas veces que los hechos noticiosos pasen de largo ante nuestros ojos. Ni Silvia Intxaurrondo ni el Gran Wyoming concedieron el jueves una gran importancia al citado documento de la UCO. La presentadora de La 1 reapareció en sus redes sociales para subrayar la injusticia que se cometió con Podemos en el 'caso Neurona'. El segundo, organizó en su programa un número humorístico sobre Abogados Cristianos y el aznarismo.
El Intermedio lo produce Globomedia para LaSexta. La fundaron José Miguel Contreras y sus socios en los 90 y actualmente forma parte de Mediapro. De hecho, este empresario mediático está ocupado en otras labores en estos días inciertos. Dentro de Prisa, pelea para montar un nuevo canal de TDT. Fuera, es el principal accionista de Infolibre, que este viernes dedicaba su noticia de apertura a los muertos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia.
No perdamos el hilo conductor. Globomedia -la productora de Wyoming- forma parte de Mediapro, la cual también es dueña de El Terrat, la que factura 14 millones de euros al año por el programa de David Broncano en RTVE. El jueves, contaba como invitado con Andreu Buenafuente, el fundador de esa empresa, quien se la vendió a Roures en 2019. La revuelta es posible gracias a la financiación estatal -siempre generosa con quien conviene- y a la idea de Pedro Sánchez de dañar a Pablo Motos y, a la vez, de influir en un público de perfil más joven. Poca broma.
Un periodismo tonto, ciego y sordomudo
Nada extraña demasiado porque todo esto resulta bastante previsible. A poco que se conozca la condición humana, se entiende que no son muchos los factores que provocan ceguera en los hombres. A veces es un patógeno; otras, un golpe; otras, la belleza, otras, el instinto sexual y, en la mayoría, el dinero. Los periodistas de cámara de Moncloa han sufrido casi todas, salvo quizás la del patógeno, aunque no es prudente descartarlo en algunos casos. Digamos que su rictus podría compararse con el de Fernando Trueba, con todos los respetos. Su ojo derecho -el que observa la realidad- es miope, mientras que el izquierdo, que mira a las menos diez, hacia donde está Pedro, percibe todo de forma cristalina, de ahí que sea capaz de trasladar las consignas con una extraordinaria exactitud.
Por eso este jueves hablaban de Neurona, de Aznar o de José Luis Ábalos; e incluso trasladaban el mensaje que había difundido su 'amo', y es que en Moncloa existía “preocupación cero” con respecto al efecto que podría tener sobre el jefe del Gobierno la última avalancha de evidencias que ha difundido la UCO. Entre otras, que el rescate de Globalia apesta o que la trama llegó a abordar una posible visita de Delcy Rodríguez a Madrid -donde tiene prohibida la entrada- para reunirse con “todos los M”. ¿Y quiénes son los M? ¿Los maestros? ¿Los mecánicos? ¿Los mendigos? ¿Los mendrugos? ¿O los ministros? La Guardia Civil sospecha que los últimos, incluido don Salvador Illa, actual presidente de la Generalitat.
Una buena parte de estos palmeros mediáticos rubricó hace unos meses un manifiesto en apoyo a la democracia y a Pedro Sánchez -disculpen la redundancia-, ante el “golpe de Estado” que los medios y los jueces estaban propiciando contra el Ejecutivo al atreverse a abordar casos como el de Begoña Gómez. Ahí estaban los nombres de Silvia Intxaurrondo, de Maruja Torres, de Ana Pardo de Vera, de Cristina Fallarás, de Rosa Villacastín, de Rosa María Artal o de algún que otro 'traidor' -como ahora se le conoce en LaSexta- que abandonó esa cadena para fichar por La 1, a 450 euros la tertulia. Mientras dan lecciones sobre cómo emplear el dinero de los impuestos, los facturan por imprescindibles intervenciones en mesas abrillantadas.
Ya advertí dos párrafos más arriba que la ceguera del periodismo sanchista no es casual, ni mucho menos altruista.
Lo peor es que esta gente ha intentado desacreditar a los periodistas que sí hacían su trabajo a través de gentuza que hoy tiene columnas y micrófonos; o de editores y fondos buitre que hoy esperan que Óscar López comience a repartir una licencia de TDT que ansían y los 100 millones de euros en ayudas a la digitalización a los medios -quien digitalice lo digitalizado, buen digitalizador será- mientras piden que el Plan de Regeneración Mediática corte la financiación pública que reciben los medios fachas por parte de otras Administraciones.
Toda esta tropa se lo lleva crudo en mesas de tertulia, en foros, seminarios y observatorios, en los que alecciona sobre las formas de manejar los negocios mediáticos y de hacer periodismo, cuando, en realidad, ni la una ni la otra serían posibles en su caso si no fuera por el mamoneo que se traen con el poder. Y con Pedro, para ser concretos. Todos ellos forman parte de un tinglado que ha quedado retratado en estos días. Desconozco el efecto que causará en el Gobierno la investigación de la Guardia Civil. Pero en quienes se han prestado a ejercer de escudos humanos de Sánchez y sus ministros durante este tiempo, debería ser demoledor.
No debería nadie olvidar estos tiempos tan oscuros.
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