Hoy es 8 de octubre de 2024, pero para la comunidad judía repartida por la diáspora y el conjunto de la sociedad israelí hoy sigue siendo 7 de octubre de 2023. Muchos de nosotros aún no damos crédito de los acontecimientos que se desarrollaron aquel fatídico día rememorando ya lo que fue el mayor fallo de seguridad en la historia del joven estado hebreo con el ya sórdido desenlace que todos ya bien conocemos. La Israel que una vez existió antes del 6 de Octubre se ha desvanecido por completo, pero al mismo tiempo estamos siendo testigos del renacer de una nueva nación de la cual es importante sustraer ciertas lecciones.
La primera y más triste realidad es que el espíritu de los Acuerdos de Paz de Oslo ha desaparecido y llevará muchos años, por no decir décadas, en volver a reconstruirse. Se necesitará de una nueva generación de líderes israelíes y palestinos para formar nuevos puentes basados en el respeto y la confianza. La base de dichas futuras negociaciones debe pasar por el reconocimiento absoluto del estado judío con su capital indivisible siendo esta Jerusalén. Una segunda y muy positiva lección de este primer año de guerra ha sido la sorprendente reacción de la comunidad arabe israelí. En comparación con la guerra de Gaza de 2014 o la escalada de 2021 en la cual hubo infinidad de incidentes entre ambas comunidades, la actual guerra le ha demostrado a Hamas y Hezbollah que la mayor parte de la comunidad árabe israelí está plenamente integrada en el Estado de Israel. Esto se ha visto reflejado en el comportamiento modélico de soldados judíos y árabes protegiendo a todos los ciudadanos israelíes, independientemente de su creencia religiosa.
Un gran motivo de celebración es ser testigos de cómo los Acuerdos de Abraham han conseguido mantenerse en pie después de la retórica perniciosa del islamismo radical de formar un frente conjunto musulmán. Uno de los objetivos principales del ataque terrorista de Hamas y su titiritero, la República Islámica de Irán, fue el de desestabilizar los avances entre el mundo musulmán e Israel y con una finalidad clara de frenar el plan de normalización entre Arabia Saudí con el estado hebreo. Un año después, podemos comprobar cómo gran parte del mundo suní quiere seguir construyendo puentes comerciales, culturales, artísticos, religiosos y tecnológicos con Israel poniendo ya finalmente fin a la espiral de violencia en Oriente Medio.
La sociedad civil israelí le ha dado una lección a gran parte de la clase política inoperante de cómo actuar en tiempos de crisis extrema
Desde el punto de vista militar, al principio de la guerra Hamas lanzaba cientos de misiles diarios mientras que ahora apenas puede lanzar cinco al día. Líderes de gran renombre en el ejército estadounidense solían decir que esta guerra conlleva la pérdida de al menos 5,000 soldados israelíes, pero la realidad dicta que son 715 (ZL). Las grandes organizaciones crediticias de rating auguraban tiempos muy difíciles para la economía israelí, pero los números nunca engañan e Israel no solo está aguantado la tempestad sino que su economía ha llegado a crecer un 1,5% en este pasado año.
Israel es una nación traumatizada pero más unida que nunca. La guerra suele tristemente traer este tipo de cosas.
El espíritu de religiosos contra seculares, derecha vs izquierda, a favor y en contra de la reforma judicial, pro Bibi o anti Bibi se ha desvanecido en gran parte porque el pueblo judío ha vuelto a darse cuenta de cuantos son los enemigos que quieren su exterminio, que no son pocos. La sociedad civil israelí le ha dado una lección a gran parte de la clase política inoperante de cómo actuar en tiempos de crisis extrema. El conjunto de la sociedad civil ha sabido mejor que nadie como apartar las diferencias en auras de la unión para hacer del joven estado hebreo un lugar mejor donde vivir. Esto es lo que llamamos en el judaísmo tikkun olam. Un lugar donde nada más que la resiliencia, la unidad, la determinación, el sacrificio, la bondad y el espíritu de la supervivencia por un futuro mejor harán que esta nueva Israel renazca como nación.
Juan Caldés es jefe de las relaciones con España de la European Jewish Association.
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